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Cultura
Gabriel Pabón Villamizar, una vida de escritor y docente
Ganó el concurso de cuento Jorge Gaitán Durán 2017. 
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Cicerón Flórez Moya
Cicerón Flórez
Lunes, 16 de Julio de 2018

En el ámbito de la cultura colombiana Gabriel Pabón Villamizar sobresale por su dedicación a la literatura, como escritor y la educación, como docente en varios establecimientos de enseñanza superior. Nació en Pamplona (Norte Santander). Ha estado vinculado a las universidades Javeriana, Andes, Pedagógica, La Salle, UIS y Central, entre otras. Fue investigador en el Instituto Caro y Cuervo. Ha realizado cursos de doctorados en filología hispánica en la Universidad de Salamanca. Es autor de los libros, En el nombre del Señor, Barrio hereje, Diario suicida de Orlando Villamizar, Yentil, el amable hombre de las nieves, Re-versiones, Crónica sentimental de Bucaramanga, El visitador y otros cuentos y Des-cuento navideño. Fue ganador del concurso de cuento Jorge Gaitán Durán 2017 con la obra Música y delirios.

En esta entrevista habla de lo que piensa y hace. 

Ganó el concurso de cuento Jorge Gaitán Durán 2017.

¿Cuál es el contenido de esas historias que hacen la obra galardonada?

El libro se titula Música y Delirios; y trata precisamente de esas dos líneas temáticas: la mitad de libro cuenta historias que tienen que ver con vivencias que, sobre la música, tienen diferentes personajes. La música tiene funciones disímiles, extremas y hasta contradictorias. Una de ellas, por ejemplo, es la de agredir. La música, en nuestro medio, deja de ser placentera y se convierte en invasiva, cuando se pone a todo volumen para imponer nuestros gustos musicales a los vecinos.  La otra mitad se refiere a distintas modalidades de delirios contemporáneos, como el pánico, la esquizofrenia y la megalomanía que genera en algunos personajes la cultura mediática y masiva. El pánico –cada vez más común y extendido-  es un trastorno propio de comienzos del siglo XX, así como lo fue la histeria clínica a comienzos del siglo XX, en la Primera Guerra Mundial. 

¿En qué otros proyectos literarios trabaja?

Acabo  de terminar una novela al que he titulado provisionalmente Medio Bolívar; trata sobre todos los enemigos del Libertador, que juntos, no alcanzaron a ser medio Bolívar. Está inspirada en unos versos de Neruda, que dice haber conocido a Bolívar “una mañana larga, en la boca del V Regimiento”, en plena guerra civil española, en 1936. También es una respuesta a la moda de hablar mal de Bolívar. Yo puedo asegurar que esa moda es producto de la ignorancia o la mala fe. O de cierta impostura iconoclasta sin fundamento. Bolívar tiene una grandeza histórica especial. Para escribir la novela, leí una treintena de libros sobre el Libertador, incluso los escritos de sus enemigos. Bolívar seguirá siendo grande. Además, es una figura apasionante, desde el punto de vista literario. Así lo han considerado escritores como Neruda, García Márquez, Mutis. Otro proyecto, a punto de terminar, es la Historia de la Universidad de Pamplona, que quiero contar con el tono con que conté, en libro de 250 páginas, la Crónica sentim
ental de Bucaramanga.  

¿Cuáles son los autores y las lecturas que han  fortalecido su conocimiento?

García Márquez fue determinante; luego vinieron Borge y Cortázar. En los últimos años me ha gustado leer y releer a los españoles Félix Grande y Paco Umbral, y a los norteamericanos Bret Harte, John Cheever, y Truman Capote, 

¿Cómo ve la nueva narrativa colombiana?

Se ha consolidado un relevo generacional que ya ha dejado atrás ese gran punto de referencia al que podemos llamar “macondismo”. Abad Facciolince, Gabriel Vásquez, Antonio García Ángel, Octavio Escobar, entre otros, son autores que han producido una obra de gran calidad, y de los que podemos esperar mucho más.    

¿Qué medición tiene del desarrollo cultural de Norte Santander?

