Las noticias sobre las obras de infraestructura, especialmente sobre las tan necesarias vías de comunicación, eran del mayor interés para los habitantes de la región. Por esta razón, la buena nueva que constituía el inicio de la construcción de la carretera, que del caserío de ‘El Cerrito’ hasta las poblaciones de San Faustino y Ricaurte, era de la mayor importancia para el porvenir de la rica comarca, hasta ahora abandonada por la falta de una buena vía que permitiera una fluida circulación tanto de las personas como de los productos que allí se cultivan. Para los políticos de turno, quienes auguraban días de intenso desarrollo agrícola y ganadero, era otra de las promesas que se había hecho durante la campaña del presidente López, para quien comprendiendo la importancia de vincular el centro de la república con las regiones fronterizas valiosas por los múltiples aspectos socio económicos, cumplía con el clamor de la gente de esa zona fronteriza. Se decía que esta carretera hará el milagro de la resurrección, y nada tiene de particular que la antigua plaza fuerte que el asilamiento y el olvido tornó en ruinas vuelva a erguirse con la preponderancia de otros días.
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Desafortunadamente, aunque en el presente, el trazado de la carretera panamericana que teóricamente une los países de la América del Sur, por la costa occidental, desde la Patagonia hasta Venezuela, pasa por esa zona, la desidia de los gobernantes, en particular los venezolanos ha impedido la continuación de la vía hasta su territorio, faltando sólo un puente para unir esta carretera con las del vecino país.
En otra nota, se publica una carta de un distinguido caballero preocupado por el bienestar y el prestigio de su ciudad. Decía la misiva: “… tenemos esperanzas en que la reorganización de la Permanencia Central sea eficaz. Anhelamos ver en los parques y las calles velando celosamente por la moral y el respeto público al ‘Señor Policía’. Al ‘Señor Policía’ deseamos verlo en todas partes con sus manera cultas, obrando con diligencia y energía, nos duele profundamente que nos dé con su ausencia, que se pase las horas dentro de los botiquines o entregado a idilios amorosos en los parques o en las calles muchachos malcriados o adultos sin respeto personal cometiendo desafueros. El ‘Señor Policía’ si cumple con su deber es acreedor a todo nuestro respeto, a todo nuestro cariño y a todas nuestras consideraciones. El ‘Señor Policía’ es la salvaguardia social y su acción está íntimamente ligada al prestigio de la ciudad”. Palabras de sinceridad y de verdad son éstas del caballero cucuteño; en su pensamiento lo acompañamos decididamente deseando ver en los parques y en las calles al ‘Señor Policía’, era el remate escrito por el periodista de turno.
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Como al parecer, la mayor preocupación da la ciudadanía era la seguridad, no se hace extraño que el señor alcalde, para esa época José María Rodríguez, lanzara la siguiente prevención en defensa de los menores y que según se esperaba no fuera letra muerta sino que se cumpliera rigurosamente. No era un decreto ni una resolución, tal solo un ‘aviso de prevención’ que a la letra decía: “El Alcalde de San José de Cúcuta llama la atención sobre el estricto cumplimiento que debe dársele al siguiente artículo del Código de Policía del Departamento: Artículo 143, es absolutamente prohibido admitir en los establecimientos donde funcionan juegos permitidos a menores de edad no habilitados, sirvientes domésticos y beodos, así como también, permitir desórdenes en la casa. La contravención a esta disposición se castigará con una multa de veinte pesos cada vez que ocurra, sin perjuicio de cerrar el establecimiento cuando la policía lo crea necesario”. En la comunicación se agregaba que la Alcaldía había impartido las órdenes para que la policía obrara con todo el rigor, a fin de imponer sanciones inmediatamente a quienes infringieran la disposición anterior.
Durante el último trimestre de ese año se produjo de dimisión del gobernador Luis Hernández Gutiérrez lo cual produjo una serie de reacciones, algunas de las cuales paso a reproducir: “… el doctor Luis Hernández Gutiérrez se retira hoy de la gobernación del Norte de Santander en medio del respeto, del reconocimiento y del cariño de la ciudadanía liberal que lo ha visto luchar por el predominio de las causas a través de toda una vida y que ha dado cuenta de la pulcritud, habría de bien y espíritu de progreso con que durante un año rigió los destinos del Departamento”, así lo ha reconocido plenamente el presidente López Pumarejo cuando en telegrama reciente le comunica:”…me refiero a su telegrama del pasado día 23 del presente en el cual presenta usted renuncia del cargo de Gobernador que ha venido sirviendo con rectitud, inteligencia y acierto desde hace un año…Quiero agradecer a usted nuevamente la cooperación que tuvo a bien prestarme en este primer periodo de mi gobierno, cooperación cuyos beneficios son ya reconocidos por el pueblo santandereano. Permítame además que formule muy calurosos votos porque tenga todo el éxito en las nuevas labores que piensa dedicarse, sin que ellas le embarguen su atención, de tal manera que no siga teniendo usted la influencia que merece y ha conquistado legítimamente en los destinos de esa sección”.
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Termina la nota periodística con el siguiente comentario: “… Satisfecho pues, de su labor como gobernante, retorna el doctor Luis Hernández Gutiérrez a su puesto de acción profesional y política como una de nuestras figuras más destacadas en el foro y en el liberalismo”.
Por esos mismos días fue designado, por el Poder Ejecutivo, en su reemplazo como gobernador, según decreto 1732 de octubre de 1935, el doctor Manuel José Vargas de quien escribiremos, en los próximos días, una crónica sobre este nuevo hecho político.
Para terminar con esta narración que nos ha recreado algunos aspectos de las actividades desarrolladas en el año 35 del siglo XX, vamos a despedirnos con la llegada de un nuevo profesional a nuestra ciudad, quien a partir de este momento, se convertiría en uno de sus líderes más polémicos y controvertidos. Aparecía en el escenario una de las más “distinguidas figuras de la juventud nortesantandereana y una verdadera promesa en el ejercicio de su profesión de médico, dada su preparación y el interés con que se consagra al estudio de los dolores humanos”. Se trataba del Miguel Roberto Gélvis Sáenz, notable médico y político, de quien tendremos la oportunidad de escribir sobre sus actividades y gestiones en los cargos que desempeñó, tanto en la política como en la medicina.
Redacción
Gerardo Raynaud D.
gerard.raynaud@gmail.com
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