Diversos e ingeniosos, así son los empleos a los que recurren las personas para ganarse la vida en Cúcuta, una de las ciudades con mayor informalidad del país.
Rezarle a los muertos, por ejemplo, es una de esas actividades raras que hace la gente para sobrevivir en la capital de Norte de Santander.
Ese, precisamente, es el servicio que ofrece Pedro Jesús Maldonado, un hombre de 50 años que no vende ningún objeto material y que solo vive de predicar la palabra de Dios en las tumbas.
Aunque no ofrece camándulas, estampitas o algún elemento religioso, durante la Semana Santa su oficio tiene gran demanda entre los feligreses que le piden una oración por el alma de sus familiares muertos.
Quince minutos de plegarias son suficientes para aliviar la carga emocional de quienes escuchan su mensaje, que a cambio le retribuyen con unos pesos por su servicio.
¿Cómo trabaja?
Una biblia, una camándula y una palabra sabia en el momento adecuado son suficientes para que Maldonado goce de aceptación entre la comunidad, que le permite compartir la santa palabra.
Pedro goza de gran oratoria y por su amabilidad logra ganarse la confianza de quienes lo oyen.
La mayor parte de su tiempo se encuentra en el campo santo, a la espera de clientes. Con cantos católicos ameniza el momento y con su biblia en la mano recuerda algunos versículos bíblicos que le dan credibilidad.
"Todo el tiempo estoy en el cementerio, aunque en ocasiones no vengo porque tengo imprevistos" u otras tareas, dice Maldonado, mientras comenta que el martes en la mañana no fue a las tumbas, porque asistió a un asilo.
Su servicio suena curioso, pero desde hace más de cinco años viene haciéndolo sin pausa, lo que le ha generado reconocimiento entre los afligidos.
Nunca para de orar. Sus conocidos dicen que todos los días y en todo momento Pedro está predicando. Algunas veces va a los ancianatos, a los hospitales o a donde lo soliciten. Sin embargo, su espacio preferido es bajo los frondosos árboles y verdes prados de los cementerios, donde el olor y la sensación de la muerte rondan.
"Su voz es cálida, suave, de paz. Sus palabra siempre reconfortan, quizá esa es la terapia que le ha valido ser reconocido y solicitado", dice una mujer que lo conoció en un cementerio de Los Patios.
La última vez que Pedro Jesús recuerda haber hecho una cosa diferente a rezar fue hace 30 años, cuando se dedicaba a las labores del campo.
Pero como por obra y gracia, luego de sufrir dos ataques que lo mantuvieron en coma, uno de ellos provocado por una puñalada en el estómago, un día se inclinó por la teología. Después de eso, no hubo nadie que detuviera su vocación. Él solo hizo hasta quinto de primaria.
Su obra 'patentada'. Uno de los casos que más le ha traído reconocimiento como orador, dice, fue la sanación de Eduardo Peñaranda, un hombre moribundo que vivía en el barrio La Cabrera. "Ese es un milagro que está patentado (escrito) en Roma, en la Santa Sede. Eduardo sufría de agrandamiento de corazón y estaba a punto de ser operado de urgencia porque iba a morir, pero en el último momento el cirujano dijo que ya no era necesario", comentó.
Maldonado concluye que "el Señor Jesucristo me usó como su herramienta de sanación por medio de la oración. No fui yo, fue Dios y la fe de ese hombre".
Aunque tuvo esposa y tiene un hijo de 11 años, su devoción por la oración lo alejó de su familia. Ahora vive solo y dice que su mayor aliento es brindarle compañía a esas familias que están tristes por la muerte de un ser querido.
La venta de plegarias: ¿Cuánto vale una de sus plegarias? ¿Se puede vivir felizmente de su oficio? Son algunas preguntas que le hacen los curiosos.
Pedro, como si ya estuviera acostumbrado a responder lo mismo, comenta que se apega a un versículo bíblico que dice: "trabájenme que yo me encargaré de ustedes".
Por sus servicios de oración no tiene un precio fijo, pero dice recibir más de lo que espera a diario.