Hay dos o tres factores que proyectan una buena  imagen del desarrollo cultural del Departamento, y específicamente en el campo literario. Los concursos Gaitán Durán y Eduardo Cote Lamus tienen un prestigio histórico enorme, pero les hace falta mayor poder de convocatoria y difusión. Me ha impresionado favorablemente la colección de autores que figuran en la antología de crónicas Un Norte por contar, concurso patrocinado por La Opinión. Contiene testimonios impactantes. Tenemos muchas historias por contar en esta región; solo faltan más estímulos y reconocimiento, y un buen eco en los medios de difusión. 

En España hay más de 1.300 concursos literarios. ¿Cuántos hay en Colombia? No pasan de una veintena. En cambio hay concursos de belleza y parrandas en cada municipio, como para exportar. Es necesario que concursos como los de La Opinión se sostengan y varíen, temáticamente.

¿Eduardo Cote Lamus y Jorge Gaitán Durán qué representan en la literatura colombiana?

Una de las más grandes cotas en la poesía no solo nacional sino continental. Son exponentes de una capacidad expresiva y un trabajo cultural que hoy echamos  de menos. Pero ya es hora de dejar de girar en torno a esas figuras, por grandes que sean.  Ya es hora de editar y re-editar la obra de Cote y Gaitán, y volcarnos a nuevos autores, que hagan el relevo. 

¿Cuál es su percepción de las universidades, en función de la enseñanza superior y en general de la cultura en Norte Santander?

La existencia de las universidades regionales siempre será bienvenida. Gracias a ellas, algunos pudimos obtener una profesión y un oficio y unas posibilidades de trabajo y  reconocimiento que luego nos permitió realizaciones personales. Hace falta estimular investigaciones académicas prácticas enfocadas en la región, y una mayor proyección social. A veces da la impresión que la academia va por un lado, y la sociedad por otro. La Universidad de Pamplona ha sido una institución que supo abrirse paso en el panorama académico nacional, y ahora vive una etapa de expansión tal vez excesiva, que pone en peligro la calidad. Lo deseable es que, ya cumplido el crecimiento cualitativo, se dedique a cualificar su calidad. 

¿Ve posibilidades positivas para Norte Santander?

Muchas, una vez superemos el círculo vicioso de la violencia. Hay sectores que quieren la paz, pero sin costo social, económico y político. Por otro lado, hay un gran analfabetismo político que se traduce en seguir ciegamente las políticas inspiradas en el miedo y la mano dura. Nos hace falta grandeza y fe en el futuro. Queremos perpetuar el status quo mientras nos garantice mínimas condiciones de supervivencia, y nos importa poco lo demás. Nos hace falta generosidad. Somos una sociedad mercantilista inspirada todavía en la consigna del  “tumbe” y la viveza. Nos movemos entre el laissez faire y la indolencia.La situación de frontera hay que manejarla con visión de futuro. La solidaridad debe ser la consigna del presente. Pero, al mismo tiempo hace falta una mayor conciencia del modelo de región y ciudad que queremos. Existe una tendencia a dejar el manejo de la ciudad en manos de los más vivos o más violentos. No podemos dejar que la informalidad quede en manos de pequeñas mafias que, motivadas en su lucro personal, quisieran convertir a la mejor Cúcuta en la peor Calcuta.         

¿Su desempeño académico en la docencia cuáles satisfacciones le dejan?

La gratitud de miles de estudiantes. La satisfacción de haberles podido cambiar en algo la concepción de vida.  Algunos de ellos son ahora escritores y profesionales reconocidos. Pero lo más importante es que sean buenas personas, y tengan una actitud crítica ante la vida y el lenguaje.  Ojalá haya yo aportado algo para que ello sea posible.     

¿La crisis de la lectura le resta dinámica al desarrollo cultural?

En contra de lo que se cree, ahora tal vez se lea más, tan solo que de manera fragmentada y discontinua. El problema real reside en qué se lee. Veo con preocupación que las nuevas promociones desprecian la lectura de la historia, por ejemplo, lo que se traduce por una actitud de ignorancia y desprecio hacia sus ancestros y mayores.

De todas maneras hace falta impulsar más la cultura del libro. Ya no se ve en las calles ni en los parques a la gente leyendo libros, sino pegados a los mensajes efímeros y superficiales del celular. Y ese apego, minuto tras minuto, les está restando curiosidad para levantar la mirada y ver el mundo.  

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