Hace ocho años Jineth Bedoya, una reconocida periodista judicial y reportera de guerra, fue noticia en primera plana y ocupó los espacios radiales y de televisión, tras romper con el estigma que tienen las personas víctimas de violencia de género.
El 25 de mayo del año 2000 fue secuestrada, golpeada y violada, sin embargo, como la vida da tantas vueltas, esa vez no fue ella la que estaba detrás de los micrófonos: casi muerta, como ella misma lo dice, tuvo que enfrentarse al periodismo deshumanizado, aquel que no repara el daño ni es consciente de la privacidad.
Ahora, 17 años después, es la cara visible de la campaña 'No es hora de callar', un movimiento creado para pedirle a las mujeres que no silencien la violencia de la que son víctimas, pero que también le brinda herramientas a los periodistas de todo el mundo para que hagan un mejor cubrimiento sobre noticias que involucre la violencia de género.
¿Qué tan grave es este fenómeno?
Cuando yo decidí hace 8 años hablar de lo que me había ocurrido, de mi secuestro, de la tortura y de la violación que sufrí, nació la campaña 'No es hora de callar'.
‘No es hora de callar’ se convirtió en un movimiento, no solo para pedirle a las mujeres que no silencien la violencia de la que son víctimas, sino que también decirle a los hombres que es necesario levantar la voz en contra de la violencia de género, teniendo en cuenta que es uno de los peores problemas que no solamente tenemos en Colombia sino a nivel global.
¿Cómo cumple su misión de activista y periodista?
Según Naciones Unidas, 1 de 3 mujeres en algún momento de su vida va a ser víctima de violencia y creo que yo asumí como responsabilidad, al quedar viva, hacer algo contra este problema desde mi profesión. Yo soy periodista y en algún momento me volví activista, no sabía que lo era y trato de combinar las dos cosas para generar conciencia, pero ante todo para cambiar las realidades frente a la violencia de género.
¿Se sintió revictimizada?
Cuando yo fui secuestrada el 25 de mayo de 2000 y muchas horas después del secuestro me llevaron a una clínica en Villavicencio y como es lógico en el contexto de este país, lo primero que pasó fue que llegaron los periodistas. En ese momento yo necesitaba apoyo, más que material, era espiritual, porque estaba casi muerta y en ese momento lo que me pidieron los colegas periodistas fue un testimonio sobre el secuestro para enviarlo a Bogotá. Lo primero que pensé fue que si lograba sobrevivir no quería volver a hacer ese periodismo, porque como corresponsal de guerra o periodista judicial lo había hecho muchas veces también.
¿Qué opina del periodismo?
Vivimos en un periodismo muy deshumanizado, muchas veces de espectáculo; no nos ponemos en los zapatos de la víctima y lo que nos interesa son 'likes' o 'retuits' y nos olvidamos de nuestra función comunicadores, que es comunicar y hacerlo de la mejor manera
¿Por qué es importante informar?
Los periodistas tenemos una labor fundamental que es informar y hay informaciones que no podemos obviar. Si hay situaciones que se conocen públicamente, porque las mismas autoridades nos lo denuncian, lo mínimo que tenemos que hacer es mostrarlo, pero el asunto es cómo lo comunicas.
¿Por qué el tema es tan delicado?
A los periodistas nos critican mucho porque con el tema se violencia de género se nos dice que estamos sobreexponiendo a las víctimas, además porque se nos volvió tema del día hablar de feminicidio. No es porque el tema esté de moda, sino que la violencia de género tiene unas dimensiones muy grandes, que ahora sí las estamos sintiendo. Es importante que se visibilice porque en la medida que los periodistas dan a conocer los hechos, van a generar unas reacciones en esas entidades que son las responsables de frenar estos delitos y de aplicar justicia y sobre todo de ayudar a las víctimas.
¿Qué piensa del Estado?
Colombia tiene una deuda en ese tema y es que no hay un apoyo psicosocial o material después del ataque. A veces la ley pareciere permisiva, pero existen normas y herramientas, pero lo que pasa es que no las utilizamos.