Yo estoy feliz en mi nuevo colegio. Me encanta mi maestra, y estoy aprendiendo la historia de Colombia. Sí extraño a mis amiguitos de Venezuela, pero mami dice que debemos estar aquí, porque estamos mejor”. Así relata Paula, 9 años, cuarto grado, su experiencia en un pupitre nuevo, un salón nuevo, un colegio nuevo, una ciudad nueva, y un país nuevo.
A su lado se sienta su mejor amiga Estefanía, desde hace apenas mes y medio. Sentada en ese nuevo espacio cursa 40 por ciento más de las materias que veía en su antiguo colegio, en el estado Aragua.
Angeli Martínez está en octavo grado en el colegio Misael Pastrana Borrero, ella es uno de los 800 alumnos venezolanos del plantel. Llegó hace un par de años. Vive en Ureña y viaja diariamente para estudiar y superarse.
“Al principio fue difícil, porque nadie me quería hablar. Éramos menos niños venezolanos los que veníamos a estudiar en Cúcuta, pero ahora es distinto, porque el que llega es bien recibido”, dijo la adolescente.
El fenómeno migratorio venezolano ha afectado el sistema educativo en la región. La secretaría de Educación departamental contabilizó 139.818 estudiantes en 211 instituciones educativas, de los cuales 47.457 se matricularon en la zona fronteriza, y 7.396 provienen de Venezuela: 5.074 venezolanos y 2.322 hijos de colombianos.
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En los colegios de Villa del Rosario, Los Patios, Herrán, Rangonvalia, Puerto Santander, Tibú y El Tarra, trabajan con las uñas, literal.
Pero lo más duro le ha tocado a Cúcuta. En el Misael Pastrana, institución que alberga a la mayor cantidad de estudiantes venezolanos en la capital nortesantandereana, hace tres años esta población apenas alcanzaba el 8 por ciento de la matrícula; hoy representa el 60 por ciento de los niños que reciben clases en el colegio.
Para el 2018 la cifra de alumnos del vecino país en Cúcuta llegó a 4.020, pero para este año ya van por 9.218 y los rectores –a la fecha- aún tienen autorización para recibir estudiantes si tienen disponibilidad de cupos. En el 2017, las estadísticas refieren que había 1.500 alumnos.
La mayoría de estos nuevos estudiantes se ubica en los barrios situados en el anillo vial, sector occidental, donde los asentamientos humanos crecen de forma desordenada. Los colegios de estas áreas están copados.
Pero la situación no se limita al incremento de la cantidad de niños, pues es más que evidente que los números han ido subiendo como la espuma, sino lo que implica esta situación dentro del salón de clases para los docentes, para los mismos estudiantes, para el plantel y para la entidad territorial.
Faltan aulas y docentes
El primer problema que se presenta cuando la matrícula escolar se dispara, pasa por lo físico. No hay capacidad física instalada, ni en Cúcuta, ni en el resto de los municipios. Ambas secretarías han lanzado la alerta de la necesidad de más aulas para atender la situación.
Según la secretaria de Educación de Cúcuta, Doris Angarita, en todos los planteles de la ciudad, tanto de la zona urbana como rural, se requiere de la construcción de más aulas.
El rector del Misael Pastrana Borrero, Pablo Silva, enfatiza que ellos han tenido que buscar espacios para prestar el servicio educativo a los inmigrantes venezolanos.
En este colegio, la capilla dejó de ser espacio de oración para convertirse en el salón de los estudiantes de octavo grado B. Con pared falsa cubrieron parte del altar, pusieron la pizarra, sacaron las bancas y las sustituyeron por pupitres. Han sacrificado espacios como el laboratorio de inglés y el aula de matemáticas, que fueron adaptados para incluir más secciones.
Para Cúcuta el Ministerio de Educación aprobó, a través del Banco de la Excelencia, unos 65 docentes más. Sin embargo, explica la secretaria de Educación municipal, estos docentes forman parte de un estudio que se hizo en noviembre del año pasado, cuando la matrícula no se había disparado como hoy.
Según la funcionaria, se requiere repetir ese estudio para saber cuántos maestros más se necesitan. Estimó que son unos 120 profesores.
Actualmente, tienen 3.700 maestros en aula, 68 en jornada única, 58 orientadores y 21 docentes de aula de apoyo.
En el departamento hay una matrícula aproximada de 139.818 estudiantes en 211 instituciones educativas, que cuentan con 6.335 docentes. El sector educativo oficial en el departamento está enfrentando problemas de hacinamiento y un déficit en la planta docente.
Según los datos que maneja la oficina de cobertura de la secretaría de Educación departamental, los municipios más afectados son Villa del Rosario y Los Patios: necesitan más aulas.
En el colegio La Frontera, el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur) construyó un salón temporal. Sin embargo, la situación no se limita a los salones, sino a la dotación de los mismos.
El departamento explicó al ministerio la situación, pero la cartera educativa sostiene que lo del mobiliario se debe hacer a través de un proceso de contratación, y esto demora unos ocho meses. Las entidades están buscando apoyo con agencias de cooperación internacional para solventar el problema.
Choque y adaptación
Llegar a un país que no es suyo y pisar un colegio ajeno, puede ser un choque para algunos niños. Pero aún más fuerte es el cambio que significa tener que estudiar, de un día para otro, cuatro áreas del conocimiento adicionales a las que estudiaban en Venezuela.
El rector del colegio La Frontera, Germán Berbesí, explica que este último aspecto es lo que más le ha costado al grupo de alumnos venezolanos que tiene. “Los afecta porque ven 5 de las nueve áreas fundamentales que se imparte en el sistema educativo colombiano”, dijo.
Berbesí sostiene que son los que mejor se comportan y los más educados, pero a nivel académico los alumnos que ingresan de las escuelas oficiales venezolanas son los que más fallas arrastran. Situación que, según él, se nota menos en los que llegan de instituciones educativas privadas del vecino país.
Esto le ha traído consecuencias al colegio, como el incremento en la pérdida del año escolar. Hace un par de años era de apenas el 8 por ciento, y el año pasado estuvo cerca al 22 por ciento. Por esto el colegio fue incluido en el Programa Todos Aprenden (PTA), aplicado por el Ministerio de Educación a aquellas instituciones que bajan sus índices académicos.
El rector del colegio Pablo Correa León, Julio Delgado, explicó que a ellos les ha tocado un proceso de adaptación en el cual están vinculando a los niños en distintas actividades y programas. Asegura que los niños venezolanos tienen enormes actitudes en la formación artística.
La secretaria de Educación de Cúcuta, Doris Angarita, explicó que se han tenido experiencias muy positivas con los niños venezolanos. Pero también les ha tocado trabajar y solucionar temas de inclusión, de no discriminación y xenofobia, para que los alumnos no sientan la diferencia.
Rendimiento ante el MinEducación
La secretaria de Educación de Cúcuta, Doris Angarita, explicó que la educación de los niños venezolanos es un tema complicado, pues aseguró que como ente territorial les ha afectado.
Detalló que en los colegios con niños inmigrantes hay mucho ausentismo, repetición y deserción, indicadores que afectan a la entidad.
“El Ministerio de Educación tiene unos incentivos para los rectores por los resultados de estos índices. Entonces, hay que decirle al rector que debe recibir al niño, porque es su derecho; pero ya él sabe que de pronto se le puede estar bajando la calidad académica”, precisa.
Angarita enfatizó que están buscando con la cartera educativa nacional que le den a la región un enfoque diferente para tener en cuenta a este tipo de alumnos. “Y que no nos cuenten como el resto del territorio nacional, que no tiene este tipo de afectación”, dijo.