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206 casos de violencia contra los niños están consignados en el último informe epidemiológico de salud mental.
Fue el presidente Juan Manuel Santos quien el jueves pasado reveló que el 52 por ciento de los niños que nacen en Colombia son producto de embarazos no planeados.
La cifra, que a muchos ha servido de argumento para explicar un aumento demográfico que dificulta la lucha contra la pobreza, se da en momentos en que desafortunadamente el maltrato infantil gana terreno en diversas regiones del país, incluso por encima de otros episodios de violencia intrafamiliar y de género.
Cúcuta no es la excepción a esta dura realidad nacional. Según el último informe de vigilancia epidemiológica en materia de salud mental, correspondiente a 2009, la violencia contra los niños constituye el segundo índice más alto de casos reportados por el sistema hospitalario en lo que a desórdenes del comportamiento y trastornos mentales se refiere.
Como se sabe, la red hospitalaria en el ámbito de la salud mental incluye, desde 2007, el maltrato infantil y la violencia contra la mujer en la categoría de casos que una vez llegan a conocimiento del sistema de salud deben ser reportados obligatoriamente al Programa Epidemiológico de Salud Mental, una especie de relación cuantitativa de episodios que incluyen desde los cuadros clínicos más conocidos por la siquiatría –como la depresión, el trastorno bipolar y la ansiedad- hasta la disfunción familiar asociada al alcoholismo, a la drogadicción y al abuso sexual.
De acuerdo con las cifras dadas a conocer por la División de Salud Mental de la Secretaría Municipal de Salud, el mayor número de casos reportados en Cúcuta corresponde a cuadros de ansiedad, con 272 episodios; seguido del maltrato infantil, con 206 historias clínicas; del intento de suicidio, con 151 episodios; y el abuso sexual, con 86 casos.
La lista de lo que el sistema de vigilancia epidemiológica llama simplemente “eventos” se ve dominada por desórdenes del comportamiento atribuibles a familias disfuncionales que, en la mayoría de los casos, convierten en víctimas a los menores de edad. Los expertos coinciden en que tales abusos dan origen a trastornos del comportamiento y conductas que ya en la edad adulta tienden replicar contra otros niños la violencia de la que fueron víctima.
Por debajo de estos tipos de historial clínico reportado al sistema municipal de salud mental se encuentran el síndrome convulsivo, con 84 remisiones hospitalarias; la depresión, con 81; la violencia contra la mujer, con 55 casos conocidos por la red hospitalaria; el consumo de drogas sicoactivas con 25 y la intoxicación por alcohol, con 23 episodios.
El estudio, como lo reconoce la coordinadora de Salud Mental del municipio, Grecia de Pérez, no permite establecer el porcentaje de desequilibrios mentales que tienen su origen en un determinado episodio de violencia, sea intrafamiliar, delictiva o política.
Los estudios, consignados en la investigación adelantada con base en la información suministrada por las 60 Instituciones Prestadoras de Salud convocadas por la Secretaría desde el año 2005, colocan en una misma estadística tanto los trastornos mentales como aquellas conductas que, teniendo o no su origen en desequilibrios del comportamiento, son objeto de judicialización, como es el caso del abuso sexual, la violencia intrafamiliar, la violencia de género y el maltrato infantil.
Sobre la base de que el 18 por ciento de todos los casos de salud mental reportados corresponden a episodios de maltrato infantil, la pregunta que el observatorio epidemiológico del municipio se hace tiene que ver con las causas y los factores de riesgo que potencian este desolador drama de la violencia contra los niños.
Pero a falta de respuestas, el informe ofrece una que otra pista sobre el origen más remoto que puede explicar este aumento de trastornos que hoy ya no se limitan exclusivamente a palabras como esquizofrenia, psicosis, neurosis conversiva, trastorno bipolar y paranoia, términos que han convertido en tabú todo lo concerniente a la salud mental.
