El fracaso de las encuestas en el campo electoral, han sido en los últimos tiempos, verdaderamente histórico. No aciertan ni una. La última, la peor de todas, fue la que vaticinaba el triunfo de la candidata demócrata Hillary Clinton, en las elecciones de Estados Unidos. La dama fracasó y nos hizo perder las esperanzas de que continuaran los logros del presidente Barack Obama, quien pasará a la historia como uno de los más grandes mandatarios del siglo 21.
Las encuestas, que eran muy acertadas, entraron en franca decadencia en los últimos años. De mostrar los gustos en materia de jabones, champús y toallas higiénicas, decidieron dar el brinco al campo político, donde les iba bien hasta que empezaron a meter la pata. Tal vez se dejaron influenciar por los gustos personales de los encuestadores o, como lo dije en alguna oportunidad, les empezaron a fallar no los números sino la buena fe. Porque de señalar la tendencia en una elección empezaron a manipular las cifras para apoyar a un partido. En Estados Unidos, que era el inventor de la moda de las encuestas, en la última elección se sufrió la intervención, nada menos que del FBI, para ayudarle al candidato de la derecha, cuya victoria puede atribuirse en parte al empujón que le pegó el organismo que era ejemplo de limpieza y se convirtió en una especie de sucursal del viejo DAS.
En fin, como decía desaparecido mandatario colombiano, las tendencias políticas no son las que dicen los encuestadores –que fabrican un tipo de embutidos al gusto de cada quien- y empezó una época de fracasos, que en los últimos años, han fallado en temas tan importantes como la división de los británicos sobre la Unión Europea, luego con la votación sobre el plebiscito en Colombia y culminaron nada menos que con la elección en Estados Unidos, donde se vaticinó la elección de Hillary Clinton, quien terminó derrotada.
El fracaso de las encuestas se ha debido, sobre todo, a un factor imposible de calcular: la mentira de muchas personas, que para evitar la vergüenza, anuncian su voto por la tendencia que, según los medios, es la mayoritaria pero que en realidad no lo es. Así, es imposible saber lo que va a pasar. Es como anunciar un huracán o un terremoto o conocer la edad de una mujer.
¿Cuál es la solución? Difícil, aunque me atrevería a proponer uno de dos caminos: dejar esa absurda moda que busca conocer lo que va a hacer la gente, o colocarle un detector de mentiras a todos los entrevistados.
También sugeriría abandonar la costumbre de molestar a las damas sobre temas que no les interesan, como la política y el fútbol. Sería mejor hablar con ellas de belleza y de modas.
P.D. Se informa que se están enviando a Europa las ranas venenosas. Ojalá mandaran también a los sapos, animales que nos hemos tenido que comer y abundan en Colombia, especialmente entre los envidiosos y los resentidos, como cierto personaje que no duerme cada vez que ve a su odiado rival en televisión, especialmente atendido por la reina Isabel de Inglaterra. GPT