Las movidas diplomáticas y geopolíticas, matizadas lógicamente con las expresiones radicalizadas y defensivas de las partes en conflicto en Venezuela, integran este ajedrez.
Pasadas dos semanas de las elecciones presidenciales del 28 de julio, por primera vez aparece un elemento nuevo que se relaciona con ofrecimientos concretos desde la oposición para lograr la transición democrática.
Pudiera tratarse de un indicativo de que antes de la posesión presidencial, el 10 de enero de 2025, vendría a concretarse una salida negociada en la búsqueda del anhelado punto final del régimen chavista que encabeza el presidente Nicolás Maduro.
El manejo en la búsqueda de soluciones a esta clase de conflictos socio-políticos como el que vive el vecino país del que salieron 7.7 millones de personas para buscar refugio en otras latitudes, requiere un manejo cuidadoso para lograr un acuerdo en filigrana.
Planteamientos como el de garantías, salvoconductos e incentivos ofrecidos por la dirigente opositora María Corina Machado a Maduro, a quien el CNE de Venezuela dio como ganador en unos cuestionados resultados electorales, ojalá signifiquen el inicio de un camino hacia la terminación de un periodo de 25 años del chavismo en el poder.
A eso se suma lo referido por el presidente Panamá, José Raúl Mulino, quien puso en suspenso las relaciones diplomáticas con Venezuela, también puso una carta pudiera decirse que conciliadora en la mesa, al ofrecerle asilo político a Nicolás Maduro y su familia.
El escenario que se empieza a notarse en el horizonte es el de una opción negociada para que a Venezuela retornen la libertad y el respeto a los Derechos Humanos y que la soberanía popular finalmente impere, llevando al Palacio de Miraflores a Edmundo González, y dándole a Maduro y los miembros de su círculo una alternativa para irse del país y cerrar así el oscuro y regresivo pasaje de la historia reciente venezolana.
La reacción de Maduro diciendo que la que debía entregarse a la justicia es Corina Machado, tuvo una respuesta anticipada de parte de la líder opositora, al pedirles a los gobiernos del mundo que reconozcan la victoria de Edmundo González y le hagan entender al actual presidente que quiere seguir otros seis años, que su mejor opción es una transición negociada.
Ahí tienen un papel por cumplir los presidentes de México, Brasil y Colombia, quienes se han inclinado porque el diálogo sea la mejor opción para Venezuela. Al régimen hay que exigirle que libere a las 1.263 personas detenidas desde que estallaron las protestas contra la cuestionada reelección certificada por el también desprestigiado Consejo Nacional Electoral, sobre la cual todavía sigue sin presentar las actas y escrutinios como lo reclaman tanto los venezolanos como la comunidad internacional. Venezuela necesita salir del profundo abismo al que fue arrojada.
No puede continuar con su economía destruida, su industria petrolera con graves desajustes y una pérdida de los derechos de las personas, quienes aparte de soportar las dificultades económicas y sociales, sufren de represión y opresión. Los gobiernos de la región y de otras partes del mundo tienen una misión extraordinaria y especial para el rescate de Venezuela y su pueblo para que ese ¡abajo cadenas!, de su himno, salga de la estrofa y recorra las calles de la realidad.
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