Viviana Pérez* es una vendedora informal de tantas que, con un cajoncito o un plástico para tender, está en las calles del centro de Cúcuta.
Antes del cierre de la frontera iba hasta Ureña a traer chichas, jugos, crema de leche, chocolatadas y yogures para vender en un puesto sobre la avenida quinta. Cuenta que le iba bastante bien, pues obtenía hasta 40 mil pesos de ganancia diaria.
“El día que dijeron que cerraban la frontera por tres días, yo pensé: ¡Gracias a Dios, que había guardado mercancía!”, dice. “Pero cuando ya aumentaron, fue terrible…”
Sus ganancias se redujeron notoriamente. Según dice, los 40 mil pesos de antes hoy solamente son 8 mil, vendiendo agua y gaseosas.
Sus utilidades, y las de miles de vendedores informales, cayeron 80% de un día para otro.
“Antes podía pasar en la mañana, y si vendía bastantico, volvía en la tarde”, recuerda nostálgica. “A veces tocaba pagarle a la Guardia, pero también había veces en que le quitaban a uno las cosas. Ya sabe, llegaba el teniente, o uno que mandaba más que ellos”.
Afirma que nunca la atacaron por pasar los productos venezolanos, y que cuando se los retenían regresaba a Cúcuta sin problema, aunque sin la mercancía para ‘el plante’.
Viviana asegura que mucha gente dependía de la venta informal, especialmente mujeres cabeza de hogar.
“Yo sostengo toda la familia”, dice orgullosa. “Tengo tres hijos: una niña con discapacidad y dos varones. Mi esposo está desempleado y yo tengo que ver por todos”.
La hija de Viviana tiene seis años y es autista. No habla, y dice su mamá que “todavía no se viste solita”. Debe llevarla a terapias cada semana, y mientras lo hace, a veces, su hijo mayor (de 18 años) es quien se encarga del puesto, que dejó de ser el mismo hace algunas semanas.
“La clientela va, y pregunta por mí, y por los jugos y las chichas que era lo que más se vendía… Y tenía hartísimos clientes”, afirma.
El enorme corredor
De acuerdo con Olga Cristina Jaimes, secretaria de la Mujer de Norte de Santander, este es solo uno de cientos de casos de mujeres que esta dependencia identificó como sectores afectados por el cierre de la frontera.
“Hay especial alerta por dos grupos de víctimas: las directas y las indirectas”, dice. “Las víctimas directas son todas aquellas mujeres que hoy están en los albergues, con sus hijos, o sin ellos, y que deben pasar por las incomodidades de vivir en una carpa, sin privacidad alguna”.
De otra parte, indicó que un segundo grupo permanece invisible, y es el de las que habitan en Cúcuta que traían productos del vecino país para la venta, y actualmente se quedaron sin una alternativa de generación de ingresos.
Espera sin fin
“Tenemos un corredor, en pleno corazón de Cúcuta, con estas mujeres, el cual se encuentra en las avenidas cuarta y séptima, entre calles 11 y 17”, indica, y aunque apenas se está trabajando en un censo, Jaimes dice que trabajará por su atención oportuna.
Pero, ¿qué ha hecho el Gobierno departamental tras detectar estas situaciones?
Según la funcionaria, la secretaría trata de mitigar la falta de recursos con el acompañamiento y asesoría en la organización de asociaciones de mujeres, además de las capacitaciones para que cambien su actividad económica.
Si bien reconoce que se podría hacer más, se mostró satisfecha por la ayuda que se brindó desde organismos como la Alta Consejería Presidencial para la Equidad de la Mujer a las habitantes de los albergues.
En desarrollo de las mesas de trabajo con las deportadas, hubo peticiones que iban desde la capacitación y formación en oficios, o en carreras técnicas, hasta la cobertura de necesidades elementales como toallas higiénicas y ropa interior.
“Por eso y por ellas, luchamos para que Onu Mujer suministrara kits ‘Por la dignidad de la mujer’, exclusivos para ellas”, señaló Jaimes. Y dijo que quedan tareas como un plan de contingencia ante la llegada masiva y concentración de más deportados.
Entre tanto Viviana espera que el gobierno le colabore con un trabajo estable, vincularse a Familias en Acción porque asegura que tras muchos trámites no ha sido favorecida. También sueña con terminar el bachillerato, pues solo llegó a octavo grado, y si pudiera formarse le gustaría ser auxiliar de odontología, o enfermera pues dice que podría ayudar a otros y, de paso, viviría menos ‘alcanzada’ por los líos en la frontera.
De mujer a mujeres
La Consejera Presidencial para la Equidad de la Mujer,Martha Ordóñez, visitó ayer el albergue de Villa Antigua, en Villa del Rosario, donde escuchó algunos de los problemas de las mujeres que allí se encuentran.
Para ayudar humanitariamente a las mujeres entregó mil paquetes de ayudas que llegaron gracias también a ONU Mujeres, la Entidad de la ONU para la Igualdad de Género y el Empoderamiento de la Mujer.
La Consejera tocó temas sensibles para la mujer dentro de los albergues como como abusos y violencia intrafamiliar.
“Estuve la semana pasada y descubrimos las necesidades que tenían estas mujeres, por esto hoy regresamos con estas ayudas”, dijo Ordóñez.
La Consejera quedó sorprendida por un grupo de mujeres voluntarias de Gramalote que se encarga de hacer acompañamientos a las niñas para que nunca vayan solas al baño.
“Todo estuvo muy bien organizado, estuvimos con la Secretaría de la Mujer y con Carlos Iván Márquez”, dijo.
*Nombre supuesto, por seguridad.