Algo tiene el periodista más famoso y reconocido de Norte de Santander. Tal vez sus pobladísimas cejas, distintivo con el que la gente lo reconoce por encima del tapabocas que usa en su trabajo mientras barre las calles de Cúcuta y que, de algún modo, son el símbolo de su naturalidad cuando hace reportería con el uniforme de Aseo Urbano.
Puede ser también su sencillez y el talento nato para presentar informes sobre cómo transcurre el día a día de los llamados ‘escobitas’.
Sin vanidad, pero sin timidez, Fermín Alviarez admite que registra bien en las cámaras y aunque no se ha contagiado de complejos por ser una celebridad en las redes sociales, sí tiene una certeza que le da altivez: que la vida le cambiará por la aceptación del público cuando hace noticias de la basura, y recoge el muladar que sus paisanos arrojan donde les da la gana.
Desde el año pasado, y en una de esas ‘arrecheras’ que siente cuando la basura supera la paciencia del equipo de barrido, Fermín decidió en una noche lluviosa tomar su teléfono celular, grabar un informe y demostrar cómo la falta de cuidado ambiental inundó las vías de la ciudad.
A las dos de la mañana, cuando llegó a casa después de trabajar, subió el video a su página de Facebook y literalmente barrió en la red social.
“Yo no lo podía creer… Pasar de 200 seguidores a más de 3.000, fue impresionante”, cuenta mientras abre los ojos, asombrado, como si recién diera clic a su perfil y viera el inmenso aumento de fanáticos por los que tuvo que desactivar momentáneamente los datos del teléfono, porque “la timbradera con notificaciones era imparable”.
Hace rato superó los 6.000 seguidores, que seguramente sumarán más aunque deje de ser el reportero de las avenidas, el del uniforme naranja, y al que la gente sigue desde Aguachica, Bogotá, Armenia, y hasta Nueva York.
Aunque sus recorridos cambian cada 15 días, desde hace meses cumple los turnos en la noche porque comenzó las prácticas de su formación técnica en comunicación social y medios.
Antes, barría durante las sofocantes mañanas de Cúcuta, pero ahora lo hace mientras los vendedores ambulantes recogen sus puestos, las prostitutas salen a ofrecerse, o a ser ofrecidas, y enormes ratas se deleitan en el rancio manantial de las bolsas de desechos.
Una de sus rutas frecuentes es la de la avenida séptima, desde la calle 18 hasta la antigua cárcel Modelo, hoy centro comercial La Merced. El inicio de la jornada, a las 6:00 de la tarde, es sencillo, pues la gente en los barrios “no hace mucho reguero”. Sin embargo, la parte engorrosa llega después del centro comercial El Oití.
En la zona, las ventas ambulantes dejan una larga estela de plásticos, envases, botellas y vasitos de tinto hasta el canal Bogotá. Para cuando llega a la calle octava, son las 10:00 de la noche.
“Aquí es donde realmente comienza la ruta, y… pues, siempre… ya va uno mamado…”, dice enjugándose el sudor con la manga del uniforme.
Por fortuna ha perdido peso, porque cuando iba a entrar a trabajar a la empresa de aseo para pagarse una carrera y ayudar con los gastos familiares, casi no lo logra por estar más gordo.
El comienzo fue complicado. Fue arduo acostumbrarse al ritmo de barrer y empacar basura en unas 200 bolsas -que es el promedio de desperdicios acumulados en cada jornada-; soportar que le cayera “porquería” en la cara; o sentir rabia cuando el día de las velitas, no pudo disfrutar a plenitud con su familia porque la basura se tragó la ciudad.
“Empezamos a mediodía y eran las 10:00 de la noche y no acabábamos, pero los 19 guerreros seguimos haciendo el trabajo por la ciudad”.
Tampoco es sencillo escuchar críticas luego de difundir sus videos con frases como: “para eso le pagan”, o “si no hubiera basura, usted no podía comer”.
Esa lógica no es la suya. “Si botan basura, no me dan trabajo. Sería como si yo le rompiera a alguien un diente, para que trabaje el odontólogo”.
Lo único que no ha sido difícil es ser reportero; eso se da espontáneamente como la admiración que expresa por Juan Roberto Vargas, uno de sus presentadores predilectos que, afirma, hace una gran pareja de set con María Lucía Fernández.
En la casa de tabla que próximamente remodelará Aseo Urbano como premio por su innovación, buen desempeño y popularización de la empresa, disfruta viendo noticieros. En su hogar, no voltea ni a mirar la escoba, pero la cámara... la cámara es para siempre, porque el periodismo está en él.