Un episodio más escribe en el libro dorado de su existencia el abuelo Carlos Julio Rincón Garzón, residente en el barrio La Piñuela del municipio de Ocaña, quien se ha dado el lujo de sobrevivir a las dos pandemias del último siglo.
A sus 110 años y 3 meses de edad tuvo fuerzas suficientes para llegar caminando hasta el puesto de vacunación habilitado en el Hospital Emiro Quintero Cañizares en donde recibió la dosis para protegerse del coronavirus.
De la mano de su hija, Mirian Rincón, se ubicó en la silla donde un equipo especializado hizo las preguntas de rigor y prepararon el instante para inyectar el biológico que no generó reacción adversa en el veterano de mil batallas.
Luego pasó a la sala de recuperación en donde se encontró a su gran amigo de la plaza de mercado, Manuel Casadiego, quien descansaba en una silla de ruedas y con el buen sentido del humor que lo ha caracterizado durante toda su vida exclamó: “por eso es por lo que yo no quiero llegar a viejo”.
Atrajo todas las miradas del puesto de vacunación y saludaba a todo el mundo, pues el prolongado confinamiento lo alejó de los representantes de la vieja guardia.
“Me siento bien, no me duele ni una muela, jamás he tenido enemigos, ahora que me amenaza ese bendito coronavirus”, exclamó en medio de una carcajada.
El hijo, Santander Rincón expresó su gratitud al hospital y la Nueva EPS por la protección ofrecida a su señor padre. “Es una bendición tenerlo en casa, es la alegría del hogar y con la aplicación de la dosis los seres queridos podemos visitarlo con más frecuencia, ya que estaba extrañando la presencia de todos nosotros”.
El agente interventor del centro asistencial, médico Yamil Roberto Blel Cervantes, resaltó la vitalidad del usuario e indicó que se convierte en un ejemplo para la sociedad.
“Con las 2.334 dosis evacuamos a las personas mayores de 80 años, entre los que se cuenta Don Carlos Julio que goza de buena salud”, indicó el funcionario.
El concejal del municipio de Ocaña, Mario Castellanos Chinchilla, hizo el acompañamiento para que los 21 adultos mayores de cien años fueran vacunados en su totalidad. “Carlos Julio se convierte en un paradigma digno de imitar por las futuras generaciones, una vida disciplinada y alimentada de buenas amistades entrega sus frutos. Larga vida para las personas que dejan huella”.
Un día diferente
Llegó el momento de volver al campo de batalla, pero en esta ocasión la lucha sin cuartel es contra un peligroso y diminuto enemigo que no da la cara, pero mantiene atemorizada a toda la humanidad como es el coronavirus.
De los 110 calendarios, en su mayoría dedicados a la agricultura y el comercio, la versión 2021 quedará grabada en la mente de Carlos Julio Rincón Garzón. No fue necesario tocar la puerta, el reloj biológico le avisó de ese compromiso ineludible de inocular la dosis para prolongar su existencia, pues le sigue los pasos al personaje bíblico de Matusalén.
Armado de valor se echó un buen baño, en vez de fusil tomó un atomizador cargado con suficiente alcohol para atacar a los entes contaminantes, doble tapabocas como si fuese el bozal de un perro sabueso que busca insistentemente a través del olfato la presencia del contrincante.
A paso lento, pero certero, le puso el pecho a la brisa y la frente al sol, para montarse no en un tanque de guerra sino en el vehículo de su hijo Santander Rincón para llegar hasta el Hospital Emiro Quintero Cañizares de Ocaña, en donde fue recibido por aquellos héroes de carne y hueso del sector de la salud quienes han enfrentado en primera línea de combate a ese virus que arrebata sin tregua el último aliento de los pacientes.
Respiró profundamente para neutralizar el sistema nervioso central, se echó la señal de la santa cruz y puso en manos de Dios y la santísima virgen de la Torcoroma su destino.
