Quienes aman a la reina no necesariamente aprecian a Carlos, argumenta Smith, denunciando una institución "antidemocrática" y costosa para el contribuyente.
Los últimos sondeos muestran que la popularidad de la monarquía ha disminuido, afirma, y considera que seguirá haciéndolo, especialmente entre los jóvenes, menos apegados a la tradición y más sensibles a las luchas anticoloniales.
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Según una encuesta del think tank British Future, el 58% de los británicos apoya la monarquía, mientras que el 25% está a favor de una república tras Isabel II. Pero el margen es mucho menor entre los jóvenes (40% frente al 37% a favor de una república), las minorías étnicas (37%-33%) y los escoceses (45%-36%).
"La muerte de la reina marcará un gran punto de inflexión", predice Robert Hazell, profesor de derecho constitucional en University College de Londres. Carlos, de 73 años, será "un viejo poco seductor" cuando se convierta en rey, dice a la AFP. Y no descarta que se vea presionado por la prensa sensacionalista para dejar el lugar a su hijo Guillermo, que cumple 40 años en junio.
"Fuerza unificadora"
Para ampliar su atractivo y mantenerse, la monarquía tendrá que adaptarse a un nuevo mundo alejado de los valores que prevalecían en el siglo pasado, cuando la joven Isabel fue coronada, coincide el experto en relaciones públicas Mark Borkowski.
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"Nadie sabe qué forma adoptará", afirma, "pero tendrá que mostrar un cambio" como hizo la propia Isabel II cuando se mostró más cercana y abierta tras la muerte de la princesa Diana en 1997.
Según el diario Daily Mail, Guillermo ya manifestó su voluntad de cambiar de estrategia tras una gira por el Caribe en marzo, en que fue muy criticado por el pasado colonial del país.
Le gustaría que la monarquía fuera más "ágil", una "fuerza unificadora" capaz de resistir el paso del tiempo, dice el periódico.
También abrió la puerta a un menor papel de la corona en la Commonwealth, cuando algunos de esos países que aún tienen la reina como jefa de Estado podrían declararse repúblicas, como hizo Barbados en noviembre.
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De ahí a imaginar un efecto dominó en el Reino Unido hay un gran paso poco probable a corto plazo, dice Hazell. Además de un referéndum, la transición a la república requeriría el apoyo de un amplio sector de la clase política, agrega.
Según este experto, el Reino Unido es ya "una república aunque no lo diga", con un soberano sin poder político real, en contraste con un país como Francia, donde "el presidente es como un monarca". Y tiene la ventaja de un jefe de Estado con el que la población se identifica "más fácilmente".
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