Famosa fábula incluye lección que los colombianos deberíamos aprender de memoria: joven pastor acostumbraba anunciar a gritos la presencia del lobo sin que ello fuera cierto: solo tenía el propósito, la absurda idea de molestar a sus colegas.
El día en que el anuncio fue verdad, nadie le creyó y el lobo se comió las ovejas. Eso nos va a pasar en las próximas elecciones si no nos ponemos las pilas: el lobo está a la vuelta de la esquina. Ojalá caigamos en cuenta del peligro. Por una razón fundamental: el país puede ser una democracia imperfecta, pero se puede opinar, escribir y denunciar. Algo que desaparecería en un régimen autoritario de derecha extrema. Como el nazismo. O el uribismo.
Medios de comunicación han mostrado su preocupación por el peligro: los enemigos de la paz y de la democracia preparan sus armas, con vista a las elecciones de 2018, para acabar con todo. Y no es mentira: lo han dicho Si fuerzas oscuras llegaran a imponerse, noche muy negra, como la que cayó en Venezuela, Chile o Alemania, en épocas no muy lejanas y acabó con todo, arrasaría con este país.
¿Quién es el culpable del desastre? Muchos. En primer lugar, el enfrentamiento entre dos enemigos irreconciliables: el presidente Juan Manuel Santos y su examigo y exjefe Álvaro Uribe, que han llevado a los colombianos a una polarización absurda, similar a la del famoso pastorcito con el cuento del castrochavismo, calificativo muy original, fruto de la imaginación de quien quiere regresar a la Presidencia a cualquier costo.. A todo el país se lo comería el lobo.
¿Quién está engordando al lobo? En primer lugar, los políticos, a quienes solo les interesan sus ambiciones personales y acabaron con los partidos. También ayudaron los pésimos nombramientos del presidente Santos, que no supo escoger a los mejores y designó a enemigos como el vicepresidente Angelino Garzón y al exembajador Juan Carlos Pinzón, quienes se portaron como Judas, solo aportaron problemas y erosionaron la imagen presidencial. No menos absurda fue la designación de dos damas que resultaron ser compañeras sentimentales y fueron sindicadas de intereses personales en una carretera. También aportó problemas la reforma tributaria y la impresión de que muchas decisiones se adoptaron por ‘’amiguismo’’.
Buena culpa de la debacle la tienen ministros sin votos, como Juanito Cristo, que se lanzaron a la Presidencia para hacer el oso. ¿Y qué decir del exprocurador Ordoñez, camandulero laureanista, político antediluviano que se hizo famoso por quemar libros, imitando a los nazis? Hay más, pero es cansón enumerar los a todos, aunque no se puede olvidar al diario que fuera liberal en épocas remotas y hoy está al servicio del viejo alvarismo.
Es un sancocho de culpables: hay toda clase de ingredientes. Me duele que mi viejo partido liberal se encuentre entre los responsables de la mala imagen de los políticos, que en mi lejana juventud eran ejemplo de renovación y de progreso, como mi jefe Alfonso López Michelsen, quien buena falta hace hoy para poner orden en las filas rojas y orientar al presidente Santos, mi excompañero de El Tiempo, a quien puedo acusar de falta de empatía con el país nacional y de estar acompañado de personajes de segunda, que nada aportan y si quitan mucho, como algunos senadores de cuyo nombre no quiero acordarme. En resumen, que Dios nos tenga de su mano. GPT