De acuerdo con el documento, esta cruda realidad del maltrato infantil se ve agravada cuando hay de por medio antecedentes de violencia sufridos por el agresor en su infancia, así como otros factores de riesgo que incluyen los embarazos no deseados, la disfunción familiar, el alcoholismo y la drogadicción por parte de uno o ambos padres; y el bajo rendimiento escolar -que a su vez es causa y efecto del maltrato-; así como el desempleo y la crisis económica, ya en el terreno de los factores de riesgo social.
Por supuesto, el mayor interrogante remite a saber algún día qué circunstancias están en la base del origen de muchas de las enfermedades mentales, una realidad que en Cúcuta golpea más al sexo femenino: de los 1.141 casos censados por el sistema sanitario, el 64 por ciento corresponde a mujeres, frente al 36 por ciento restante que involucra a los hombres.
Y al margen del reparto social, geográfico y de género de unas enfermedades mentales que no hacen distinción entre ricos y pobres y hombres y mujeres, lo más sorprendente del informe epidemiológico tiene que ver con la dramática conclusión de que a nivel local el maltrato infantil es, después de la ansiedad, el segundo tipo de eventos que son reportados al sistema municipal de salud mental.
Comparado con lo que fue en 2003, cuando se puso en marcha el actual modelo de vigilancia epidemiológica en la materia, las cosas tampoco invitan al optimismo: la depresión como el segundo desorden mental más común entonces en Cúcuta ha sido relevado por el maltrato infantil, disfunción de la conducta del agresor que a la larga conlleva más problemas de tipo conductual a los niños y niñas.
Según el informe del Programa de Vigilancia Epidemiológica de Salud Mental, de los 1.141 casos reportados, 1.036 corresponden a Cúcuta; 15 a otros municipios del área metropolitana y 91 más no tienen especificado el lugar de origen.
Por zonas, la comuna 8, que aloja entre otros a los barrios Antonia Santos y a la ciudadela Juan Atalaya, concentran casi una quinta parte de los casos censados, lo que es apenas lógico si se tiene en cuenta la elevada densidad poblacional de este sector de la ciudad, a lo que se agregan la existencia de factores de riesgo socio-económicos.
fabio.fandino@laopinion.com.co
Fue el presidente Juan Manuel Santos quien el jueves pasado reveló que el 52 por ciento de los niños que nacen en Colombia son producto de embarazos no planeados.
La cifra, que a muchos ha servido de argumento para explicar un aumento demográfico que dificulta la lucha contra la pobreza, se da en momentos en que desafortunadamente el maltrato infantil gana terreno en diversas regiones del país, incluso por encima de otros episodios de violencia intrafamiliar y de género.
Cúcuta no es la excepción a esta dura realidad nacional. Según el último informe de vigilancia epidemiológica en materia de salud mental, correspondiente a 2009, la violencia contra los niños constituye el segundo índice más alto de casos reportados por el sistema hospitalario en lo que a desórdenes del comportamiento y trastornos mentales se refiere.
Como se sabe, la red hospitalaria en el ámbito de la salud mental incluye, desde 2007, el maltrato infantil y la violencia contra la mujer en la categoría de casos que una vez llegan a conocimiento del sistema de salud deben ser reportados obligatoriamente al Programa Epidemiológico de Salud Mental, una especie de relación cuantitativa de episodios que incluyen desde los cuadros clínicos más conocidos por la siquiatría –como la depresión, el trastorno bipolar y la ansiedad- hasta la disfunción familiar asociada al alcoholismo, a la drogadicción y al abuso sexual.
De acuerdo con las cifras dadas a conocer por la División de Salud Mental de la Secretaría Municipal de Salud, el mayor número de casos reportados en Cúcuta corresponde a cuadros de ansiedad, con 272 episodios; seguido del maltrato infantil, con 206 historias clínicas; del intento de suicidio, con 151 episodios; y el abuso sexual, con 86 casos.
La lista de lo que el sistema de vigilancia epidemiológica llama simplemente “eventos” se ve dominada por desórdenes del comportamiento atribuibles a familias disfuncionales que, en la mayoría de los casos, convierten en víctimas a los menores de edad. Los expertos coinciden en que tales abusos dan origen a trastornos del comportamiento y conductas que ya en la edad adulta tienden replicar contra otros niños la violencia de la que fueron víctima.
