El tren ha sido considerado sinónimo de progreso y de avance del hombre en el mejoramiento de los sistemas de transporte... Sin embargo, el tren al que nos referiremos es a uno siniestro y que va camino de convertirse en una poderosa organización transnacional del crimen y que lleva el caribeño nombre del Tren de Aragua.
Los tiquetes que venden tienen como destino la muerte, la extorsión, el vicio y el tráfico de personas por las trochas fronterizas donde ha montado su imperio del terror, tal y como se describió en el detallado informe periodístico publicado en la edición dominical de La Opinión.
Metafóricamente hablando, la carrilera para que la citada banda delincuencial llegara a aposentarse en esta parte del país ‘se construyó’ en medio de la más grande e histórica crisis migratoria venezolana que alcanza a unas cinco millones de personas.
Finales de 2018 puede tomarse como la temporada en que la temible estructura -que por lo que se lee en el informe no le tiembla la mano para descuartizar y desaparecer a sus víctimas-empezó a montarse en La Parada, hasta donde varios de sus miembros provenientes del estado Aragua (Venezuela), llegaron como humildes migrantes huyendo de las dificultades económicas y sociales del vecino país.
Pero por lo que se ha visto y según los comentarios de las mismas autoridades judiciales, en realidad lo que llegó a nuestro territorio es una pesadilla sin fin, que al mejor estilo criminal, hasta casa de pique tiene y sus tentáculos delincuenciales ya se extendieron hasta Brasil y Perú, en desarrollo de un temido plan de expansión.
Y si la Policía y la justicia tienen en sus manos todos esos detalles del accionar del Tren de Aragua, por qué Colombia, Brasil y Perú no organizan, coordinan o montan una gran operación conjunta para desde el punto de vista de la inteligencia policial y de la estructuración de los respectivos expedientes judiciales, buscan golpear el corazón de dicha organización al margen de la ley.
Y como en este aspecto sería indispensable el apoyo de Venezuela con el cual no tenemos relaciones, es indispensable que la Cancillería colombiana busque un tercer país amigo que ayude a crear una línea Bogotá-Caracas o que la ONU por alguna de sus agencias apoye esta misión.
Otra lectura que salta a la vista, es que estas tres naciones latinoamericanas que le abrieron la puerta a los hermanos venezolanos, ahora resultaron seriamente golpeadas en el campo de la seguridad y del mismo orden público por la llegada de esa banda.
Eso indica que la política migratoria debería tener un replanteamiento al momento de permitir la entrada descontrolada de personas desde el punto de vista de los antecedentes judiciales, para lo cual Migración Colombia debería escalar en su operación interna y conectarse a las redes internacionales de otras policías del mundo o de la región para aleatoriamente tener presente, por lo menos, a aquellos potenciales delincuentes de extrema peligrosidad que pudieran estar aprovechando el problema para hacer de las suyas en estos territorios binacionales.
Como se ve, ya por aquí tenemos La Línea, ahora el Tren de Aragua, nos bordean los Botas de Caucho y los Colectivos, luego apretar un poco las clavijas en el ámbito migratorio es lo recomendado para que en esta parte de la frontera colombo-venezolana no nos vayamos a ‘descarrilar’ pues suficientes y variados son los problemas que ya tenemos.