Empezaron muy puntuales: Sólo se reunían el día cinco de cada mes a las cinco en punto de la tarde. Pero se volvieron incumplidos, como buenos cucuteños. Ahora cualquier día convocan a sus actividades, sin importarles si es un cinco o un doce o un veintitrés. La hora tampoco importa mucho, aunque sus directivos han tratado de ser fieles a su propósito de sesionar a las 5:00 en punto de la tarde. Entre otras cosas, es un hábito nuestro llegar tarde a todas partes, el patrón mental de no llegar a tiempo.
A horas o deshoras, a veces contra viento y marea, con pandemia o sin pandemia, ahí continúan, tercos por su amor a la cultura y su afán de culturizarnos.
La historia de este Movimiento cultural es simpática. Un día cualquiera del año 2006, a Patrocinio Ararat, que se desempeñaba en ese entonces como rector de la Universidad de Santander, UDES, campus Cúcuta, le entró la ventolera de invitar a unos amigos muy cercanos, para hablar de la necesidad que tenía Cúcuta de incentivar el desarrollo de asuntos culturales.
Patrocinio es un afiebrado, casi que un enfermo, obsesionado y medio loco por hacer lo que haya que hacer para llevar cultura a todas partes. El hecho de haber sido rector de varias universidades y su contacto con la gente joven y la no muy joven, le han permitido tener una visión clara de nuestras debilidades en materia de educación, de ciencia, de tecnología, de emprendimiento.
Pero el hombre también sabe que la vaina es mejor acompañado que solo. Patrocinio es de los que creen, como Gonzalo Arango, el nadaísta, que “un brazo mas otro brazo no son dos brazos: Son una fuerza, que atrae más brazos para transformar el mundo”. Pues bien. El rector buscó su libretica de contactos de amigos y empezó la labor de escoger a los mejores, a los que compartían su manera de pensar y de actuar. Desechó nombres y seleccionó otros. Así se comunicó con Pedro Cuadro Herrera (q.e.p.d.), Jaime Barajas, María Esther Soto y el cónsul de Venezuela en Cúcuta, Edith Guerrero Lugo, entre otros.
Uno a uno los fue llamando y los invitó a su oficina de la universidad “para hablar de temas interesantes para la ciudad”.
-¿Y para cuándo, Patro? –le preguntaron. Sus amistades le cogen la confiancita y le dicen Patro.
-El próximo 5 de mayo.
-¿A qué horas, Patro?
-A las 5 de la tarde.
A las 5 horas p.m., del día 5, del mes 5, llegaron, tomaron tinto, mamaron gallo un rato, hablaron del clima y de la carestía de la vida, y de pronto, el rector les lanzó la idea: Crear un movimiento para impulsar la cultura en la ciudad. Dicho y hecho. Los invitados le cogieron la caña. Y el movimiento echó a andar. Pero necesitaban un nombre que los identificara. Se barajaron varios, y al final alguien dijo: “No jodamos más con el nombre. La confluencia de cincos es una buena señal”. Así nació la Organización cultural El Cinco a las Cinco, un nombre raro, estrafalario, pero que pegó.
Y pegó tanto, que ya llevan dieciséis años en ese rollo. Patro y su combo se salieron con la suya. Hoy es la Fundación Cultural ‘El Cinco a las Cinco’, con 137 miembros, que tiene en su haber la pendejadita de 300 sesiones, 14 libros publicados, montones de conferencias dictadas, conciertos, charlas y un gran proyecto, Eureka, que ya viene con pasos de animal grande.
El Cinco a las Cinco es un orgullo regional. Buena esa, Patro.
gusgomar@hotmail.com