Los salones, que años atrás recepcionaron pasajeros, se encargaron de hospedar durante seis años a los estudiantes de bachillerato.
Pupitres, escritorios y tableros se podían divisar en la vieja estructura. Como el número de alumnos crecía año tras año, algunos llegaron a recibir las clases en plena calle, bajo la sombra de los árboles.
“Eramos el único colegio de la época que funcionaba de esta manera. Nadie creía que los profesores tuvieran que dictar las asignaturas de esa forma y que los educandos debieran educarse así, pero era la única forma de hacerlo”, recordó Clemencia Garnica, rectora de la institución.
El colegio que nació en 1993, luego de varios traspiés, tuvo que iniciar la jornada académica con 30 estudiantes y dos profesores en la antigua casona ante la falta de una estructura propia.
La necesidad de crear un plantel que les permitiera a los niños de El Salado continuar con sus estudios de bachillerato hizo que Garnica no ahorrara esfuerzos.
El 5 de octubre de 1993, la docente llegó con el Acuerdo que le dio vida al colegio Eustorgio Colmenares Baptista trayendo la educación secundaria al barrio catalogado como zona roja, hace 20 años.
“Quisimos hacerle un homenaje al doctor Colmenares tras su asesinato. Meses atrás habíamos presentado el proyecto del colegio junto al exconcejal Julio Vélez Trillos con otro nombre y no se nos dio. El señor Colmenares nos trajo el aval para este sueño”, explicó la rectora.
Una controvertida construcción
Durante la celebración del primer aniversario del plantel, los directivos hicieron comprometer al entonces alcalde Pauselino Camargo en la construcción de la institución educativa. Las clases no solo se tomaban en la estación del ferrocarril sino también en la capilla del barrio. Solo hasta 1998 empezó la obra.
En 1999, luego de que la construcción se parara, estudiantes y profesores, cansados de trabajar en la incomodidad de la calle, decidieron tomarse el colegio pese a que estaba en obra negra.
“Nadie respondía por los trabajos de la sede. Nunca nos la entregaron. Así que la invadimos y empezamos a dictar clases en salones sin rejas y puertas, en una sede sin encerramiento alguno”, indicó Garnica. “Luego volcaron los ojos en nosotros y logramos culminarlo”, relató.
Por medio de rifas y bazares pudieron encerrar con muros la institución educativa.
En 2003, el colegio contaba con laboratorios, y antes de terminar 2004 ya tenía coliseo propio.
Ese mismo año, el Eustorgio Colmenares se fusionó con las escuelas del sector. El Salado, San Gerardo, El Cerrito, Gilma Calzado, y la escuela rural Nuevo Porvenir le fueron adjuntadas.
De esta forma, los 30 estudiantes que iniciaron en 1993 se multiplicaron. La institución cuenta ahora con 2.700 alumnos en sus distintas sedes.
El esfuerzo, el empuje y el sacrificio del alumnado y de los docentes se ve plasmado en las modernas instalaciones. La estructura de tres pisos se levantó con dos décadas de trabajo y perseverancia.