Los 3,5 metros de las alas extendidas de un par de cóndores andinos adultos, surcan las montañas y terrenos quebrados de la zona de Tencalá, en Pamplona, límites con el municipio de Labateca, en Norte de Santander.
La escena se repite frecuentemente en ese sector que no sobrepasa los 2.500 metros sobre el nivel del mar, lo que es motivo de curiosidad.
Por lo general, estas aves habitan los picos más altos de los páramos del Almorzadero o Santurbán, que están entre los 3.700 y 4.500 metros sobre el nivel mar.
Desde hace dos años se tiene conocimiento de avistamientos de estos grandes carroñeros -macho y hembra-, en donde los propietarios de los terrenos del área circundante al lugar de percha o posadero se han acostumbrado a su presencia y no los consideran peligrosos para los animales domésticos.
Esto ha hecho, quizás, que los cóndores permanezcan en ese sector y no hayan buscado zonas más altas en donde no estén expuestos a la vista de los seres humanos.
Para llegar al sitio más cercano a los avistamientos de la pareja de cóndores, hay que caminar desde el puente de Tencalá, vía La Soberanía, más de dos horas subiendo entre montañas empinadas, abismos y pasajes peligrosos, por lo que no es recomendable para personas que no tengan experiencia en escalar.
Además, los propietarios de los terrenos no permiten el ingreso de personas extrañas y menos que tengan la intención de ir a ver la pareja.
Promotores
El estudiante de biología de la Universidad de Pamplona, Luis Alberto Peña, en compañía de la docente de ese programa, Erika Guerrero Cárdenas y el biólogo de la Fundación Neotropical, Francisco Ciri León, desde hace dos años vienen estudiando el comportamiento de la pareja de cóndores que habita en las alturas de Tencalá, en donde posiblemente anidan.
Para los investigadores la presencia de la pareja de cóndores andinos en los límites de los municipios de Pamplona y Labateca se constituye en un nuevo reporte de la especie para Norte de Santander y Colombia, ya que no se tenían registros en esta zona de media montaña.
Al igual que llama la atención y es motivo de análisis la forma como la pareja llegó a establecerse en esta zona del departamento.
Dadas las condiciones del terreno, semiárido, compuesto por rocas y abismos que finalizan en el cañón del río Cáraba, es según Peña, el sitio ideal para un posible nido y que en el largo tiempo se vean en el cielo más de estas aves volando en círculos.
También porque hay rocas salientes y con techo, que hacen difícil la presencia de otros animales y el mismo hombre.
De esta manera, este tipo de animales, que por su naturaleza habitan las altas montañas, están seguros de empollar y poder formar durante un año la cría.
Características
El cóndor de los Andes (vulturgryphus), es un ave carroñera de la familia cathartidae, considerado el animal volador más grande del mundo.
Presenta bajas tasas reproductivas porque pone un huevo cada 2 o 3 años, al tener una madurez sexual tardía, la que alcanza después de los 6 o 7 años de edad.
Tiene un período de incubación entre 56 y 60 días y una prolongada permanencia del polluelo en el nido de un año.
Peña comentó que en Colombia la distribución ancestral del cóndor andino correspondía a la mayor parte de las tres cordilleras, la Serranía del Perijá y la Sierra Nevada de Santa Marta.
A finales de la década de 1980 las poblaciones se encontraban muy reducidas en número y su distribución se restringía a esas zonas del país.
Con los programas de reintroducción que empezaron en 1989, fueron notándose en Cundinamarca, Boyacá y Caldas, grupos reducidos de esta especie.
Recientemente se han evidenciado poblaciones naturales en Cáchira, Chitagá y el páramo del Almorzadero, por lo que los avistamientos de ejemplares entre Pamplona y Labateca es un hallazgo importante para Norte de Santander y Colombia.
Puede ser también que proceden de los núcleos vecinos del Parque Nacional Natural de Gúicán, Cocuy y Chita, desde donde han ido desplazándose a estos territorios, teniendo en cuenta que un cóndor puede volar 200 kms en un día.
Peña, estudiante de octavo semestre de biología en la Universidad de Pamplona, aprovecha algunos fines de semana con el guía turístico Jairo Jossepe Cacua, para seguir observando los cóndores que vuelan en Tencalá en busca de alimento en descomposición.
“Le hemos informado a la comunidad del sector, en especial a los estudiantes, que el cóndor es el ave nacional y por lo tanto hay que protegerlo, porque quedan muy pocos en el país”, dijo.