Cuando Ramiro Parada se enteró de una nueva reapertura del paso fronterizo entre Venezuela y Colombia, tuvo claro que el domingo tenía en sus manos la oportunidad que desde hace casi un año esperaba. Escuchó la noticia en una emisora radial colombiana y asegura que sintió que por un momento se había ganado la lotería.
Lo anterior es porque desde el cierre fronterizo el 19 de agosto del 2015, por orden del presidente venezolano Nicolás Maduro Moros, sus jornadas laborales han sido las más difíciles.
Ramiro es colombiano y labora como conductor de servicio público, siempre ha transportado a quienes cruzan la frontera entre Colombia y Venezuela.
Para él, el cierre fronterizo significó hacer casi tres veces más el esfuerzo en su trabajo para lograr llegar a su casa con dinero.
“La primera vez que abrieron la frontera no trabajé, pero luego de escuchar lo bien que le fue a mis compañeros, no dudé en salir en mi taxi el pasado domingo”, contó.
Antes de ese domingo, la rutina de Ramiro consistía en dejar de almorzar en su casa y trabajar hasta altas horas de la noche para conseguir 50 mil pesos colombianos (unos Bs. 19 mil) para entregar al dueño del vehículo y, máximo, $20 mil pesos (alrededor de Bs. 8 mil) para sus ganancias.
Llegó a las 5 de la mañana el domingo al lugar habitual donde parquea su vehículo: un estacionamiento que está situado aproximadamente a 500 metros del puente Internacional Simón Bolívar, en el corregimiento de La Parada, municipio de Villa del Rosario, en Colombia, límite fronterizo con San Antonio del Táchira, en Venezuela.
En el sitio también esperaban ya cerca de 10 compañeros que le madrugaron a esta oportunidad laboral.
“Se multiplicó en 120% el trabajo ese día. Llegábamos al sitio a esperar pasajeros y nos íbamos de inmediato”, contó el hombre que ya suma ocho años en esta profesión.
Agrega que a las dos horas de haber comenzado su jornada laboral ese domingo, revisó su bolsillo y se dio cuenta que ya había cumplido con la meta del dinero que tenía que entregar ese día. Sin importar las ganancias que ya sumaba, decidió como en otros días no almorzar en su casa, pero esta vez fue para seguir transportando a los venezolanos, unos que buscaban llegar a Cúcuta y otros que, con bolsas en mano, ya emprendían su regreso.
Pese a que ese domingo trabajaron más de 600 vehículos de servicio público, entre taxis, buses y busetas, no hubo quejas por parte de quienes se encargaron de transportar a todas las personas que llegaron desde territorio venezolano. La demanda era tan alta que todos tenían trabajo.
El taxista recordó también que el domingo hubo garantías de seguridad, gracias a los planes hechos por las autoridades colombianas, donde se pudo ver a más de 1.000 uniformados de la Policía Nacional en las calles y en los supermercados.
La lucha por los clientes
Los supermercados y establecimientos comerciales se las ingeniaron para atraer a sus clientes. | Foto Archivo
A diferencia de Ramiro Parada, otros colombianos tuvieron que ingeniárselas para poder atraer a los venezolanos que llegaron. Junto a los puentes internacionales, trabajadores de supermercados cercanos tenían el objetivo de no dejar escapar a quienes pretendían hacer compras en el comercio de Cúcuta.
“Aquí es más barato y no pagan pasaje, consiguen de todo y pueden llevar los productos que quieran”, era el grito unísono en medio de la avalancha de compradores venezolanos. Tenían que ganarle la batalla a grandes cadenas de mercados que con transporte totalmente gratis se llevaban a sus clientes, directo a sus almacenes.
Marlen Peña, una de las dueñas de un supermercado del sector La Parada, dijo que se ingeniaron hasta combos de mercados para quienes buscaban productos básicos.
Cada paquete contenía diferentes productos de primera necesidad y de la canasta familiar a precios que llegaban desde los $15 mil hasta $40 mil (entre Bs. 6 mil y Bs. 16 mil).
“Muchos se sintieron satisfechos con sus compras aquí, no solo porque consiguieron todo, también porque se les trató muy bien”, aseguró. Sostuvo que pese a las colas para hacer las compras, los venezolanos manifestaron estar acostumbrados a esta clase de situaciones en su país.
Peña se sintió satisfecha porque aunque en varias ocasiones las vitrinas quedaron vacías, siempre hubo mercancía para volver a surtir. Como la de ella, fue la situación de más comerciantes en toda la ciudad quienes estuvieron vigilados por funcionarios de la Alcaldía de Cúcuta y Gobernación de Norte de Santander, para no permitir el incremento de precios en productos como harina, azúcar y papel higiénico.
Las medicinas también fueron otros de los productos más buscados ese domingo en Cúcuta por los venezolanos, que no dudaron en comprarlos porque según ellos, en el país no se consigue nada.
“El que no trabajó no aprovechó”
En las calles, los colombianos se ofrecieron hasta para cargar las bolsas de las personas que mercaban. | Foto Archivo
Con esa frase resume Jairo Fuentes su jornada el pasado domingo. Por su nombre nadie lo conoce, pero si lo llaman “El Nacional”, muchos cucuteños lo identifican.
Dice que vive de oportunidades porque nunca ha tenido un empleo fijo y el domingo pasado una carreta fue su gran aliado. Con ella ayudó a transportar bolsas y maletas de muchos de los venezolanos y colombianos que cruzaban la frontera. Les cobraba máximo $2.000 pesos (800 bolívares), dependiendo de la cantidad de maletas, pero muchas veces su pago fue mayor porque siempre se llevó algo extra.
“Por el cariño de cada persona, me daban algo más. Aquí los tratamos muy bien, sin importar todas las cosas que han pasado entre Colombia y Venezuela, todos se fueron muy contentos con el trato que les dimos los cucuteños”, expresó.
Ramiro Parada, Marlen Peña y “El Nacional”, ven con esperanza una pronta reapertura de la frontera. Sin embargo, dejaron claro que ya están preparados para que lleguen 90 mil personas o más nuevamente a Cúcuta, como ocurrió el pasado domingo.