Virgilio Barco Vargas, uno de los presidentes colombianos menos conocidos de los últimos tiempos, cuenta con una biografía de largo aliento. Una investigación de varios años hecha por Leopoldo Villar Borda, que incluyó decenas de entrevistas y la consulta de diversos archivos en Cúcuta, Bogotá, Boston, Londres, Washington y otras ciudades, se añadió al conocimiento directo del autor para completar el retrato de su vida, que se confunde con la historia del país en buena parte del siglo XX.
La biografía de Barco está entre las novedades de literatura política más relevante. Los lectores descubrirán en ella facetas ignoradas y sorprendentes del mandatario que gobernó durante el período en el que el Estado colombiano enfrentó el mayor desafío criminal de su historia y, al mismo tiempo, se efectuaron los primeros acuerdos de paz con movimientos insurgentes en el siglo XX y se sentaron las bases de la Constitución que rige al país desde 1991.
Aunque la presidencia fue el lapso más importante en la vida de Barco, la narración no se limita a ella ni a la carrera política que la precedió. También habla de sus ancestros, los generales Virgilio Barco Martínez y Justo Leonidas Durán, que participaron en los bandos opuestos en la Guerra de los Mil Días y después se convirtieron en parientes cuando el hijo del primero se casó con una sobrina del segundo. Estos últimos fueron los padres de Barco.
La narración describe el ambiente en el que nació y creció Barco, en un hogar favorecido por la riqueza petrolera gracias al hallazgo que su abuelo paterno hizo en el Catatumbo, que condujo a la creación de la Concesión Barco y le permitió conocer desde niño los lujos que proporciona el dinero cuando viajó a Europa con toda su familia antes de cumplir los seis años.
También muestra cómo, en lugar de sentirse atraído por los negocios, desde joven se apasionó por las ideas liberales y siguió la ruta del general Durán en lugar de la conservadora que favorecían el general Barco y Jorge Enrique Barco, su padre, un destacado dirigente conservador en Norte de Santander.
Para defender esas ideas, en 1960 fundó La Opinión con Eustorgio Colmenares Baptista, Eduardo Silva, Alirio Sánchez y León Colmenares, como antes había apoyado a ‘Jornada’, el periódico de Jorge Eliécer Gaitán, y a ‘La Calle’, el órgano del Movimiento Revolucionario Liberal (MRL) dirigido por Alfonso López Michelsen.
El relato sigue la trayectoria estudiantil de Barco, su temprana afición por la paleontología y su grado de bachiller en Cúcuta, así como sus estudios de ingeniería en la Universidad Nacional y después en el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), tras los cuales regresó a Cúcuta en 1943 y en vez de ejercer la ingeniería se dedicó a la política.
La correspondencia cruzada con sus padres durante sus cuatro años de estudio en Boston, conservada en su totalidad, ofreció al autor un acervo excepcional de información sobre lo que pasaba en Colombia en momentos en que se gestaba la Violencia con mayúsculas, y sobre las ideas y sentimientos que dominaban entonces al futuro presidente.
La correspondencia con su novia Carolina Isakson cuando él se iniciaba en la política y ella estudiaba en Stanford (California), también conservada en su integridad, refuerza la narración del drama nacional de ese tiempo y de la forma en la que este lo afectó. Al relato de estas vivencias se añade la descripción de las circunstancias en las que se produjo su encuentro con Carolina, descendiente de inmigrantes europeos pobres arribados a Estados Unidos, uno de los cuales llegó a Cúcuta con la compañía petrolera que administraba la Concesión Barco.
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Trayectoria pública y política
A la historia de la niñez, la juventud y la edad adulta de Barco sigue la de su trayectoria pública desde su primera incursión en la política, cuando se afilió a la corriente más progresista del Partido Liberal que encabezaba Gaitán, conoció de primera mano los inútiles intentos por impedir la caída del Partido Liberal del poder en 1946 y fue elegido en las listas gaitanistas como concejal de Cúcuta en 1947.
Barco fue uno de los principales damnificados del 9 de abril de 1948, porque perdió su inversión en ‘Jornada’ y, además, fue testigo y víctima de la violencia que arreció después del asesinato de Gaitán. Elegido a la Cámara de Representantes en 1949, presenció el tiroteo del 9 de septiembre de ese año en el recinto de la corporación, en el que cayó el representante liberal Gustavo Jiménez.
Tras el cierre del Congreso sufrió la persecución oficial hasta el punto de tener que huir de Cúcuta, saltando una noche la tapia de su casa, y luego adelantar su matrimonio, que estaba programado para 1952, para exiliarse en 1950 con su esposa en los Estados Unidos.
Tras una nueva permanencia de cuatro años en Boston regresó al país al terminar la hegemonía conservadora y cuando el general Gustavo Rojas Pinilla pretendió mantenerse en el poder participó en la formación del movimiento bipartidista que precipitó la caída de la dictadura en 1957.
La gestión de Barco como ministro de Obras Públicas y de Agricultura y como alcalde de Bogotá durante los gobiernos del Frente Nacional es descrita en detalle y contiene episodios inéditos sobre las dificultades que surgieron en el sistema bipartidista para adelantar proyectos como la reforma agraria de 1961, que ayudó a redactar.
En el caso de la Alcaldía el relato incluye testimonios sobre la forma en la que se planificó y ejecutó la transformación de la ciudad, la mayor ocurrida hasta entonces. Así ocurre con la reseña de sus demás actuaciones en el país y el exterior antes de su elección a la presidencia y con la narración de las dos campañas que adelantó para alcanzarla, conocidas por dentro por el autor.
Esta incluye hechos poco conocidos como el encuentro frustrado con López Michelsen en busca de un acuerdo para la elección presidencial de 1982 y la forma en que se hizo la unión liberal en 1986, que muestran su manera de actuar en política.
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En la Presidencia
El trabajo también presenta aspectos reveladores de la forma en que Barco vivió los cuatro años de su presidencia y tomó sus principales decisiones, como el impulso de la reforma de la Constitución contra la resistencia de los expresidentes liberales, la modificación del Concordato que la iglesia católica frustró al entorpecer la negociación, el inicio de la apertura comercial y la entrega de millones de hectáreas a los indígenas del Amazonas, en medio de las conmociones generadas por la guerra de las drogas.
La restauración del gobierno de partido, la política de paz y la apertura del sistema político a nuevas corrientes de opinión son ilustradas con las voces de los actores y con la exposición de las actitudes de Barco ante el terrorismo, los asesinatos de los candidatos presidenciales y la matanza de la Unión Patriótica, principales motivos de frustración para él en el ejercicio de la presidencia.
Del mismo modo se describen episodios críticos de su gobierno en el campo internacional, como la crisis con Venezuela por el incidente de la corbeta Caldas y las confrontaciones con Estados Unidos en la OEA, primero por el hostigamiento al país que desataron las autoridades estadounidenses por la liberación del narcotraficante Jorge Luis Ochoa en 1987, y después por la invasión a Panamá el 20 de diciembre de 1989.
También se reseñan sus empeños sin ejecutar, la emergencia médica en Corea, los atentados contra la familia presidencial y el secuestro de los hijos y la hermana del secretario general de la Presidencia, Germán Montoya, con todas sus implicaciones.
En la parte final se describe el deterioro de su salud con los primeros síntomas del mal de Alzheimer, la última misión en Londres, el regreso y los años de retiro en su apartamento de la calle 86 de Bogotá, hasta la aparición del cáncer y la muerte el 20 de mayo de 1997.
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