Como un buen inicio de año estimo muy conveniente que seamos conscientes de nuestros hábitos financieros para revisarlos y tener a tiempo la oportunidad de desarrollarlos y mejorarlos, en aras de tener un mayor bienestar.
Mi opinión es que los hábitos financieros que se deben tener, ordenados de mayor a menor importancia son: Primero, identificar mis gastos mensuales y priorizarlos según su necesidad. Segundo, tener un presupuesto y así limitar mis gastos para cumplirlo mes a mes. Tercero, no comprar nada que este fuera de mis capacidades económicas. Estos impulsos gastadores son controlables.
Cuarto, controlar los consumos en servicios públicos y nunca olvidemos el verbo reutilizar. Quinto, llevar un registro del estado de mis deudas y aportar una suma mayor del pago mínimo en las cuotas mensuales. Esto es un ahorro hecho mes a mes de acuerdo con nuestras capacidades. Ideal que se conserve el plazo y, de esta manera, se mejora el flujo de caja mensual y se pagan menos intereses.
Sexto, construya un fondo de emergencia para imprevistos que me garantice cubrir mis gastos básicos por un periodo entre 3 y 6 meses en caso de verse afectadas mis fuentes de ingresos. Los anteriores son los conceptos básicos de nuestros hábitos financieros y recuerda que siempre puede haber conceptos diferentes o que los expuestos se pueden profundizar.
A pesar del complicado arranque del año con nuevas cuarentenas, pico y cédula, nuevas cepas del virus, aumento de muertes y de contagiados, cierre de bares y otros establecimientos que pretenden frenar el crecimiento de la pandemia no se debe perder de vista las dos metas claves: (i) crecimiento económico equitativo con empleos y (ii) el despliegue de un plan de vacunación con eficacia contra el Covid-19, pero sin olvidar las secuelas que viene dejando la pandemia.
Pasarán años antes de que el mundo recupere el costo de la caída de los ingresos, del aumento de la pobreza y lo más grave: la pérdida de numerosas vidas humanas. Esta pérdida impactará la productividad y el potencial decrecimiento de las economías. La confianza se ha perdido. La inversión extranjera cayó un 40% y se estima que seguirá cayendo. Unos 1800 millones de niños y niñas interrumpieron sus clases presenciales y esto en escolaridad representa unos nueve meses de afectación a los ingresos futuros.
El desempleo prolongado formal hace perder competencias en los trabajadores, los desincentiva a buscar la formalidad nuevamente y los impulsa a la informalidad que crece día a día. Existen riesgos que llevarían a un menor crecimiento de las economías como podría ser la poca eficiencia en la aplicación de las vacunas o la incapacidad de las autoridades para hacer cumplir las normas de bioseguridad.
Adicionalmente, son claves para el crecimiento la recuperación de la confianza de consumidores y empresarios y, por parte de los gobiernos, políticas monetarias y fiscales adecuadas. Así la tasa de desempleo haya bajado no significa que desaparecieron las distorsiones del mercado laboral. La reforma para corregirlas no se debe posponer.
Se debe incentivar tributariamente a generadores de empleos de calidad. Colombia será un país más desigual tras la crisis actual y, por lo tanto, es indispensable lograr una recuperación económica con equidad. Las empresas en el 2021 deben ir cuidando el capital de trabajo con gran control de gastos y de inventarios.