Y la izquierda llamó a otro paro nacional, esta vez matizado con la presencia de la Minga indígena del Cauca y apoyado por los de siempre: fecode y asonal judicial que no se pierden marcha, las centrales obreras que cada vez representan a menos obreros, porque el modelito asistencialista semicolectivista que ellos defienden destruye cada vez más empleo y a que ya muchos trabajadores no se afilian porque los reconocen como agentes político-ideológicos, por “líderes sociales” del Polo, partido comunista, farc, verdi-rojos, moir, juco y otras “organizaciones sociales” similares.
Vimos llegar la minga, quienes con soberbia decían querer hacerle un “juicio político” al presidente, recibidos con alegría por la alcaldesa de Bogotá quien gritaba (es lo que mejor sabe hacer) que el presidente debía ser “humilde” ante la minga y ella se hizo un ritual con los indígenas. Se auguraba una jornada “dura”, por lo del vandalismo dirigido, no por las muchedumbres de que hablan los periodistas de la gran prensa, que cada vez son más exiguas. En todo el país, Minga incluida, no salieron cincuenta mil personas; si el país tiene aproximadamente 49 millones de personas y excluimos el 22,6% de menores de 14 años (aunque la izquierda como la mafia usa niños que sean penalmente inimputables) y 9,1% de mayores de 65 años (aunque muchos “líderes” del paro son ya mayorcitos), quedarían cerca de 33,5 millones de personas en edad de marchar, y haciendo el cociente nos daría que marcho el 1,5 por mil de la población económicamente activa del país, cuando hace un año se hablaba del 5 por mil. Esas son las muched
umbres para la prensa, que todos sabemos solo existen en el discurso izquierdista; lo que se esperaba era un día de bandidaje y zozobra. Haciéndole caso a la Corte Suprema, el defensor del pueblo revisó las “armas” del esmad para que no “mataran” al pueblo.
Pero el gobierno, en una jugada política y de seguridad brillante, aprovechando que los indígenas estaban en Bogotá rezando a la alcaldesa y esperando “colgar” al presidente, en un operativo de la policía antinarcóticos destruyó 63 laboratorios para procesamiento de cocaína, la mayoría en territorios indígenas, demostrando que es lo que hay detrás de estas movilizaciones. La Constitución del estado unitario colombiano, reconoció el carácter de nación de las etnias indígenas y les dio condición especial; pero lo que la dirigencia politizada indígena ha buscado volverse es un estado dentro del estado, que dejaría un gran territorio nacional como santuario para la producción de narcóticos. Por eso no ven al presidente como el jefe del estado, sino como su contraparte, a quien hay que neutralizar. Y al estilo de Santrich, cuando hacía de viejo con problemas de movilidad y ciego, y que ahora posa erguido fusil al hombro, los indios se remiten a los deseos de la Pacha Mama que la tierra sea manejada por ellos sin c
ontrol estatal, pero si con “derecho” a recibir recursos económicos. El operativo dejo todo claro; ese mismo día la guardia indígena se regresó rápidamente al “territorio” y en los dos días siguientes lo hicieron los demás. Los últimos, que fueron al día de paro, salieron inmediatamente después para el Cauca.
La prensa nacional, escrita, radial o televisiva no consideró el operativo, uno de los más brillantes de los últimos años, digno de primera página, y los que publicaron algo, lo hicieron como El Espectador en páginas judiciales. La única excepción fue Semana. Afortunadamente las redes sociales llenaron ese vacío, y siguen logrando que la gran prensa agendada pierda credibilidad y lectores. Los medios que se concentraron en el nicho “de la paz santista”, logran que a medida que ese nicho se reduce, lo mismo pase con los suscriptores, oyentes o televidentes.
La inesperada y audaz estrategia del presidente Duque da una luz de esperanza: que se haya entendido cual es el riesgo real del país.