La casona antigua del ex gobernador Gonzalo Rivera Laguado, ubicada en el barrio Latino, se transformó en una escuela de bellas artes donde tiene cabida, desde un niño de tres años, hasta personas en  situación de discapacidad

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Y esa titánica labor la logró el joven Carlos Alberto Sandoval, quien a sus 17 años vendía revistas en la calle con su madre Gladys Eugenio. En Cúcuta estaba en apogeo la pintura en tela, en esa época, pero no existía un sitio donde enseñaran la técnica. Sin embargo, su madre contactó a una profesora del Sena, quien iba hasta su casa a enseñarle a dar pinceladas que terminaban dando figuras a flores o mariposas.

Cuando Carlos Sandoval dominó por completo el pincel sintió la necesidad de compartir sus conocimientos y alquiló un local de un metro cuadrado, en el tercer piso del centro comercial Oití, donde funcionaban las bodegas. Allí pintaba sobre vestidos, zapatos, bolsos y la clientela empezó a interesarse por esas exclusivas prendas y a indagar por el artista.

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Fue entonces cuando Sandoval se trasladó al centro comercial ‘La Estrella’ donde apoyaron su iniciativa de abrir el taller. Junto con su prima Karina Alejandra Eugenio emprendieron con éxito hasta buscar otro local más amplio. De allí se  pasó para la calle 13 con séptima y luego, frente al hotel Casa Blanca y cada vez se exigía más espacio. Alquiló también el Club Colsag, pero no se sentía cómodo con la distribución de los talleres de artes plásticas y fotografía.

Hace siete años Carlos Sandoval encontró, a unos cuantos metros donde funcionó la Escuela de Bellas Artes, el sitio ideal para ampliar el portafolio de servicios que había proyectado. Porque entre esos ires y venires, dejó a un lado ser vendedor ambulante, y estudió la primaria en la escuelita San Pedro Claver y el bachillerato en el colegio Pablo Correa León del barrio La Libertad.

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Su esmero por sacudirse de la pobreza y brindar un mejor futuro a su madre, aplicó a la beca que le dio la oportunidad de graduarse de Administrador de Empresas porque quería suficiente conocimiento para formalizar su escuela de arte que bautizó ‘Tallando talentos’. Ese nombre no fue tan difícil de crear porque precisamente “lo que quería era pulir, tallar, esas infinidades de talentos que hay en Cúcuta y el resto del departamento.
 

Quince años después Carlos Sandoval  puede mostrar su gran obra que ha extendido a Medellín, desde hace dos años.

En la casona de dos pisos ha distribuido cada espacio con sumo cuidado en donde los doce profesores pueden tener su taller exclusivo para enseñar artes plásticas, música, danza, fotografía, teatro, dibujo, escultura y arcilla, repostería infantil y tejido de muñecos al crochet. 

Por ‘Tallando talentos’ han pasado unos cinco mil alumnos procedentes de los distintos municipios de Norte de Santander y de otros departamentos. También ha tenido alumnos y profesores internacionales, de países como Perú, México, Dinamarca, Brasil, Ecuador y Perú.

La mayor satisfacción de Carlos Sandoval es poder contribuir a la formación de niños y personas en situación de discapacidad desde hace diez años. “Hemos tenido alumnos con síndrome de Down, autistas, en sillas de rueda y la mayoría plasma en la pintura sus alegrías, emociones”. Sandoval está convencido que todas las personas deben estudiar una carrera, pero además aprender un arte “porque  a donde vayan, es el lenguaje que trasciende fronteras”.  

Quiere dejar este legado  y en su hijo Liam está empezando a tallar ese talento que Dios le dio, el de la música, brindándole esa oportunidad que él no tuvo, razón que originó “Tallando talentos’,  que en junio cumplirá la  edad primaveral.

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