Los médicos, enfermeros y auxiliares revestidos de valor, con las batas y mascarillas semejantes a las corazas de acero y escafandras de los gladiadores de principios de la era cristiana, a la distancia le dieron la bienvenida al ritual de la inmunización.
Alistaron la aguja de acero inoxidable, la conectaron a la jeringa para perforar la arrugada piel de su brazo izquierdo, aplicar el antídoto que recorrió su cuerpo y así convertirlo en invulnerable como aconteció con ese personaje mítico de Aquiles.
Hubo una tregua para esperar la reacción, el monitoreo de los signos vitales fue perfecto, los galenos estrellaron los nudillos de las manos en señal de victoria, desearon larga vida a ese valiente y ordenaron el retorno a casa.
El sobreviviente de las dos pandemias
El centenario abuelo narra con orgullo la manera como ha sido testigo de los grandes acontecimientos del último siglo.
Recuerda como entre un sueño, aquellos pasajes de niño cuando moría mucha gente de diversas infecciones como la varicela, el sarampión y la pandemia del año 1918.
“Mi papá dice que tenía 8 años y esos momentos no quedaron bien afianzados en su memoria ya que vivían en un campo y los medios de comunicación eran incipientes”, dice su hijo Santander Rincón Lozano.
En el mes de junio del año pasado, en plena pandemia les dio un susto bastante grande, ya que, por problemas del páncreas estuvo 4 días hospitalizado.
“Después de rigurosos exámenes fue sometido a un tratamiento especializado en casa y está recuperado”, afirmó su hija Mirian Rincón.
“Sale a la ventana, se tapa la nariz con un pañuelo y echando mano al buen sentido del humor que lo ha caracterizado señala que los transeúntes se ven chistosos con los tapabocas como si fueran perros con bozal”, agregó la hija.
Luego de inspeccionar los amplios corredores de la casona, se sienta en un sillón a veces a rasgar las cuerdas de un vetusto tiple para improvisar versos que llegan al alma.
De admirar
El veterano de mil batallas ha sobrevivido a dos pandemias globales, testigo de dos guerras mundiales, el nacimiento y la caída del bloque comunista de URSS, la carrera espacial, según señaló Alex Montero quien tiene un parentesco con la familia.
“Han pasado 18 presidentes de los Estados Unidos, 31 mandatarios colombianos, 10 papas, 4 reyes de Inglaterra y don Carlos Julio sigue ahí, una persona de admirar”, agregó al enviar una voz de aliento durante la convalecencia.
“Papá es un cóndor legendario que se resiste a abandonar el nido donde abriga a la gran familia que ha sabido construir y en donde espera paciente y amoroso el retorno de todos sus hijos que un día emprendimos el vuelo buscando nuevos horizontes. Él siempre estará ahí, parado en la puerta, mirando por la ventana”, indicó su hijo mayor, Jesús Rincón.
Asegura que es un viejo roble, cuya sombra cubre la descendencia de los once hijos, una familia formada y cimentada con la señora Leonor Lozano que en paz descanse, en valores del amor incondicional, el respeto, la honradez, humildad, alegría, solidaridad y el servicio.
“Hablar de papá, es recordar al niño huérfano que en medio de su pobreza y con sus travesuras dibujaba sonrisas, es añorar al joven bohemio que tocando guitarra y entonando canciones enamoraba a las mujeres de la época”, mencionó.
“En su larga existencia no conoce lo que es la enemistad, incapaz de hacer daño a sus semejantes. Es reconocer la valentía de una persona que con machete al cinto y azadón al hombro participó en jornadas de sol a sol, se abría paso entre la selva y la montaña para cultivar la tierra. Valorar el presente de un hombre que ha sido ejemplo vivo como esposo y padre cariñoso y bondadoso. Dueño del espíritu más alegre, dicharachero, que contagia de paz, tranquilidad y protección. Posee una sabiduría inagotable propia del que ha vivido más de un siglo y vive con intensidad cada día de su existencia”, reiteró Jesús Rincón.