Muchos problemas han sacudido al barrio Los Olivos con el paso de los años, pero esto no sido impedimento para que sus habitantes continúen trabajando por convertirlo en uno de los mejores referentes de la Ciudadela de Juan Atalaya.
“Cuando llegamos aquí, no había iglesia, las calles eran de tierra y cuando llovía se llenaban de barro. Trabajamos fuertemente con la comunidad para que fuera un mejor lugar para todos”, comentó Alcira Picón Pérez, líder comunal.
En los años 90, los habitantes más antiguos recuerdan que el servicio de transporte era pésimo por las condiciones de las calles; las personas tenían que caminar trayectos largos para poder dirigirse a los paraderos de busetas y de allí tomar la ruta a cualquier lugar de la ciudad.
Consecuencia de esta situación, la comunidad gestionó con el gobierno local de aquel entonces la pavimentación de las vías. Sin embargo, luego de 25 años de historia, este barrio de la comuna 8, si bien ha tenido grandes cambios, aún lo agravan las afectaciones.
Época marcada por el conflicto
Quienes son más longevos en la zona cuentan que, a finales de la década de los 90, se vieron expuestos a vivir en carne propia el conflicto interno. Los grupos al margen de la ley eran los únicos señores del territorio.
Cada cierto tiempo, los obligaban a reunirse en la cancha del barrio para darles a conocer las órdenes que debían acatar. El que no cumpliera con los mandatos, sufría graves consecuencias.
“Esa es la parte oscura de la historia del barrio. Muchas personas que llegaron aquí tuvieron que dejar atrás sus viviendas e ir a otras zonas de la ciudad. El miedo era inmenso. Sobre todo, cuando venía el Ejército Nacional, porque nos veíamos en medio del enfrentamiento”, describió un habitante del barrio.
A principios de los años 2000, la zozobra incrementó con la llegada de las Autodefensas Unidas de Colombia (Auc), quienes impusieron su ley de sangre y muerte con amargos recuerdos de un amplio historial de víctimas.
Inseguridad
Ahora, aquellos tiempos oscuros amenazan con regresar, no por grupos organizados, sino por la delincuencia común que se prolonga desde la ciudad. Del alarmante consumo de drogas tampoco se salvan, por casos que se presentan casi a diario.
“Un día se metieron a la casa y me robaron cosas importantes. Logramos dar con el responsable de los hechos, pero regresaron para amenazarme. La situación en el barrio está fuera de control”, contó un vecino que pidió mantener su identidad en el anonimato por temor a represalias.
Vías de barro
Cada vez que llueve en la ciudad, quienes viven en el barrio Los Olivos no disfrutan de esta situación como lo hacen muchos cucuteños de otros barrios más privilegiados. Todo lo contrario, añoran que no suceda.
Allí las personas se preocupan por lo que puedan pasar con su viviendas y enseres a causa las gruesas capas de barro que se apoderan del sector.
Dos calles importantes del barrio no cuentan con pavimentación, convirtiéndolas en un problema con las lluvias torrenciales. El lodo y las lagunas que se forman imposibilitan la circulación peatonal y vehicular, porque solo con maquinaria se puede hacer la limpieza de las vías.
“No todas las calles están en buenas condiciones, la tercera y la séptima son un problema al que aún no se le ha dado solución. En la última ola invernal, el barro nos llegó hasta las rodillas y era imposible salir de las casas”, mencionó Picón.
Además, explicó que la empresa Veolia fue la que se encargó de la limpieza en el sector con la remoción del material que bloqueaba el ingreso a las viviendas.
Lo positivo
A pesar de estos problemas que amenazan con el progreso, en Los Olivos potencializan sus escenarios deportivos, de esparcimiento y educativos, para que niños, niñas y jóvenes se dediquen en sus tiempos libres a actividades que los alejen de problemas frecuentes como el consumo de sustancias sicoactivas.
Al parque Los Olivos, la Gobernación del departamento le invirtió más de 500 millones de pesos en el año 2018. La obra lo dotó de máquinas biosaludables, piso de adoquín, áreas de jardín, andenes compuestos, señalización táctil, graderías y dos canchas, una de tierra para fútbol y otra de microfútbol con cubierta.
La Parroquia Santa María Mazzarelo, antes era solo una capilla con tejas de zinc, que se construyó con fondos de la comunidad. Ahora está en remodelación para que devotos religiosos puedan asistir a un encuentro espiritual más ameno.
También poseen el Oratorio de Los Olivos, donde los hermanos de la Sociedad Salesiana brindan apoyo comunitario a los más pequeños y los asisten en actividades culturales, educativas y religiosas.
A Beto todos lo conocen
Al personaje del barrio le dicen Beto. Él suele caminar por las calles del barrio cada día, sin excepción. Muy pocas personas le conocen el nombre completo, pero todos lo identifican como un adulto mayor que casi todo el tiempo lleva una pipa en su boca como su más preciado tesoro.
Beto tiene alrededor de 65 años. La edad se nota en su rostro arrugado, en su cabeza las canas lo afirman y su alegría hace rebosar a cualquiera con fuertes carcajadas.