Es lamentable, pero la realidad es que el país, como nunca antes, se ha dividido en dos bandos irreconciliables: los amigos y los enemigos del jefe de la extrema derecha, el senador Alvaro Uribe Vélez, que de oscuro parlamentario samperista se convirtió, por arte de magia, en jefe único de amplio sector de opinión, que cuenta con numerosa representación parlamentaria. Un hito imposible de igualar en un país que sólo tenía dos grandes colectividades históricas, que se encuentran ahora en proceso de disolución.
El último pulso lo protagonizaron los dos sectores en pugna con motivo del llamamiento de Uribe por la Corte Suprema de Justicia, en relación con presunta manipulación de testigos en uno de los muchos pleitos que se han abierto al ex mandatario, que ha manejado a sus anchas la política en los últimos veinte años, logrando varios imposibles, entre ellos su reelección y la elección de los últimos dos mandatarios. Algo que solo consiguió en nuestra historia el autor del himno nacional, don Rafael Núñez, el hombre de El Cabrero, que se dio el lujo de presentar su amante al arzobispo y de designar a dedo a varios de sus sucesores.
La presentación de Uribe ante la Corte fue el motivo para que se enfrentaran los dos grupos, que no chocaron debido a la presencia de la Policía. Entre los amigos de Uribe había hasta una monja con megáfono, y en su contradictor estaban estudiantes universitarios que le gritaron todo tipo de improperios. La sangre no llegó al río gracias al Esmad, grupo especializado en evitar desmanes. No hubo los choques que esperaban algunos curiosos, que se agolparon en cercanías de la Plaza de Bolívar. La diligencia judicial, que duró siete horas, no concluyó con una condena o una absolución, pero demostró que los colombianos estamos divididos como perros y gatos y en peligro de caer en las redes del populismo, como ha ocurrido en Venezuela, Argentina, Perú y otros vecinos que atraviesan graves crisis como la que puede pasar en Colombia.
Uribe, nadie puede negarlo, ha escrito página inédita en el último siglo, pero no he podido aclarar qué busca, aunque sospecho que al igual, que otros dictadores de derecha y de izquierda, aspira a quedarse en el poder hasta que San Juan agache el dedo, como se decía popularmente. Sin embargo, hay un problema: Colombia nunca ha sido tierra fértil para las dictaduras, como lo muestra la historia, pero aquí todo puede pasar, como la elección como presidente de inexperto mandatario, que nunca había sido ministro, gobernador o alcalde, alcanzando una dignidad que no lograron otros destacados colombianos con amplia hoja de vida como Alvaro Gómez, Jorge Eliécer Gaitán y Luis Carlos Galán. Haría bien nuestro pichón de dictador en mirar serie televisiva sobre personajes que se han atornillado en el poder en todo el mundo y han llevado a sus países a la ruina, como Hugo Chávez o Fidel Castro. No creo que el legado de Uribe, que aspira a las páginas de la historia, sea dejarnos una división que puede costar miles de vidas y la ruina de lo que varias generaciones han construido con esfuerzo y sacrificio. Ojalá aspire a que la historia elogie su herencia, que no puede ser odio, sino paz y prosperidad. GPT