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Memorias
Alcalde contrabandista
Al parecer era habitual el desplazamiento del alcalde de la ciudad a la vecina población de San Cristóbal.
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Sábado, 21 de Julio de 2018

Durante la primera mitad del siglo XX, las rivalidades entre los partidos tradicionales fueron pan de cada día. En la práctica, los conservadores estrenaron el siglo y en 1930, debido a las divisiones internas, el opositor partido liberal asumió las riendas del poder, manteniéndose solo dieciséis años, pues por la misma razón, en 1946 el partido conservador lo recuperó. 

Esas hegemonías solamente avivaban crudos antagonismos, dado que la repartición de las cuotas de dominio de la administración pública generaba descontento y decepciones entre la población, pues se creaban privilegios y preferencias inaceptables a la luz del derecho de igualdad de las gentes. La polarización, aunque latente, era soportada con resignación por unos y aprovechada por la contraparte.

Esa misma discriminación suscitaba situaciones de abusos que por la general, se aprovechaba en beneficio personal con la anuencia tácita de las autoridades, quienes se hacían los de la vista gorda para beneplácito de sus superiores.

Era frecuente que los gobernantes, en todos los niveles, sacaran provecho de sus cargos por la inmunidad de que gozaban, de manera que algunas de sus actuaciones no eran del todo desarrolladas a la luz de las buenas costumbres y a veces, por fuera de los límites de la legalidad.

En la crónica de hoy, acontecida en junio de 1948, en plena agitación violenta producto de la problemática surgida a raíz del asesinato del líder liberal Jorge Eliécer Gaitán, se presentó un hecho que en nuestro medio pasó completamente desapercibido, por tratarse de suceso que se consideraba bastante normal, por no decir que “tradicional”, toda vez que era una acción que se realizaba y aún se hace hoy, por parte de las habitantes de la frontera, de llevar o traer productos de uno y otro lado de la frontera, digamos que para su uso y consumo personal y el de su familia, que dicho sea de paso, tienen en ambos lados de la línea limítrofe. 

El mensaje se conoció, no porque lo hubieran difundido los medios locales, para los cuales no constituía noticia, sino porque fue publicado por el diario bogotano “El Liberal” de circulación local en la capital y la nota involucraba un político conservador que como decimos hoy “dio papaya”, pues la información la suministró una fuente anónima, que el periódico identificó como “un gran amigo y compatriota residente en la ciudad de San Cristóbal, Estado Táchira y muy seguramente, exiliado voluntario por razones que suponemos hayan sido políticas. 

Pues bien, la administración municipal continuaba aún en manos del partido conservador, a pesar de lo convulsionado de la situación en la mayor parte del territorio nacional y no habían sido nombradas las autoridades militares que el gobierno central dispuso para contener la avalancha de hechos violentos y asonadas que se presentaban cada vez con mayor frecuencia. 

¿Pero cuál fue la noticia a que alude “El Liberal”?  El encabezado de esta crónica corresponde al titular de la noticia publicada en grandes caracteres en la primera plana del diario, con gran despliegue e inusual claridad.

Al parecer era habitual el desplazamiento del alcalde de la ciudad a la vecina población de San Cristóbal, lugar según sus comentarios, iba a visitar a sus familiares semanalmente aprovechando los días libres de los fines de semana. Es conveniente recordar que en aquella época, el traslado a las poblaciones fronterizas venezolanas por parte de los cucuteños se realizaba sin inconvenientes, esto es sin necesidad de documentación especial, menos los vehículos de placas oficiales que entonces realizaban viajes frecuentes a las poblaciones venezolanas de la frontera.

Dice el artículo que “en su último viaje sabatino a San Cristóbal, el señor alcalde fue sorprendido en la alcabala de Peracal, por las autoridades de aduana del hermano país, con la orden de que tuviera la gentileza de ordenar a su chofer abriera el baúl. Al reclamar su fuero especial de primera autoridad de Cúcuta, al poner de presente que frecuentemente viajaba por allí y no se le había sometido a tales requisas que él estimaba lesionaban su autoridad moral y policiva, fue informado de que esta vez se procedía en tal forma por mediar denuncio de que en ese carro oficial estaban pasando contrabando. Estaban en éstas cuando se presentó en su vehículo un alto empleado de la aduana y permitió siguiera el carro del alcalde detrás del suyo. Seguramente el vehículo del alcalde fue seguido y vigilado, lo cierto es que en la madrugada del día siguiente, la seguridad venezolana decomisaba de la residencia particular en donde esa noche estuvo el vehículo de la alcaldía de Cúcuta, un fuerte contrabando de pieles y posiblemente de cigarrillos. Como consecuencia de este bochorno, estamos informados de que se han impartido órdenes terminantes para que las autoridades de aduana del vecino país requisen cuidadosamente todos los vehículos que con placas oficiales pasen la frontera, lo que anteriormente no sucedía.”

La noticia fue retransmitida textualmente por un diario liberal de la ciudad, medio que cerró la nota así, “somos los primeros en desear que el joven profesional de la Alcaldía estuviera en posibilidades de desmentir la noticia que publica “El Liberal”, pues tal actitud, de confirmarse, nos avergüenza como colombianos y especialmente como cucuteños.”

A pesar de que los hechos mencionados por “El Liberal” habían sucedido algunas semanas antes, ese mismo día se conoció la noticia del nombramiento de alcalde de la ciudad, con el carácter de jefe civil y militar por estar en Estado de Sitio, el capitán Daniel Cuervo Aráoz. La novedad le cayó como anillo al dedo a la prensa que aprovechando la ocasión para darle consejos al nuevo funcionario, como que se leyera bien el Código de Régimen Político y Municipal, en los apartes que dicen sobre “las funciones del alcalde” y sobre todo le recomendaban “téngale mucho cuidado al automóvil a su servicio no vaya y se lo decomisen en Venezuela, aventura que corrió el aparato en mención cuando llegó a San Cristóbal cargado de cigarrillos Lucky Strike en uno de estos días de las fiestas de San Antonio.” Una clara manifestación del “Gallo Cucuteño” al que se vería sometido el capitán Cuervo y hoy prácticamente olvidado.

Gerardo Raynaud D. | gerard.raynaud@gmail.com

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