Gerardo Raynaud D.
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En la reunión de la Asamblea de Periodistas del 6 de octubre de 1942, sus afiliados manifestaron su deseo de emprender, con toda energía, una campaña tendiente a obtener la elevación moral y material de la sociedad, y muy respetuosamente solicitaban a las autoridades políticas, administrativas, ejecutivas y eclesiásticas, su cooperación efectiva para el logro de tales propósitos. Era entonces Secretario de la Asociación, el reconocido periodista Samuel Maduro Pernía.
Así pues, en desarrollo de esta iniciativa, se presentaron ante el plenum de la Asamblea, una serie de proposiciones con las cuales pretendían alcanzar tan noble intención, siendo todas aprobadas por unanimidad y sin discusión, como se dice coloquialmente ‘a pupitrazo limpio’, porque lo importante era entonces mantener unas ‘excelentes’ relaciones con quienes les proporcionaban el sustento diario, tan difícil de conseguir por esos días, más cuando la situación económica mundial se veía afectada por el conflicto que cada vez se complicaba más en el viejo continente y amenazaba con expandirse.
Para la muestra, baste leer la siguiente proposición aprobada: “La Asamblea de Periodistas, reunida en sesión plena y considerando, primero: que la prensa es el vehículo portador de la cultura; segundo, que constituye el principal baluarte en la defensa de los intereses y derechos de la ciudad y la sociedad; tercero, que por las razones anteriores, corresponde tanto a las entidades públicas como a la sociedad en general, coadyuvar no solo al sostenimiento de todos los órganos pregoneros de la cultura, y por consiguiente resuelve, solicitar muy respetuosamente del Concejo Municipal y del señor Alcalde, que sea incluida en el Presupuesto de gastos de la actual y sucesivas vigencias, una partida destinada a PROPAGANDA. Esta partida será destinada por iguales partes, al sostenimiento de anuncios, ya de la ciudad, ya de las distintas empresas municipales, entre todos los órganos de publicidad que hagan parte de la que hoy se nombra ‘Asamblea de Periodistas’ y que en adelante se llamará Asociación de Periodistas, que sean editados en la ciudad y cuya vida tenga una duración, por lo menos, de seis meses”.
Sin embargo, la más importante de las propuestas hechas y que fue el principal motivo para citar a los afiliados a dicha Asamblea, era sin duda, el reconocimiento a las labores realizadas por el doctor Augusto Fernández Monroy, ahora que había sido removido de su cargo y pasaba al ‘asfalto burocrático’. La proposición exalta y reconoce los méritos que acompañan al personaje como se aprecia en el siguiente texto: “La Asociación de Periodistas de Cúcuta envía cordial saludo al distinguido jurisconsulto cucuteño, doctor Andrés Fernández Monroy con ocasión de expresarle su complacencia por su brillante y activa labor que ha venido desarrollando desde los puestos de representación y ahora, desde su posición de ciudadano, a favor de algunos de los problemas que contempla la ciudad y el departamento.
La Asamblea de Periodistas le reitera al doctor Fernández, su confianza en el sentido de que habrá de continuar sirviendo a su tierra, con el mismo esmero y eficacia con que hasta ahora ha cumplido tan patriótica labor trascendental.
Transcríbase al doctor Fernández y publíquese la prensa”.
El doctor Augusto Fernández, les remitió al día siguiente, sus agradecimientos, aprovechando la oportunidad para puntualizar algunos aspectos que consideraba pertinentes hacer del conocimiento público. En su misiva, se leen algunos apartes que son conveniente citar y que reflejan su talante de personaje preocupado por sus congéneres: “… me es supremamente grato acusar recibo de la proposición aprobada por la entidad que ustedes dignamente constituyen… Pero al enviarles, por la presente, mis más sinceros agradecimientos por esa proposición que me honra, permítaseme que no me limite con es ritual, sino también aprovechar el motivo para hacer algunas consideraciones de orden personal y colectivo… No juzgo la moción aprobada con el criterio simplista de ser una manifestación exclusivamente de gratitud, porque esta palabra parece indicar que como que ya no hubiera más que hacer, como si ya hubiera llegado al pleno de mis actividades y deberes de la vida. Por eso está muy bien que la moción termine expresando el deseo de que continúe sirviendo en adelante. Así procuraré hacerlo…Si algo he conseguido de mis propósitos, me atrevo a exteriorizarlo no impregnado de odiosa petulancia o pretensión pero sí convencido que en nuestro medio, el exceso de modestia personal mata tanto como y aún más que la misma incapacidad para por méritos propios distinguirse y sobresalir del nivel común… Lo que nos mata es el agrio individualismo de que no sé si por factores atávicos, raciales, geográficos o de simple influencia del medio ambiente, estamos poseídos…Lamentablemente y con valor hay que decirlo, el cucuteño es el principal enemigo del cucuteño y el nortesantandereano del nortesantandereano, y si esto es grave dentro de nosotros mismos, lo es con mayor intensidad fuera de los lindes departamentales. Cuánta diferencia hay al preguntarle al antioqueño por la reputación de otro antioqueño, especialmente fuera de Antioquia, con la de preguntarle a un cucuteño por otro o a un nortesantandereano por otro. Las contestaciones son por regla general, diametralmente opuestas…En el antioqueño priman las normas de la solidaridad, de la independencia social, que unidas a otros atributos de raza han sido quizás, la clave por la cual Antioquia marca la delantera como departamento ante los demás de Colombia… En mi último viaje a Bogotá y ya para regresar, tuve el honor de que el presidente López me invitara a su despacho para conversa sobre asuntos del Norte de Santander. No está por demás decir que el presidente sabe más de nosotros que nosotros mismos…Se trataba de nombrar al primer gobernador de su segunda administración y desde aquí por telegramas y cartas se destrozaban las reputaciones de ‘los posibles’, a su vez en Bogotá se hacía lo mismo. Cuando el presidente me preguntó sobre cuál era mi candidato a la gobernación, le respondí que en el Norte había muchos hombres capaces y muy dignos para ser nombrados gobernadores haciéndole al efecto una lista de por lo menos, quince nombres, de todos los cuales hablé bien, terminando por decirle que no eran candidatos sólo para ese cargo sino para otros muchos más de otro orden tal vez más importantes. Me satisface creer que tal respuesta fue procedente tanto por su sinceridad como por la conveniencia del momento”. Y con estas palabras agradeció la atención que sus interlocutores a su nota de respuesta por la distinción que le acababan de brindar.