Produce alegría ver el desplazamiento ordenado de la guerrilla a las zonas veredales y puntos transitorios acordados. Esto marca el comienzo de una nueva era en la que las Farc pasan a ser actores políticos y abandonan la aspiración de llegar al poder por las armas. Para la mayoría de los colombianos esto va a ser novedoso. Los menores de 50 años no han tenido la experiencia de vivir en un país sin guerrilla y eso comienza a volverse una realidad.
Preocupa, sin embargo, que muchos de ellos no le den mucha importancia a lo que está sucediendo y que una pequeña minoría muy activa ya esté de sencantada con el proceso cuando apenas comienza. Estos últimos reclaman que las zonas en donde se está concentrando la guerrilla no tienen servicios básicos ni se han construido las viviendas donde tendrán que vivir los miembros de las Farc que obedientemente han llegado a estos puntos. Dicen que si así va a ser el cumplimiento del gobierno en lo que falta por cumplir de lo acordado no va a ser fácil que se consolide la paz.
La otra preocupación que expresan los pesimistas es sobre los asesinatos de líderes comunales y sociales que siguen sin resolver, y van aumentando. Las autoridades han tratado de no atribuirle esto a opositores violentos del proceso de paz y el Ministro de Defensa sostiene que en Colombia no los hay. Evidentemente, nada de esto es satisfactorio ni ha recibido la atención debida de parte de las autoridades. Sin embargo, es indiscutible que lo sucedido hasta hoy es un hito sin paralelo reciente en la historia de Colombia y la obligación es seguir adelante.
Una gran preocupación es cómo van a evitar la fuerza pública y el estado que las zonas de donde acaban de salir las FARC no vayan a quedar en manos de bandas criminales, mafia nacional o extranjera, por ejemplo de Brasil, o el ELN, porque si esto sucede continuará la violencia y la ilegalidad en esas zonas y no se obtendría un resultado positivo, sino que se seguiría en lo mismo, con otros actores ejerciendo el control territorial.
No hay un pronunciamiento oficial sobre este problema y si se ha expresado preocupación en otros medios, incluyendo el editorial de Portafolio del jueves pasado. No es la primera vez que se hace esa pregunta pero las autoridades nunca la contestan, y los territorios liberados caen en manos de criminales, lo peor que les puede suceder.
Tienen razón los que preguntan si va a ser posible, con la actual situación fiscal, que el gobierno financie la inversión que hay que llevar a cabo para desarrollar e impulsar las actividades productivas y para crear las oportunidades de trabajo y de progreso individual que exige la consolidación de la paz. El ministerio de Hacienda ha dado indicios de que habrá recursos, no se sabe en qué cuantía, pero sin ese esfuerzo, que tendrá que financiarse con deuda, y el del sector privado, la paz se quedaría en proyecto.
Lo que más ayudaría a evitar ese desenlace y a que la paz otorgue dividendos sociales y económicos es poner a crecer a Colombia más rápidamente. Si la economía crece a un ritmo mayor al 4 por ciento anual ofrece muchas oportunidades de empleo y de progreso. En la actual situación del mundo no va a ser fácil lograrlo, pero deben intentarlo porque no va a resultar espontáneamente.