Son famosos en la historia los juicios que fueron un montaje para ocultar verdades que eran muy inconvenientes.
Recordamos el juicio a finales del siglo XIX contra el capitán judío del ejército francés Alfred Dreyfus, acusado de espionaje, para esconder al verdadero culpable, un militar conservador, monárquico y nacionalista, que a su vez destapó el antisemitismo en el estado francés. Ese montaje burdo, como casi todos los montajes, llevó al famoso escritor Emile Zolá a escribir unas columnas recurrentes llamadas “Yo acuso”, donde destapaba el montaje y lo que éste escondía.
Otro famoso montaje fue el juicio por el incendio del Reichstag, donde el principal acusado Marinus van der Lubbe, un judío que según la acusación también era comunista, y era un personaje más bien con algunos problemas mentales. En el juicio, fue famoso el debate entre Hermann Göring, segundo del régimen nazi, y responsable real del incendio, con otro acusado, de apellido Dimitrov quien lo enfrentó a sus mentiras, lo que lo hizo salir de sus casillas y amenazarlo ante el silencio de los jueces. El juicio-montaje sirvió para eliminar los demás partidos políticos y acelerar la solución final del proceso judío.
Y están los juicios-montaje de la Unión Soviética estalinista, los de la santa inquisición contra sus enemigos, los de Fidel contra unos militares cubanos, y un largo etcétera.
Y este semana fuimos testigos del montaje de la JEP con las farc para asignarse el asesinato de Álvaro Gómez Hurtado, en el interrogatorio que Mauricio y Enrique Gómez hicieron a Carlos Antonio Lozada, que puso a éste en ridículo al no saber responder preguntas básicas del “comandante militar” responsable del acto, como cuantos murieron en el atentado, que armas se usaron, que hicieron después los asesinos, entre otras muchas, que mostraron a un Lozada ignorante y gagueando, esperando el socorro de los magistrados de la JEP, el cual llegó rápidamente, diciendo que ya Lozada había contestado todo y que la audiencia debía aplazarse. Los honorables magistrados pelaron el cobre, como en todo juicio de encubrimiento.
Ahora, la pregunta importante es a quien buscan salvar de la responsabilidad penal, porque, como vimos en los casos anteriores, no se salvan del juicio de la historia. Cómo dicen en las películas de detectives, hay que saber quién tenía el motivo, la oportunidad y los medios. Es claro para cualquier persona racional que el gobierno de Ernesto Samper y su probada vinculación con el cartel de Cali fue un desastre en busca de evitar su caída.
Serpa le hacía la vuelta de controlar la revuelta social. Lo llegaron a apodar “donde firmo”, pues a toda manifestación llegaba firmando todo; que fueran a cumplir, ¡mamola!, lo importante era parar la revuelta. El gasto del gobierno se disparó pagando todo tipo de apoyos políticos y judiciales. Álvaro Gómez era una voz fuerte en el ambiente político y los Gómez leyeron una carta del secretariado de las farc donde lo invitaban a reunirse para hablar de paz y ofrecerle su apoyo para la presidencia. Gómez, días antes de su asesinato, había pedido la renuncia de Samper; motivos tenía éste. Los medios se los daba el narcotráfico y sus tentáculos en la institucionalidad. La oportunidad era sólo cuestión de hacerle seguimiento.
¿Por qué las Farc le hacen el favor a Samper? Primero, no pierden nada, pues los juzga su propio juez: impunidad garantizada. Segundo, parecen estar devolviendo un favor. ¿Pero, a quién? No está clara la relación farc-Samper, pero si se sabe la relación farc-Juan Manuel Santos, personaje éste último que estuvo muy activo en el derrocamiento de Samper, y que tal vez quiera esconder algunas cositas. El pago es al Nobel.
Cómo cambian los tiempos: hoy los Danieles (Samper) son la voz moral de Colombia y las farc acusan. El daño moral del gobierno Samper a Colombia, no tiene parangón sino hasta Juan Manuel Santos.