Por capricho del calendario y de los comerciantes locales de antaño, hasta hoy y con el retraso habitual de tres semanas con respecto al resto del país, celebramos el día que con cariño dedicamos a las madres para hacerles homenajes y reconocimientos por su papel fundamental en la familia y la sociedad.
Me correspondió una madre virtuosa de la cual estoy muy orgulloso. Era de las de antes, de las que se sacrificaba sin cansarse para proporcionar a sus hijos lo que fuera necesario para obtener su bienestar. Fue de esa generación de mujeres que celebraban cada nueva gestación y esperaban con inmensa alegría el advenimiento de un hijo. La maternidad era concebida como una gracia divina y nunca ni remotamente se atrevió a pensar que podría rechazar ese estado que la vida le regalaba.
Nunca se rindió ante las adversidades, le sirvieron para enfrentar la vida y la crianza de los hijos desde la privación de lo más elemental hasta lograr que sus descendientes alcanzaran su realización personal y espiritual. Atendió sus responsabilidades con la rigidez y la disciplina que le imponía la época, ejerció el papel de madre con rectitud y tuvo que ser más recia en ese aspecto porque también ocupó la posición de líder en el núcleo familiar. Al tiempo que con cariño corregía y enderezaba el camino de sus vástagos si advertía que algo o alguien podría desviarse y tomar atajos equivocados.
La fe y su confianza en el ser supremo siempre estuvieron entre sus convicciones personales y fue así como enfrentó cada batalla, nunca faltaron en su pensamiento y sus palabras la expresión: “Dios proveerá” Aunque no tuvo mucho, tampoco le faltó nada para poder transitar por la vida con la generosidad que la caracterizó y la hicieron notable en su vecindario.
Siempre estuvo orgullosa de sus hijos y sus logros que disfrutaba con especial gozo. No compitió porque no estaba esa condición en su carácter, solo luchaba para lograr superar los obstáculos al lado de los suyos a los cuales transmitió sus principios de solidaridad. Estuvo presta a ser la persona que podía brindar ayuda y nunca se negó a esta tarea que pertenecía a su esencia de mujer campesina quien había brotado de una vereda de su pueblo natal y desde donde las circunstancias la empujaron para llegar a la ciudad y enfrentarla con la decisión que había aprendido de quienes la acompañaron en sus años mozos.
Gracias a todas esas cualidades pudo llegar con muy pocos achaques a la novena década de la vida, entrada en ella se preparó para ir según sus propias palabras, a la patria celestial, a donde un día partió, es seguro que allí está. Pero con nosotros sigue, porque su ejemplo y su discurso cargado de optimismo vive sin atenuarse entre quienes con orgullo somos parte de sus siguientes generaciones.
Me tocó una madre bondadosa, como muchas. Feliz día para ellas y gracias por dar vida y ser fundamento de la familia, el pilar más importante de la sociedad.
jorgepabonl@yahoo.com
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