A la Armada Nacional y a RCN, cronistas de “El azul que nos une…”
La fragilidad de la vida se consuela ante el mar y, con sólo pensar en él, o imaginarlo, emerge la inmensa ruta que los vientos disputan, desde la antigüedad, para conciliar su obsesión de poseerlo todo.
Poseidón, su dios, protagoniza los mitos y leyendas que condensan la sabiduría de la naturaleza, la desliza por las olas, hasta el pensamiento, y nos deja soñar con el destino meciendo bondadoso el porvenir.
Y, Eolo, anima a los marineros a recoger las corrientes en la Rosa de los Vientos, con su flor de lis señalando el rumbo, y el horizonte colgando su luz en el crepúsculo, sembrando el camino de estrellas, osas y constelaciones.
En los papiros se registra la epopeya del Mar Mediterráneo, la pugna entre oriente y occidente y las aventuras que colonizaron los océanos del mundo, desde El Atlántico, hasta la India y La Polinesia.
Los navegantes griegos, árabes, portugueses, asiáticos, en fin, hallaron en los héroes, como Ulises y Eneas, o en las ninfas, lecciones para orientar sus brújulas con la magia celestial dibujada en auroras y ocasos.
Y nos enseñaron a amar el mar, a escuchar sus profecías, los secretos de los duendes cantando un eco de nostalgias lejanas, alrededor de aquel viejo faro de Malta que hacía visibles – entre la niebla- los recuerdos escondidos.
Ahora, un velero espiritual, con nombre de Gloria, convoca las auras suaves de los Céfiros, las Pléyades y las Galaxias, en un poema colombiano inspirado en la esperanza peregrina de ser heraldo de la paz…
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