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La corrida del Diamante Negro
El ‘Diamante Negro’, un torero de verdad, pero con ‘malas pulgas’, estuvo esperando en su habitación de hotel.
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Sábado, 23 de Abril de 2022

Escribía en una crónica anterior que Cúcuta había sido una plaza de grandes aficiones taurinas y no era para menos. La temporada de toros de América Latina era la fórmula que los toreros españoles y uno que otro de sus vecinos, utilizaban para darse a conocer y de contera, mantenerse en forma para continuar con sus faenas una vez llegara el verano europeo. No eran muchos los países de la América tropical que mantenían la afición y a pesar de las controversias surgidas en los últimos tiempos sobre la crueldad que se exhibe en las corridas, algunos han mantenido la costumbre, que en mi concepto, no tardará en extinguirse lenta y paulatinamente. Los toreros y sus compañías llegaban a América, por lo general, empezando el mes de diciembre a los países con grandes  aficiones taurófilas que eran principalmente México, Venezuela, Colombia, Ecuador y Perú a donde venían a exhibir su arte que los entendidos llamaban “de Cúchares”.

Pues bien, durante el siglo XX, los ‘mataores’, o bien ingresaban a la América de Sur o salían de ella por Venezuela, así que Cúcuta era el paso obligado en cualquiera de los dos sentidos y para complacencia de los aficionados, mientras se cumplían con los trámites migratorios, era de rigor que se programaran sus correspondientes ‘corridas’.

Algo extraño que se mantiene sin explicación hoy en día, aún cuando el espectáculo era atractivo y rentable para los empresarios, es que no se haya podido construir un redondel o plaza de toros permanente, como por ejemplo, lo hizo la ciudad de Pamplona. Todos los espectáculos taurinos que se presentaron en la ciudad lo hacían en las llamadas ‘plazas portátiles’. Varios fueron los intentos para que el municipio patrocinara la construcción de una plaza de toros, sin llegarse nunca a lograrlo, vaya uno a saber por qué.

En esta ocasión, la crónica de hoy cuyo título encabeza esta narración, trata de una de las más célebres y recordadas corridas presentadas en la ciudad, los domingos 11 y 18 de septiembre de 1955, y según rezan los carteles, se programaron en homenaje al ‘ilustre Gobernador del Departamento, doctor Gonzalo Rivera Laguado’, el sitio: la plaza de toros de Cúcuta La Girondina.

En esta ocasión los empresarios fueron Luis Vilma, Luis Acevedo R. y Manolo González.

Los medios de la época reseñaban como un verdadero acontecimiento estas corridas como veremos en la nota escrita en el diario Comentarios el sábado anterior a la primera de ellas: “… una verdadera novedad, un acontecimiento muy pocas veces presenciado en Cúcuta, dado el elevado costo que tiene su organización, será la gran corrida de toros de mañana en el moderno circo La Girondina, en la cual se presentarán tres auténticas figuras del toreo: Luis Sánchez, el Diamante Negro, ídolo de Venezuela y asombro de las plazas de España; Vicente Vega de los Reyes, Gitanillo de Triana, español, y Nito Ortega colombiano, aclamado con delirio y sacado en hombros por nuestro público en la temporada de julio, con cuadrillas de picadores y banderilleros. Los toros, de pura casta y por consiguiente gran poder y bravura, han sido traídos de las famosas ganaderías de “Aguas Vivas” de Cartagena y “El Socorro” de Cereté. Las dos corridas serán en honor de los gobernadores de Norte de Santander y del Estado Táchira, Gonzalo Rivera Laguado y Antonio Pérez Vivas, quienes ocuparán la tribuna principal. (nota del autor: en los carteles sólo se mencionaba al gobernador Rivera Laguado).

Hasta la víspera todo transcurría con normalidad y al día siguiente la expectativa era aún mayor, después del gran despliegue publicitario realizado por prensa y radio. Como en toda gran corrida de cartel, seis serían los toros que se lidiarían, dos por cada diestro. La hora fijada: las 4 p.m.

Llegada la hora, sonaron las trompetas que anunciaban el inicio del paseíllo que no se produjo por la ausencia de la figura “Diamante Negro”. Tuvieron entonces que llevarlo al ruedo con la policía, retrasando la corrida que al final comenzó a las cinco de la tarde. Por lo avanzado de la hora y por falta de iluminación, sólo se lidiaron tres toros, magníficamente sí, por Nito Ortega, Diamante Negro y Gitanillo de Triana, mereciendo ovaciones y orejas. Al oscurecer, cuando se suspendió la presentación, la concurrencia compuesta de público tanto colombiano y como venezolano,  se enfureció y comenzó a destruir el circo, teniendo la policía que intervenir para despejar a los alterados aficionados. Pero ¿cuál había sido el motivo que originó la ausencia del torero? Una disputa con los empresarios cuando el Diamante Negro les dijo que sólo torearía la primera de las corridas, pues la segunda, la del 18 de septiembre, se iría a torear a Caracas con Luis Procuna, uno de los más famosos toreros el momento y que por lo tanto, rescindía su contrato con ellos.

El lunes siguiente, cuando los humos de la contienda se habían desvanecido, Luis Sánchez “Diamante Negro”, en rueda de prensa leyó un comunicado explicando la situación que lo llevó a tomar la decisión de abstenerse de torear, la que después tuvo que revesar.

En las instalaciones del Hotel Internacional, donde estaba hospedado, explicó que no estuvo detenido ni que fue objeto de atropello alguno por parte de las autoridades de Cúcuta y que, antes bien, se muestra agradecido por las atenciones que recibió del Comandante de la Policía, capitán Juan B. Godoy, del Cónsul de Venezuela Nicolás Cárdenas Ruiz y de otras personas, en el lío en que se vio envuelto a causa de una actitud extraña y torpe suya para con el público que asistió a la corrida del domingo pasado.

El ‘Diamante Negro’, un torero de verdad pero con “malas pulgas”, estuvo esperando en su habitación de hotel mientras se deducían las responsabilidades dada la magnitud de la falta y se tomaba una decisión judicial respecto de la demanda instaurada en su contra por los empresarios. Poco después se supo que habían llegado a un acuerdo amistoso sobre su viaje a Caracas y luego de cubrirse de gloria en Cúcuta, sin necesidad de  usar la coacción y de patrocinar un escándalo tan desagradable para él y para todos, la fiesta brava continuó su tradicional actuación en las plazas del país.

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