Hay comportamientos y decisiones que después hacen aflorar las contradicciones sobre lo que ayer se hacía y defendía pero que en el presente se rechaza y considera un peligro para la democracia.
En ese marco se encierra lo anunciado por el Gobierno del presidente Gustavo Petro de buscar proclamar a “Puerto Resistencia”, en Cali, como monumento nacional, que en el paro nacional fue uno de los lugares emblemáticos de las manifestaciones contra la administración del hoy expresidente Iván Duque.
Con ocasión de las violentas protestas en que surgió la denominada Primera Línea, vinculada con hechos de terrorismo como lo han precisado los tribunales al ratificar condenas contra varios de sus miembros, la denuncia era que se trataba de una operación tendiente a desatar un golpe de Estado.
Al hoy el Ministerio de Cultura indicar que buscará solicitar la declaratoria como bien de interés cultural, el monumento a la resistencia, ante el Consejo Nacional de Patrimonio Cultural, surge la consideración de que Petro tenía una armónica relación y simpatía con esas movilizaciones en que siempre estuvieron presentes los hechos de vandalismo y de violencia.
Lo que hoy está promoviendo la administración nacional es prácticamente que una oda al odio de clases, al revivir aquellos graves acontecimientos que sacudieron al país y en los cuales surgió en las calles, acompañados de los miembros de la primera línea, una marcada tendencia a profundizar la lucha de clases.
Aún se recuerda que mientras los promotores le dieron el nombre de protesta social, el Gobierno nacional de ese tiempo calificó el vandalismo desatado como ‘terrorismo urbano de baja intensidad’, enunciado que ahora se revive con lo planteado para aquella mano de diez metros que empuña el letrero ‘resiste’.
Pero qué curioso que el presidente, que en cualquier escenario público no desperdicia oportunidad para advertir de golpes blandos, lafaware y maniobras de golpe de Estado, quiera ponerle una corona de laureles a este lugar relacionado con una época de alta tensión y de riesgo para la democracia.
¿Apología al terrorismo? Esa inquietud requiere de contestaciones profundas y jurídicas, porque lo cierto es que todavía un gran sector de la sociedad colombiana considera que esa jornada de disturbios callejeros que ocasionaron graves efectos a la economía, por ejemplo, fue en realidad una operación con visos de desestabilización, que hasta incluso estuvo infiltrada por la guerrilla.
En cambio de ir a poner en el pedestal un sitio más ligado con la desunión y la violencia y la solución de los conflictos por la fuerza del terrorismo urbano de baja intensidad, sería mejor que se empeñara el Gobierno en hacer más por la reconciliación nacional.
Puede que se histórico porque al pasar por allí nos sirva para recordar aquellos crudos episodios, pero eso no puede llevar a que el Estado le dé reconocimiento. De hacerlo, estaremos asistiendo a otro lamentable episodio en el que se continuará profundizando el odio de clases, que nada bien le hace a nuestro país afectado por la inseguridad y centenares de problemas sin resolver.
Presidente Petro, sea resiliente y entienda que esa declaratoria de monumento podría ser otro detonante para el todos los días inalcanzable acuerdo nacional que usted plantea, porque en las posturas de sus discursos y mensajes de la red social X muestra consideraciones e iniciativas completamente alejadas de un entendimiento entre colombianos.
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