Hasta el grito de batalla descubre la idiotez que envuelve. Porque una paz es cualquiera. La mejor o la peor. La paz que sigue a la victoria o la que esconde ignominiosa derrota. La paz digna o la paz infame. La paz sólida o la que conduce a una nueva guerra. ¿Cuál Paz?
Como no hay manera de preguntarle a los predicadores de este absurdo, a los que dan gritos en las plazas, o a los obispos de izquierda, o a los politiqueros de pacotilla que gritan lo mismo, nos vamos a los dueños de la mitad de la criatura, a los bandidos de las Farc, mucho más comedidos y claros que los otros, sus amigos de ocasión.
Y estos criminales sí han dicho de lo que hablan. Reunidos en los Llanos del Yarí a puerta cerrada, firmaron un documento que no escribieron, porque apenas dibujan las letras de sus nombres, pero que hemos de suponer clara exposición de sus pocas y enfermizas ideas.
La primera, es la certidumbre de que ganaron la guerra. Llegamos…”con un parte de victoria para el pueblo colombiano y para nuestra guerrilla”, y que la ganaron a bala, va sin decirlo: “ello ha sido posible gracias a la fuerza que nos han dado las armas”.
Esas armas victoriosas en Bojayá, cubiertas de gloria por asesinar una centena de personas indefensas, suplicando clemencia en su Iglesia; o matando a quemarropa 11 diputados a la Asamblea del Valle; o asesinando sin cuartel concejales de pueblos del Huila o del Caquetá; o arrasando en La Chinita hombres, mujeres y niños indefensos; o volando el Club El Nogal, con tanto valor; o destruyendo con cilindros bomba más de un centenar de pueblos campesinos; o poniendo bombas lapa en los coches de sus enemigos civiles; o asesinando soldados a mansalva, como en Buenos Aires, Cauca.
En fin, que tienen mucho de que estar orgullosos estos salvajes.
Esa guerra que termina, no es la última que van a librar. Porque anuncian que es apenas el comienzo.
Se trata de “la derrota de sectores de las clases dominantes y de intereses foráneos” que ahora sí van a desaparecer como resultado “de una gran transformación cultural” hacia la propiedad colectiva.
Y lo dejan bien claro: “Con el Acuerdo Final no asistimos al fin del conflicto que es inherente al orden social capitalista, sino a la continuidad de la lucha social y de clases”, pues que con el “tránsito a organización política legal proseguirán su brega por las transformaciones estructurales hacia un nuevo orden social de democracia verdadera y justicia social”.
“Así es que el Acuerdo Final y sobre todo su implementación representan un campo abierto de lucha “para continuar avanzando hacia el logro de nuestras mayores aspiraciones estratégicas”.
¿Quién habló pues de Paz? Algunos despistados que no entienden que esta guerra comienza y que no parará más que con la lucha de clases y la dictadura del proletariado, para implantar en Colombia un régimen marxista, leninista. “Nos seguiremos orientando por un ideario inspirado en el marxismo, el leninismo, el pensamiento emancipatorio bolivariano y, en general, en las fuentes del pensamiento crítico y revolucionario de los pueblos”. Gracias a esa inspiración castrista, chavista, van a “desnudar el régimen de dominación de clase existente, sin los ropajes y disculpas de la confrontación armada.”
Los que claman en las calles por la Paz Ya, ¿sabrán de cuál Paz están hablando? ¿Sabrán que es la apertura a un nuevo estadio de la lucha de clases para instaurar una “democracia directa, autogestionaria y comunitaria” como la de Cuba, país al que le dan reconocimiento “perenne”, por ayudarles tanto como les ayudaron?
El pueblo colombiano intuyó todo esto, y apenas un escuálido 17% del electorado se dejó engañar. El 83%, leyendo o sin leer este documento, supo a qué lo invitaban y votó NO o se abstuvo, otra elegante manera de decir que no cree en esta PAZ mentirosa y cobarde.