En las anteriores crónicas habíamos leído la publicidad y propaganda que hacían los diversos sectores de la economía cucuteña, pero en realidad pocos avisos de los grandes almacenes de la época. Las grandes distribuidoras alemanas, todas situadas alrededor de la Plaza de Santander, como llamaban a nuestro reconocido parque central, consideraban innecesaria divulgar mediante avisos publicados en los escasos periódicos de la época, sus productos y servicios. Sólo algunos productos eran anunciados directamente por sus fabricantes, remitiendo a sus potenciales consumidores a los locales donde eran ofrecidos, como algunos medicamentos vendidos en la Botica Alemana, que era una unidad de negocio de la comercializadora Van Diessel, Rode & Cia. Las mercancías que hoy denominamos de consumo masivo, como el vestuario en general, como trajes, vestidos, sombreros, zapatos, así como los demás elementos necesarios para la subsistencia de los hogares, eran en su mayoría importados, razón por la cual, pocos tenían acceso a ellos. Sin embargo, los artesanos y las pequeñas empresas de comienzos de siglo, empezaban la gran aventura de manufacturar y ofrecer directamente sus productos al consumidor final, sin pasar por intermediarios. A continuación veremos las ofertas que hacían de sus productos, quienes se atrevían en estas actividades. Tal vez la más conocida era “La Bota Negra” de R. Pelayo & Cia., que publicaba el siguiente aviso, en la primera página de “El Trabajo” en mayo de 1903: “…este acreditado establecimiento que está funcionando desde 1885, ofrece hoy a sus numerosos favorecedores un espléndido surtido de calzado, desde la bota de montar hasta el zapato o zapatico para niño, de varias clases y precios, y trabajados con gusto y buenos materiales, que al efecto acaban de llegar de Norte América, de las mejores fábricas, los cuales se encuentran también de venta por mayor y al detal en dicha zapatería, a precios moderados”.
De otra parte, en la hacer occidental de la Plaza de Santander, la “Zapatería Colombiana”, evidente competidor del señor Pelayo, tentaba a su clientela así: “…este notable establecimiento tiene para la venta un variado surtido de calzado para señora, señoritas, caballeros, niños y niñas. Cuenta con operarios de primer orden y con un surtido espléndido de materiales. Fabrica toda clase de calzado que se le pida y ofrece dejar satisfecho al más exquisito gusto”.
En esta misma actividad, de por si tradicional en la ciudad, como puede apreciarse en esta crónica, no eran limitados quienes se dedicaban a la zapatería. Pocos años antes había comenzado sus actividades fabriles, en este mismo sector del calzado, una empresa que por las dificultades propias de la economía local, tuvo que suspender sus negocios. La pasada guerra civil había afectado las finanzas de sus propietarios, los señores Sánchez y Ramírez, pero nuevamente recuperados de sus dificultades, como buenos emprendedores que eran, anunciaban a comienzos de 1903, la reapertura de su conocido establecimiento la “Zapatería Cubana”, ahora en la calle Nariño (actual calle 11) al N.E. de la Plaza Santander. El aviso continuaba: “…el cual ponemos a las órdenes de nuestros antiguos y nuevos relacionados, ofreciéndoles una obra al gusto más exigente en todo lo relacionado a la elegancia y buenos materiales de calzado que se nos mande hacer”.
En prendas de vestir, el “Bazar Cucuteño” anunciaba: “…ofrece a sus favorecedores: camisas blancas y de color, cuellos y puños, corbatas de todas clases, calzado caraqueño para hombre, para señora y para niño, medias crudas y de colores, alpaca negra y gris, merino negro, chales de seda, pañuelos blancos de seda y de hilo, abanicos de todas clases, cortes de casimir, sombreros, botonaduras, peinetas, surtido completo de cintas, raso negro, cortes de lana y de muselina, toallas, cobijas de lana y de algodón, alfombras, franelas, &e. (era la fórmula utilizada en lugar de ‘etc.’). Ofrece también un variado surtido de licores, rancho y demás efectos de bodega”. En conclusión, podemos asumir que fue el pionero de los actuales supermercados. Con el nombre de “La Mejor”, se leía un aviso publicado por don Francisco Antonio Rivas, en julio de 1903, en “El Trabajo” que decía: “… con este nombre hace algunos años funciona mi establecimiento de ‘venta y composición de sombreros’. El nuevo y escogido surtido de sombreros suaza y otras clases, como también de materiales llegados últimamente son de superior calidad y se hallan de venta en dicho establecimiento a precios sin competencia. Especialidad en sombreros suazas, forma ‘tirolé’. Esmero, aseo y puntualidad en el despacho de los trabajos. Se aceptan consignaciones en este ramo, ocurrió y os convenceréis.
Carrera de Santander (actual avenida 7) frente a la Oficina Central del Alumbrado Eléctrico”.
En octubre de 1903, los señores Cristo & Vélez, comerciantes de ‘toda clase de mercancías’ pero especialmente en compras de café, cueros y demás artículos de exportación, participaban a sus clientes y al público en general, que habían trasladado su ‘tienda almacén’ a la casa del señor Manuel C. Estrada, en la carrera Bolívar (hoy avenida 6) al sur del Mercado Cubierto.
En esos días, una de las novedades, era la fotografía. Apenas comenzaba a popularizarse entre la población de la Cúcuta de comienzos del siglo XX. El más moderno estudio fotográfico fue instalado por los señores Chambon y Bustamante, en la calle de Ricaurte (calle 10) a la vuelta del Casino.
Se llamaba “Fotografía Cucuteña” y sus anuncios rezaban: “…está al servicio del público la fotografía cucuteña montada en galería de cristal y al estilo moderno”.
Al parecer el fotógrafo era el señor Chambon, un extranjero llegado de Europa, donde se había desarrollado la técnica fotográfica y ofrecía sus servicios a quien le facilitara las instalaciones que se requerían entonces, estudio y cuarto oscuro. Con anterioridad se había asociado con un señor de apellido Lemus y ofrecido el servicio, sin mayor éxito, a pesar de sus avisos que despertaban curiosidad y expectativa: “¡Qué parecido! ¿Quién lo hizo? ¡Pues en la fotografía cucuteña de Lemus y Chambon!”. Además de la fotografía el señor Daniel A. Chambón fabricaba sellos por catálogo, que ofrecía al comercio asegurando que eran “tan superiores como los que hacen en los Estados Unidos”.
Gerardo Raynaud D. - gerard.raynaud@gmail.com