La voz de Nora Robles se entrecorta cada vez que recuerda el macabro asesinato de su hijo, quien fue golpeado brutalmente y asfixiado por dos hombres que compartían un cuarto de reflexión o más bien, un “cuarto de tortura”, como lo denominó la adolorida madre.
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El cucuteño murió en un centro de rehabilitación de consumo de drogas y de enfermedades mentales, ubicado en la carrera 21 con calle 41, de Bucaramanga, adonde su familia lo dejó el 1 de septiembre.
Nora es enfática en insistir en que su hijo “no era drogadicto, ni habitante de calle”, sino que sufría de una enfermedad nerviosa, que le causaba ansiedad, nervios, sudoración y angustia, que lograba calmar caminando y haciendo una oración.
Sin embargo, en su afán de que él superara esta enfermedad, decidió enviarlo a Bucaramanga, tras conocer una publicidad en una red social, de una entidad que reunía los requisitos para atender la situación de Chía.
“Pagué $600.000 y la cuota mensual acordada era del mismo valor. Todo lo que nos pidieron se los dimos. Siempre me decían que él estaría bien y que recibiría medicamentos para que fuera asimilando el proceso”, explicó la mujer.
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Un allegado a la familia, que vivió durante algunos meses con Abraham en Cúcuta, fue el que se encargó de llevarlo a Bucaramanga, a dejarlo a disposición del presunto lugar de rehabilitación.
Sin embargo, dos días después, el hombre se enteró que Chía Robles había sido trasladado para una sucursal del lugar, donde confirmó que había iniciado el proceso de rehabilitación.
El 10 de septiembre, el teléfono de Nora sonó insistentemente y cuando decidió contestar la llamada, fue notificada de la trágica noticia de la muerte de su ser querido.
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Los familiares arribaron al día siguiente a la Ciudad Bonita y allí empezaron a conocer la macabra historia que envolvió la muerte de Abraham.
Según conocieron los dolientes, la víctima estaba junto con siete hombres más en la habitación de 3x3 metros, como una manera de castigo, al parecer, por una pelea previa.
Allí, cuando Chía le rozó la cabeza a Josué Manuel Niño Medina, se desató una seguidilla de agresiones de este, junto con Yorgui Fabián Figueredo Mosquera, desde patadas en la cara, hasta lograr asfixiarlo con una sábana que le ataron en el cuello.
“Lo golpearon hasta que se cansaron y luego le amarraron la sábana en el cuello y cada uno tiraba de un lado, hasta que lo mataron. Luego, se orinaron encima de mi hijo y lo taparon con la sábana. Después de dos horas, las autoridades conocieron el hecho”, dijo la angustiada mamá.
Los planes
Nora Robles recordó que su hijo tenía ilusiones de tener una panadería, hecho que se iba a hacer realidad cuando saliera del supuesto centro de rehabilitación.
Abraham Chía, quien ayer hubiese cumplido 28 años, vivió en Bogotá, donde trabajó como auxiliar de odontología en un consultorio de su hermano.
Sin embargo, decidió trasladarse a Cúcuta, donde también intentó trabajar en una fábrica de bluyines de otro de sus hermanos, pero por su enfermedad tuvo que desistir de sus labores.
Finalmente, la familia de la víctima decidió que debían contar con ayuda profesional y por eso buscó dicho centro en Bucaramanga, donde finalmente perdió la vida.
Según se conoció, las autoridades capturaron a Josué Manuel Niño Medina y a Yorgui Fabián Figueredo Mosquera, señalados de asesinar a Chía Robles.