En la crónica anterior se hizo una breve reseña sobre las primeras logias masónicas de la ciudad, sin considerar los sucesos que ocurrían allende nuestra frontera común. La comunicación entre los “hermanos” masones de las diferentes logias de ambos lados de la frontera era, además de amistosa, muy frecuente y entre ellos existía una gran empatía, sobre todo cuando trataban temas de interés mutuo, entre estos los sociales y comerciales.
En la crónica de hoy les contaré, muy brevemente el surgimiento de la masonería en Venezuela particularmente en el fronterizo estado del Táchira.
La historia nos cuenta que quien instauró las primeras logias en Venezuela fue el prócer Francisco de Miranda, en Londres en el año 1798, cuando fundó la Logia de los Caballeros Racionales, antes de que en 1812, algunos revolucionarios hispanoamericanos, concretamente chilenos y rioplatenses, organizaran sus propias logias, las que posteriormente fueron conocidas como Logias Lautaro, con el fin de coordinar acciones para el establecimiento de la independencia de las colonias españolas en América, sobre la base de los principios del liberalismo y establecer un sistema de gobierno republicano y unitario. De ahí viene que, por ser Miranda el padre de la masonería venezolana, se instaurara el 28 de marzo como el Día de la Masonería en ese país.
En el Táchira se tiene como cierto que la primera logia fue establecida por don Antonio Nariño, hacia el año 1799, cuando con ocasión de la revolución de los Comuneros, los hermanos García de Hevia, lo acompañaron en su tarea en las montañas del antiguo cantón de La Grita, pero sólo será a mediados del siglo XIX que se instaure en San Cristóbal, una logia que dependía del Oriente de Colombia, con el nombre de “Sol de los Andes N° 46”.
No puede negarse la gran influencia que ejercieron los hermanos masones en los orígenes de la Provincia del Táchira; basta leer en su acta de erección, como entidad territorial: “… Libertad, Igualdad y Fraternidad será el blandón que ha de guiarnos en la senda que hoy se abre para nosotros y en que asentamos el pie bajo los auspicios del orden y el progreso…”, esto sucedía el 14 de marzo de 1856 y desde entonces las logias masónicas continuaron desarrollando sus tradicionales labores.
Desafortunadamente, con la llegada del primer obispo de San Cristóbal, Tomás Antonio Sanmiguel Díaz, en 1923, los hermanos masones tuvieron que regresar a las sombras, tal como sucedió en la vecina Cúcuta en esos mismos años por la persecución desatada por la iglesia católica en cabeza del padre Demetrio Mendoza. El obispo Sanmiguel adoptó las mismas estrategias para combatir las que creía eran los problemas que se creaban en torno a las actividades de los hermanos masones y así como el padre Mendoza fundó, años atrás, el periódico El Granito de Arena, medio que utilizaba para denigrar de las acciones de la masonería, el obispo Sanmiguel hizo lo propio cuando el 14 de mayo de 1924, fundara el Diario Católico e instituyera la sección “Boletín Eclesiástico”, la cual utilizaba para combatir a quienes consideraba enemigos de la iglesia católica. El obispo de San Cristóbal ejerció su apostolado hasta 1936 muriendo al año siguiente, luego de una serie de malestares físicos.
A pesar de la persecución del prelado, según cuentan las crónicas de la época, “…la orden vuelve de las sombras y renace de las cenizas como el ave Fénix…” el 1 de junio de 1930, con el nombre de Sol del Táchira N° 85, de la mano de los señores Ángel Edecio Cárdenas y Antonio Leal.
Esta logia contó entre sus primeras iniciativas la de crear un órgano periodístico que les sirviera de difusión para dar a conocer sus actividades y atraer nuevas incorporaciones a la noble causa que pretendían por esos días. Entre las más destacadas se presenta la campaña de enérgica protesta hacia el franquismo y la guerra civil española. Fueron artífices de esta tarea, el grupo de exiliados españoles que fueron llegando acosados por las autoridades hispanas y que se vincularon a la logia antes mencionada.
En 1936, el venerable maestro de la logia Sol del Táchira N° 85, presentó ante el seno de las logias, el inicio de un nuevo proyecto de país después de la dictadura gomecista. Baste decir que, a pesar de la interesante propuesta, ésta no prosperó y los gobernantes posteriores fueron siguiendo líneas de autoridad semejantes a sus antecesores.
Uno de los proyectos más emblemáticos de esta logia, fue la promoción del proyecto de ornato de la Plaza de Bolívar en San Cristóbal, al conseguir y financiar la instalación de la estatua del Libertador en el centro del lugar histórico. También debe mencionarse la inauguración de un obelisco en la esquina de la calle 14 con carrera 9, monumento que se logró formalizar en asocio con los integrantes del Club Rotario.
Desde finales de la década de los años cuarenta y mediados de los cincuenta la masonería del Táchira vive un clima tenso por el encarcelamiento de algunos de sus miembros, al punto que las principales tenidas tuvieron que realizarse en las instalaciones del negocio de uno de sus hermanos, Encarnación Fuentes, llamado “Sol de Medianoche”, ubicado en la carrera 6 entre calles 9 y 10 frente al Obelisco Rotario y la Plaza Garbiras.
Infinidad de fuentes atestiguan que la hermandad de los masones es la sociedad secreta más influyente del estado Táchira, tanto así que las piedras fundacionales para ser provincia del Táchira estuvieron acompañadas de varios de los más prominentes masones.
A partir de mediados del decenio de los sesenta se fueron creando nuevas logias, entre las que mencionaremos algunas, tales como la Pío Gil N°166, fundada en 1966; Restauradores del Honor N°184, fundada en 1979; la Luz Hermética N° 193 y otras en los años subsiguientes.
Para finalizar esta crónica considero interesante mencionar uno de los últimos talleres realizados en 2014, antes de la hecatombe de la revolución social y económica que ha sacudido a la población del vecino país y cuyo lema fue: “Mirada cuán bueno y cuán delicioso es habitar los hermanos juntos en armonía”.
Redacción:
Gerardo Raynaud D.
gerard.raynaud@gmail.com
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