A comienzos del siglo XX, el principal diario de la ciudad era ‘El Trabajo’. Su línea editorial era la misma de sus colegas, identificándose y defendiendo la política partidista del país, pero sin los excesos ni las pasiones que fueron tan frecuentes por esa época, posición que le permitió mantenerse en el mercado durante muchos años, hasta que por razones más técnicas que financieras tuvo que cerrar sus puertas. Pues bien, durante los primeros años de circulación fue de buen recibo entre sus lectores, una columna que llevaba el mismo título de esta crónica, la que he decidido utilizar para mostrar la orientación del periódico de entonces. Aunque no era el editorial como se conoce hoy en día, sí reflejaba la postura del medio en relación con los hechos y sucesos más importantes y de otros no tanto, que se sucedían en la ciudad y de la entonces provincia.
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Por ello vamos mostrarles, gentiles lectores, algunos de los escritos que se publicaban en esta columna, sin modificaciones y respetando la redacción de quien la firmaba como “Demócrito”. El primer ejemplo, tiene relación con una de las más viejas aspiraciones de la ciudad, aun sin realizarse pasado más de un siglo, cuando a mediados de 1907, el Ferrocarril de Cúcuta, decidía si ampliaba su línea al occidente, hasta el rio Magdalena. Recordemos que la empresa del Ferrocarril de Cúcuta fundada en 1876, comenzó a operar su primera línea en 1888; fue la llamada ‘Línea Norte’ que hacía el trayecto al Lago de Maracaibo donde empalmaba con el Ferrocarril del Táchira, hecho que sucedió en 1926.
Desde su creación el Ferrocarril de Cúcuta tuvo claro que debía proyectarse en las cuatro direcciones geográficas para lograr su mayor desarrollo y por tanto, dentro de sus prioridades iniciales siempre consideró construir la ruta occidental al rio Grande de la Magdalena, trayecto que le permitiría el acceso al mar para las operaciones de comercio exterior que tanta necesidad tenía el país. Tal vez avizoraban las dificultades que podrían presentarse con su vecino, en razón de la mediterraneidad que representaba uno de los mayores obstáculos de la región provincial de entonces, constituyéndose ese camino, como la alternativa más viable y práctica. Los directivos del Ferrocarril no perdían ese objetivo de vista y a comienzos de 1907 contactaron una compañía que entonces tenía fama como constructora ferroviaria. Era de propiedad de un miembro de la realeza británica, el barón Slane.
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Luego de meses de negociaciones lograron firmar un acuerdo mediante el cual, la compañía de barón, construiría la tan esperada vía al Magdalena. A raíz de este suceso, la columna ‘Pliego de Cronista’ publicó la siguiente nota: “…telegramas vienen y telegramas van, todos ellos con palabras de entusiasmo, de sinceridad y de esperanza, en las que palpita el alma de la existencia del mañana de esta Provincia: su vía férrea al Magdalena. Ya los incrédulos comienzan a tener fe, los necios oficiosos a acallar sus vocinglerías, a reanimarse los pasivos por temperamento: la victoria de la gran idea deja oír sus primeros himnos triunfales de progreso. Cabe a nosotros, los que emprendimos esta nueva cruzada de bienestar, grandes y dignidad nacional, una muy dulce satisfacción que de ningún modo (pues ruines no somos), la convertimos en objeto de burlesco reproche para con aquellos que no creyeron o no quisieron creer en la realización del proyecto.
Hablamos así, en esta seguridad, en esta confianza, porque la expectativa en que estamos respecto a la celebración del contrato de privilegios con el barón Slane es expectativa halagüeña, de congratulación para los hijos de la Provincia del Norte, de orgullo para el progreso nacional y de envanecimiento para el decoro patrio que no más habrá de temer que en el porvenir mano atrevida ose estrujar uno de los pliegues de su clámide inmaculada ¡esa es la meta de los pueblos dignos!” Puede apreciarse en la nota anterior el entusiasmo del editor generado por la noticia. No era para menos, toda vez que múltiples comentarios venían manifestándose en los distintos medios, unos a favor y otros en contra del proyecto, que dicho sea de paso, nunca se consumó, por razones que habrá de investigarse y que fue la única de las propuestas del Ferrocarril de Cúcuta que no se cumplió.
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Siguiendo con otros temas, en la misma columna leemos algunos comentarios breves menos formales como los siguientes: “…quisieron los vecinos de El Escobal levantar en ese caserío, un altar u oratorio que sirviera para oficiar en casos excepcionales. El señor Delegado Apostólico les concedió la licencia autorizada por su firma y la del señor Secretario. Intentaron poner manos a la obra y dizque el señor cura de San Luis, de cuya jurisdicción parroquial depende ese caserío se negó rotundamente a ello. Me pronuncio por la comodidad espiritual y material de cada uno y me extraña que orden emanada de tan alto, no haya sido acatada.”
“…no sé hasta dónde puedan tener razón los que nos hablan de la influencia de los astros en los seres y las cosas, o sea la astrología. Pero lo que sí probado está, y casos hablan, es que un rayo de luna, de mucha gracia romántica para los poetas, ha sido mortal para algunos, y sin embargo, no creemos en sus mortales influencias. Josefa Peñuela, jovencita que servía en una casa de familia, se acostó ahora noches en un corredor que bañaba con sus rayos la luna y de ahí se levantó loca y presa de una fiebre que a las pocas horas acabó con ella. Estas cosas pasan, uno las refiere como advertencia y maldito el caso que hacemos del consejo.”
“… pliego nutrido de firmas, desde la más linajuda hasta la más humilde, enviaron al señor Presidente de la República los vecinos del Distrito del Rosario de Cúcuta. Exigen, en frase delicada y respetuosa, la cooperación de este gobernante en la terminación de su templo católico, el que, como es bien sabido se levanta en el mismo lugar donde en otro tiempo se alzaba aquel en el que los padres de patria celebraron el magno Congreso de 1821. Es por demás interesante y simpática la realización de esta obra, y el gobierno tiene, si quiere, la obligación de oír a sus peticionarios, pues como ellos bien lo dicen, el país entero verá con beneplácito la intervención de fondos del Tesoro Nacional, en la terminación del sacro recinto donde amalgamados están los cultos de la religión y la Patria. No gravaría esa suma nuestras arcas y la admiración, la contemplaría hecha guirnaldas de tributo patriótico ornando la portada del templo”.
Puede apreciarse la evolución sufrida en la redacción de las notas breves, hoy menos ‘floridas’ que en el pasado.
Redacción
Gerardo Raynaud D.
gerard.raynaud@gmail.com
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