Fue el 24 de enero de 2014 cuando los entonces cancilleres de Colombia, María Ángela Holguín, y de Venezuela, Elías Jaua, pusieron la primera piedra para la construcción del puente internacional de Tienditas.
Posiblemente será en tres meses, es decir, más de ocho años después, que entrará en operación la moderna infraestructura binacional construida por los gobiernos de Juan Manuel Santos y Nicolás Maduro, sobre el cual finalmente no se pusieron de acuerdo para abrirlo en 2016.
Esta obra que fue concebida para vigorizar la integración colombo-venezolana, cuenta con tres puentes paralelos de 240 metros de largo y 40 de ancho, todo lo cual fue pensado para aliviar los pasos por el Simón Bolívar y el Francisco de Paula Santander.
Cuarenta millones de dólares fue el total invertido por los dos estados en esta megaconstrucción que se quedó ahí levantada pero sin uso, como un simbólico elefante blanco del deterioro, congelación, rompimiento y ‘guerra fría’ entre Colombia y Venezuela.
Aunque un poco tarde, por toda la serie de desencuentros ocurridos en las relaciones de ambos países, hay que confiar en que entre diciembre y enero se vuelvan palpables las palabras dichas el 5 de febrero de 2015 por la excanciller Holguín: “esta es una de las obras más importantes que va a poder tener Norte de Santander; sin duda alguna es el puente más importante que va a tener Colombia en cualquiera de nuestras fronteras”.
Ya es hora que tenga otra fecha para celebrar en Tienditas, que en 2016 se quedó sin inaugurar porque ya estaban enrarecidas y calientes las relaciones colombo-venezolanas, que en febrero de 2019 llegaron a un punto de alta tensión con el rompimiento diplomático y la instalación de contenedores en el majestuoso puente.
Tal vez 90 días no sea tiempo suficiente porque de todas maneras del lado venezolano, una vez desmonten los más de doce contenedores habrá necesidad de hacer pruebas especiales sobre el efecto que provocó ese peso estático en la estructura.
El cumplimiento de los trámites administrativos y logísticos son igualmente fundamentales para que ocurra la apertura de este moderno puente que desde Ureña conecta con Villa del Rosario y que cuenta con la infraestructura y servicios para el comercio exterior.
La lógica señala que en la frontera más viva de América Latina resulta ilógico tener ahí sin darle uso a un puente que consta de seis carriles, tres en cada sentido –dos vehiculares y uno peatonal-, con una longitud de 280 metros, con los accesos y una capacidad de 52 toneladas, según los datos técnicos del Ministerio de Transporte.
Además recordemos que desde por allá en los años 60 del siglo XX ya se tenía en la perspectiva de los hombres de frontera la urgente necesidad de contar con este puente para garantizar un intercambio fluido de mercancías y un tráfico fluido y sin riesgos.
Y otra cosa; en tiempos en que el dólar anda por las nubes y las regiones como Norte de Santander y Táchira requieren infraestructura para consolidar la economía, el empleo y la lucha contra la pobreza, sería una contradicción y hasta un derroche de dineros públicos que se siguiera dejando Tienditas sin uso y expuesto al millonario deterioro.
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