Hace dos semanas, se produjo una balacera sobre la Diagonal Santander frente a un establecimiento de gran superficie. La cola de vehículos era extensa, alrededor de las siete de la noche. El resultado, una persona muerta y una herida.
Lo grave del asunto es que el asesinato se produjo a menos de quinientos metros del comando de la Policía Metropolitana.
Es indudable que la víctima pudo ser seguida hasta quedar atrapada en medio del caos vehicular, que no solo sucede en la citada arteria vial sino en su gran mayoría. El desenlace pudo ser peor, puesto que la autoridad encontró más de media docena de vainillas, sin contar aquellas que los curiosos presuntamente se llevaron.
Días después, la Policía Nacional ubicó un amplio retén en el mismo sitio de los acontecimientos, no tengo idea con qué fin, toda vez que sería imposible que los autores del crimen, recorrieran la ruta utilizada y es cuando los demás conductores pensamos: “ya para qué”.
El problema de inseguridad es uno de los principales flagelos que azota la ciudadanía y por eso, la tarea que a diario realiza nuestra querida institución es muy compleja, habida cuenta que si bien es cierto que existe una base de datos de personas requeridas por la autoridad y que ofrecen peligro inminente a los ciudadanos, no menos cierto es que la autoridad no posee la información de los vecinos y por eso el riesgo es mucho mayor.
En ningún momento crítico los retenes. No. Lo que no me parece es que las personas que realizan la actividad, tienen un extraño sentido para la selección de automotores a revisar, soportado en que por lo general hacen detener la marcha a vehículos de baja gama con familias completas en su interior, mientras por el mismo sitio transitan camionetas de alta gama que no son objeto de las rigurosas requisas.
Es una tontería ubicar retenes e incrementar la seguridad en el sitio donde ocurrió un crimen, cuando son muchos los sitios que requieren policías que regulen el tránsito en una ciudad cuyos contratistas de obra trabajan en horarios de oficina, logrando altos niveles de estrés en los conductores que se vuelven blanco de las improvisaciones en cuanto a manejo de movilidad.
Las tareas de seguridad en las vías internas de la ciudad, deben ir de la mano con la regulación del tránsito automotor, en aquellas en donde es común el infarto vehicular y en cuanto a los retenes, afinar la lógica porque no todos los que poseen camionetas son delincuentes ni los que poseen vehículos de gama baja son personas de bien.