Personajes inconformes con la terminación de la guerra iniciada durante el gobierno de Mariano Ospina Pérez salieron a criticar, al unísono, el acuerdo logrado entre el presidente Juan Manuel Santos y el comandante de la guerrilla de las Farc, alias Timochenko, porque en televisión no se vio, la entrega de todas las armas en poder de los siete mil guerrilleros, incluyendo los caucheras con las que podrá iniciarse un nuevo alzamiento.
Escépticos que esperaban presenciar un acto como el que nos mostró la conclusión de la Segunda Guerra Mundial, cuando los mariscales alemanes y japoneses rindieron sus armas, se quedaron ensayados. No hubo espectáculo y tocó conformarse con las babosadas de la parlamentaria uribista que se hizo famosa por pedir el infierno para García Márquez. La oposición no dio para más.
Amigos de recordar el pasado, trajeron a la mente sabio refrán que señala lección que debemos aprender: ‘’el que desconoce la historia está obligado a repetirla’’. Y a nosotros nos distingue precisamente el desconocimiento de nuestro pasado, la ignorancia sobre nuestra herencia, que bien puede titularse con el nombre genérico de ‘’segunda patria boba’’ como los primeros años de nuestra vida independiente cuando, en lugar de unirnos para combatir al enemigo común, nos enfrentamos en guerra fratricida.
Nueve guerras civiles nacionales y varias regionales nos enfrentaron en el siglo 19, época en que en lugar de buscar el desarrollo, el progreso, la construcción de una gran nación, nos enfrascamos, como ahora, en dos bandos irreconciliables, lo que permitió la pérdida de parte importantísima de nuestro patrimonio, el istmo de Panamá, y otros pedazos.
Si arrancamos con una absurda guerra y después perdimos parte importante, lo obvio era coger vergüenza, como se dice popularmente. Pero no. Seguimos en las mismas y mantuvimos un atraso que no ha permitido el desarrollo que necesitamos. .
La mayor parte del siglo 20 nos enfrascamos en guerra fratricida, que después de 60 años, arrojó el balance de 300.000 muertos, centenares de pueblos destruidos, atraso, odio y el rechazo de las naciones civilizadas. Juan Manuel Santos logró lo imposible, en medio de la apatía y de la mala leche de la extrema derecha, la misma que inició la violencia.
La guerrilla entregó más de siete mil armas, la mayoría en buenas condiciones. Pero los profetas de la mala fe dijeron que el número era mayor, que hacían falta los cohetes tierra-aire y que dónde estaba el dinero. En fin, no encontraron nada bueno, pues el interés es continuar la guerra, que enriquece a unos pocos y empobrece a la mayoría de los colombianos.
Las casandras hicieron su agosto en el actual gobierno Sirvieron los intereses de personajes enfermos de la envidia y la mala fe. Vaticinaron todo tipo de tragedias y tuvieron éxito al sembrar la duda y la amargura. No son buenos colombianos: quieren el fracaso del país. La historia los condenará. GPT