Por debajo de estos tipos de historial clínico reportado al sistema municipal de salud mental se encuentran el síndrome convulsivo, con 84 remisiones hospitalarias; la depresión, con 81; la violencia contra la mujer, con 55 casos conocidos por la red hospitalaria; el consumo de drogas sicoactivas con 25 y la intoxicación por alcohol, con 23 episodios.
El estudio, como lo reconoce la coordinadora de Salud Mental del municipio, Grecia de Pérez, no permite establecer el porcentaje de desequilibrios mentales que tienen su origen en un determinado episodio de violencia, sea intrafamiliar, delictiva o política.
Los estudios, consignados en la investigación adelantada con base en la información suministrada por las 60 Instituciones Prestadoras de Salud convocadas por la Secretaría desde el año 2005, colocan en una misma estadística tanto los trastornos mentales como aquellas conductas que, teniendo o no su origen en desequilibrios del comportamiento, son objeto de judicialización, como es el caso del abuso sexual, la violencia intrafamiliar, la violencia de género y el maltrato infantil.
Causas probables
Sobre la base de que el 18 por ciento de todos los casos de salud mental reportados corresponden a episodios de maltrato infantil, la pregunta que el observatorio epidemiológico del municipio se hace tiene que ver con las causas y los factores de riesgo que potencian este desolador drama de la violencia contra los niños.
Pero a falta de respuestas, el informe ofrece una que otra pista sobre el origen más remoto que puede explicar este aumento de trastornos que hoy ya no se limitan exclusivamente a palabras como esquizofrenia, psicosis, neurosis conversiva, trastorno bipolar y paranoia, términos que han convertido en tabú todo lo concerniente a la salud mental.
De acuerdo con el documento, esta cruda realidad del maltrato infantil se ve agravada cuando hay de por medio antecedentes de violencia sufridos por el agresor en su infancia, así como otros factores de riesgo que incluyen los embarazos no deseados, la disfunción familiar, el alcoholismo y la drogadicción por parte de uno o ambos padres; y el bajo rendimiento escolar -que a su vez es causa y efecto del maltrato-; así como el desempleo y la crisis económica, ya en el terreno de los factores de riesgo social.
Por supuesto, el mayor interrogante remite a saber algún día qué circunstancias están en la base del origen de muchas de las enfermedades mentales, una realidad que en Cúcuta golpea más al sexo femenino: de los 1.141 casos censados por el sistema sanitario, el 64 por ciento corresponde a mujeres, frente al 36 por ciento restante que involucra a los hombres.
Y al margen del reparto social, geográfico y de género de unas enfermedades mentales que no hacen distinción entre ricos y pobres y hombres y mujeres, lo más sorprendente del informe epidemiológico tiene que ver con la dramática conclusión de que a nivel local el maltrato infantil es, después de la ansiedad, el segundo tipo de eventos que son reportados al sistema municipal de salud mental.
Comparado con lo que fue en 2003, cuando se puso en marcha el actual modelo de vigilancia epidemiológica en la materia, las cosas tampoco invitan al optimismo: la depresión como el segundo desorden mental más común entonces en Cúcuta ha sido relevado por el maltrato infantil, disfunción de la conducta del agresor que a la larga conlleva más problemas de tipo conductual a los niños y niñas.
La violencia de género
Según el informe del Programa de Vigilancia Epidemiológica de Salud Mental, de los 1.141 casos reportados, 1.036 corresponden a Cúcuta; 15 a otros municipios del área metropolitana y 91 más no tienen especificado el lugar de origen.
Por zonas, la comuna 8, que aloja entre otros a los barrios Antonia Santos y a la ciudadela Juan Atalaya, concentran casi una quinta parte de los casos censados, lo que es apenas lógico si se tiene en cuenta la elevada densidad poblacional de este sector de la ciudad, a lo que se agregan la existencia de factores de riesgo socio-económicos.