Construido en un terreno en descenso, entre estrechos callejones y abundantes árboles, se encuentra el asentamiento La Florida, que recibe su nombre en inspiración a las plantas de tuna y ‘chinitos’, principales atractivos que enamoraron de estas tierras a los primeros habitantes.
Las primeras casas se erigieron hace 40 años. Para el 25 de noviembre de 1986, surgió la Junta de Acción Comunal (JAC). Las gestiones iniciales los dotaron de los servicios de energía eléctrica y agua; antes debían cargar baldes cada vez que el carrotanque los abastecía.
La capilla Nuestra Señora de la Salud fue iniciativa comunitaria, pero recibió todo el apoyo del sacerdote Jorge Andrés Flórez. Dependientes de la parroquia Santa Lucía, en el asentamiento El Paraíso, esperan que algún día se logre su sueño de obtener el ascenso de rango del templo.
La única cancha fue intervenida en el 2019, junto con un proyecto en el que se construyó el parque. Hubo un tiempo donde lo frecuentaban los consumidores de drogas, pero el eficiente accionar de la comunidad los ahuyentó y regresó la calma.
“Cuando llueve, la cancha se convierte por completo en lodo y debemos dejarlo secar hasta tres y cuatro días”, dijo Higuera.
La legalización, el obstáculo
Sandra Higuera, presidenta de la JAC, manifestó que son muchos los años de existencia que lleva este sector de la ciudadela Juan Atalaya y, pese a ello, no han sido legalizados.
Siempre que intentan dar un paso adelante, sienten que retroceden dos más, pues cuando abren una puerta para beneficiarlos, se encuentran con una pared.
“El pero, según Planeación, es porque estamos en alto riesgo, pero desde el invierno de 2011 no hemos tenido ningún inconveniente. En la administración nos han dicho que viene un proyecto de legalización de nuevos barrios, nosotros esperamos entrar en ellos”, expresó Higuera.
Consecuencia de ese obstáculo, el arreglo de vías ha sido el mayor problema. Alrededor de nueve calles están en mal estado, algunas nunca han sido intervenidas y están totalmente en tierra, otras fueron pavimentadas gracias al programa comunidad-gobierno, pero con el tiempo se han deteriorado.
Aunque manifiestan haber solicitado el arreglo en la administración anterior, no se consiguió, y en la actual adelantan gestiones para lograrlo. Siendo la calle 4 la que sirve como entrada principal y la que los conecta con otros barrios, consideran una vergüenza su estado.
Estratificados por error
Por ser un barrio vulnerable, Planeación Municipal los catalogó en estrato uno, pero el año pasado, tras una encuesta actualizada por el Sisbén, un error de digitación los catapultó al estrato más alto del programa, el nivel D.
“Aquí la mayoría son beneficiarios de Jóvenes y Familias en Acción, pero si no actualizan el Sisbén pronto, les van a quitar el subsidio. Es una controversia, porque somos gente humilde que realmente necesitan esos subsidios y, en su mayoría, viven en ranchos de tabla”, puntualizó Higuera.
Problemas a cielo abierto
Al ser un barrio construido en descenso, las aguas negras son un “problema a cielo abierto”. De acuerdo con Higuera, todas las casas evacúan las aguas a la intemperie por falta de una canalización de parte de la empresa encargada del servicio.
El alumbrado es otro asunto que consideran urgente. Hay zonas completas a oscuras, como la escuela y el sector La Rinconada, que después de las 6:00 de la tarde, son intransitables.
“Es imposible pasar por ahí. El sitio se presta para que la delincuencia se concentre y haga hurtos a los que pasen. Desde el 2017 venimos solicitando el alumbrado, supimos que llegó la aprobación, colocaron la expansión, los postes y las redes, pero las lámparas nunca llegaron”, declaró la presidenta de la JAC.
Poseen también un lote reservado para construir el salón comunal, pero la falta de recursos lo ha hecho imposible. Por medio del SENA, están estudiando la posibilidad de construirlo y brindar allí capacitaciones para la comunidad.
“Aquí hay muchachos que quieren salir adelante, quieren estudiar, pero no tienen la posibilidad ni lo recursos económicos para hacerlo”, dijo Higuera.
Inversión para la escuela
La escuela José Bartolomé Celis, sede del colegio Mariano Ospina Rodríguez, es el sitio común que más tiempo lleva de haber sido construido en La Florida. Allí los niños de primero a quinto primaria reciben educación en jornada única desde las 7:00 de la mañana hasta las 3:00 de la tarde.
Una vecina, por voluntad propia, se ha hecho cargo de cuidar y asear la escuela mientras los estudiantes reciben educación de manera virtual.
“Cuando los niños están en plena clase, las aguas negras corren por un lado. Además, no hay agua y los sanitarios no sirven, necesita inversión para cuando regresen a la presencialidad”, dijo un habitante.
Escondidos
Para los habitantes de esta zona, estar escondidos del resto de Cúcuta ha representado una desventaja, porque para acceder al transporte público deben desplazarse hacia Motilones.
“Ante cualquier emergencia, nos vemos en problemas para salir, son los muchachos que trabajan como mototaxistas los que nos colaboran con llevarnos hacia la principal, porque la cuesta de aquí es terrible para salir a pie”, manifestó un habitante.
Los puestos de salud más cercanos están en Ospina Pérez y Claret, pero expresan que en ocasiones no son atendidos y deben ir mucho más lejos.
Centro de Atención Inmediata tampoco poseen, la acción policial que los cubre se origina desde Ospina Pérez y, para cuando han llegado los oficiales, ya el ladrón ha escapado.
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