Empieza el debate de propuestas en la carrera presidencial, observando que en la mayoría de ellas no se definen las fuentes de financiamiento.
La izquierda, en cuanto menos social democrática es, más preocupada está por la distribución de la riqueza que por la generación de la misma. Y cuanto más radical es, más ve en la creación de riqueza privada al enemigo. Se envuelven en el paradigma de la riqueza del país, ese algo etéreo que solo ellos conocen, y pontifican que está mal distribuida por unos “dictados” de pícaros nacionales o extranjeros. Para ellos la riqueza sólo está ahí; se la sacan a las empresas “corruptas”, basadas en lograr cada vez más utilidad, robando el trabajo. Y suponen que esas empresas “siempre estarán ahí”. Como la riqueza no es problema, “está ahí” en los capitalistas privados, solo basta lograr la distribución adecuada. Los “medios de producción” deben pasar al estado para maximizar su utilidad pública, profundizando el “estado social de derecho”, garantizando salud, educación, vivienda gratis, recreación, y un largo etcétera, para llegar al “paraíso popular”. Como dijo Margaret Thatcher: “El socialismo fracasa cuando se les acaba el dinero... de los demás”. Venezuela es el más reciente ejemplo.
Saliéndonos de ese esquema que no comulga con los dictados de la democracia liberal, miremos las otras maneras que los políticos piensan en lograr riqueza. Uno es el llamado estado de bienestar, hoy en crisis en Europa, pues requiere condiciones demográficas especiales, además de una muy clara institucionalidad para que funcione. Es el estado garantista, donde la economía de mercado no está en discusión, ni la legalidad, ni existen valores “superiores” a los constitucionales. Una patología de ese modelo es la “tercera vía estilo Santos”. Es el estado basado en subsidios, obtenidos de “exprimir” al sector privado con impuestos, y acomodándose políticamente en la desinstitucionalización del estado. El resultado es una economía raquítica, con todas las patologías del mercado como la validación de oligopolios y monopolios, donde los empresarios establecen su “estrategia de negocios” en estar al lado del gobierno, “logrando” prebendas de una tecno-burocracia soberbia e inepta. El resultado es una economía en retroceso, igual o mayor desigualdad y malestar sociopolítico. La tercera vía colectivista es el camino a la crisis crónica. Otro camino es el que planteó Deng Xiaoping al cambiar la economía centralizada y pública de China, a una economía de mercado, probando además que, si la economía funciona, el discurso político se hace secundario. Cuando la economía entra en problemas, se dispara la ideologización, como se ve en la Colombia de hoy. “Deberíamos preocuparnos por el desviacionismo de derecha, pero sobre todo por el de izquierda” dijo también Xiaoping.
Sólo un verdadero modelo de desarrollo, en una sana economía de mercado, permite crear riqueza sostenible. Lograr eso hoy en Colombia, pasa por una reforma total del estado, que plantee el desarrollo como derecho fundamental. Es indiscutible que en la actual campaña no hay una propuesta realmente orientada en ese sentido, pero en lo que hoy, gobiernos, medios y mamertos en general, llaman “extrema derecha”, está la única propuesta de creación de riqueza. Ahora, lograr la distribución equitativa de esa riqueza pasa por crear un programa de desarrollo sostenible, sobre el trípode de crecimiento económico, equidad social y cuidado ambiental, de manera interrelacionada, con una vocación de desarrollo, que nadie ha propuesto hasta ahora. Es el estado que da oportunidades de desarrollo a sus ciudadanos; no los mantiene. Es el estado que mira la educación como el motor de la sostenibilidad económica, y no como fortín de ideologías; donde los salarios se marcan por la necesidad del trabajo y no por “decretos de estabilidad”. No tenemos lo mejor, por lo que como siempre, toca conformarnos con lo menos malo, rogando que acierte.
La especie humana y su sociedad enfrentan hoy la posibilidad de colapso, por haber superado la capacidad de carga natural del planeta, donde solo decisiones racionales y efectivas, nos permitirán superar los graves riesgos que enfrentamos y que en Colombia ni siquiera conocemos. No es tiempo de aventuras ideológicas, es hora de exigir que tengamos un plan de desarrollo y una institucionalidad real. “Tenemos una izquierda prehistórica”, gritaban los estudiantes en mayo del 68. En 2018, en Colombia, Jurassic Park se define como pensamiento de avanzada.