Los restaurantes constituyen uno de los sectores mas duramente golpeados por la crisis económica generada por el Covid-19. Primero el cierre total y posteriormente una apertura parcial, en donde se les permite vender bajo la modalidad de despachos domiciliarios.
El efecto no se ha hecho esperar: las grandes cadenas, así como los restaurantes de marca ya llegaron al tope. Apelaron a su transitoria liquidez para atender la emergencia, hasta que la caja se les agotó completamente y se han acogido al segundo esquema para tratar de ayudar a sus empleados, para que se defiendan con una escasa utilidad que genera la preparación de comida para vender domicilio.
Y qué decir de aquellos que apenas constituían una empresa familiar o personal y que atendían otra clase de rango, el popular, el del que va pasando y requiere de un desayuno, un almuerzo o una cena.
Todos han hecho parte de la actividad económica del país, y también de nuestra cultura, que se mide por la forma de comer con todas las variedades posibles no solo derivadas de los gustos, sino también de los ingredientes y de las habilidades propias de cada región desarrolladas de generación en generación, en las cuales se van educando los paladares y van dando ejemplo de lo que pueden lograr en medio de las preferencias del consumidor.
La mayoría de restaurantes acreditados, populares o de renombre, han quedado contra el piso: no pueden pagar arriendo, no pueden atender el costo de sus nóminas, no pueden atender el servicio de las deudas que han contraído, y ese escenario los tiene al borde de la desaparición definitiva.
Estas son las razones por las cuales el gobierno debe diseñar cuanto antes un esquema de salvamento de estas empresas, unas formales y otras informales, para que puedan contar con capital para poder evitar la sumergida definitiva.
Un esquema que implique acceso al crédito con intereses especiales, plazos muertos y periodos de amortización extensos. Algo parecido a las líneas de crédito que se diseñaron en su momento para fomentar la hotelería, en donde sea posible salir adelante con un proyecto viable y acorde a las circunstancias.
Uno de los deberes del gobierno es precisamente la asistencia a los mas débiles, y los restaurantes han quedado, de la noche a la mañana, ubicados en ese nicho lamentable y dramático.
Y que esas ayudas sean para todos, no solo para los grandes, sino desde luego también para los pequeños y muy pequeños. Hay que salvar ese sector, que definitivamente juega un papel muy importante dentro del contexto global de la economía.