Hace 11 años, en un amanecer de un 8 de diciembre, la señora María Isidra Vera vio de primera mano cómo una de las paredes de su casa se desplomaba por completo. Lo que venía advirtiendo tiempo atrás por afectaciones de lluvias y falta de una mano solidaria, finalmente se cumplió, y todo el muro se vino abajo.
Ahora, a sus 72 años de edad, vive sus días en zozobra y sus noches en vela. Según sus vecinos, desde que quedó viuda, no tiene nadie quien la ayude ni algún familiar que se haga cargo de ella.
Como pudieron, la misma comunidad ayudó a ensamblar un muro de contención improvisado. Para ello reunieron tablas, láminas de zinc, palos, bloques y cabeceras de camas, sujetados por lazos y alambres.
Cuatro perros callejeros son su única compañía, y sus guardianes en caso de que alguien intente ingresar a la propiedad, pues desde hace tiempo, una oleada desenfrenada de robos ha mantenido a la comunidad al vilo de la incertidumbre.
“Cuando me doy cuenta de que ladran y ladran, es porque algún desconocido se acerca, entonces los vecinos y yo salimos a mirar y se van”, relató la mujer afectada.
Entre los robos más recientes, frecuenta el vandalismo y desprendimiento de rejas, portones y contadores de agua y sus tapas.
“Ella es de la tercera edad y no tiene nada quien la ayude. Además, la pared da un mal aspecto a la cuadra porque desvaloriza las demás casas”, dijo una habitante.
Ante esto, la Secretaría de Gestión del Riesgo adelantará revisiones técnicas por parte de los ingenieros adscritos al despacho.