Las dimensiones del conflicto armado en Colombia durante más de 50 años son atroces en todas las regiones del país. De los ocho millones de víctimas que están identificadas en la Nación, más de 270.000 son de Norte Santander.
Al frente de esa tarea en la región está Luis Saniel Peñaranda Rolón, quien tras dejar su investidura de sacerdote incursionó en la política y fue candidato a la Cámara de Representantes con aval del Partido Liberal. También aspiró a la Alcaldía de Cúcuta.
De su gestión en la Unidad de Víctimas en Norte de Santander y Arauca, habla Peñaranda.
¿Cuál es la estadística más reciente sobre las víctimas del conflicto armado en Norte Santander?
En este momento la cifra de víctimas del conflicto armado en Norte Santander es de 270.868, las cuales figuran en el Registro Único, con la correspondiente declaración. De esas, 205.144 son sujeto de reparación.
¿Y cuáles son los resultados en materia de reparación?
A la fecha, la Unidad de Reparación Integral a las Víctimas, ha indemnizado 17.249 personas, a quienes por vía administrativa se les ha entregado un monto de $131.528 millones.
¿Cómo percibe el perdón de las víctimas hacia quienes han sido sus victimarios?
Ese es un tema muy delicado y muy importante. Se aprecian varias facetas. Generalmente las personas que han sufrido hechos victimizantes tienen una actitud más abierta hacia el perdón. En contraste, las que no han sido víctimas son más renuentes a perdonar. Con la visita del papa a Colombia eso quedó muy bien reflejado. En el encuentro de Villavicencio quedó clara la voluntad de las víctimas de avanzar en la reconciliación para que no se vuelva a repetir lo que les tocó padecer. Es no quedarse en el pasado sino mirar hacia el futuro con nuevos proyectos de vida. Ahora, el posconflicto no es asunto de un año o de un mes. Después de más de 50 años de violencia se requiere abrir nuestros corazones a la reconciliación para consolidar el acuerdo de paz.
¿Cree que además de la reconciliación, hay disposición para asimilar los cambios que requiere la sociedad en Colombia?
Son muchos aspectos los que tocan los acuerdos. La primera barrera que debemos vencer es la de la estigmatización. Debemos vernos todos como ciudadanos unidos en objetivos comunes. Eso nos facilitará hacer efectivos los acuerdos con las Farc, y los que se pactarán con el Eln, o lo que resulten del sometimiento del Clan del Golfo. Es entrar a un escenario diferente, en el cual nuestra preocupación sea el trabajo y el mejor aprovechamiento de cuanto ofrece el país.
¿Qué espera del posconflicto en Norte Santander?
Lo primero es dejar atrás la estigmatización. Es como levantar el ancla y llevar el barco mar adentro. Lo otro es mostrar resultados en el desarrollo del departamento y conseguir la integración con el resto del país. Las vías, la educación, la salud, el empleo, son prioridades que deben atenderse con la mayor dedicación. Los ocho municipios incluidos en el plan del Catatumbo deben recibir los recursos suficientes para la ejecución de los proyectos ya previstos.
¿Cómo ve la disposición de los diferentes sectores de Norte Santander para asimilar este proceso de paz?
El país está muy fragmentado por odios y resentimientos. Y si se mantiene el sentimiento de venganza nos podemos equivocar en las decisiones que se tomen. Por eso, es indispensable cambiar de rumbo. Lo que importa es cuánto se pueda construir y disfrutar en esta nueva etapa. No se puede volver a la violencia. Lo dijo el apóstol San Pablo: “No te dejes vencer por el mal. Al contrario, vence el mal con la fuerza del bien”. Así debe ser en Norte Santander.
¿Con los recursos que dispone el Estado se podrá poner en marcha ese nuevo rumbo?
En la medida en que los recursos del presupuesto nacional no se destinen a sostener una guerra, es posible redireccionarlos hacia el desarrollo de la Nación. Aun con los desajustes que ocasionó la baja de los precios del petróleo, sin los cotos del conflicto queda un mayor margen para solucionar problemas.
¿Qué tan optimista o pesimista es respecto a la paz en Norte Santander?
Si en algún departamento de Colombia es difícil hablar de paz es en Norte Santander. Aquí están todos los grupos armados que hacen parte del conflicto. Pero, además, el contrabando, el narcotráfico, el desempleo y la informalidad forman un tejido con gran peso perturbador. Pero yo soy optimista. ¿En qué sentido? Ya hay un acuerdo de paz con las Farc y se está en diálogos con el Eln. A esto hay que agregarle la decisión del Clan del Golfo de someterse a la justicia colombiana. Queda un reducto del Epl y de otras organizaciones al margen de la ley. Así, la Fuerza Pública tendrá mayor capacidad para combatir a los grupos criminales que sigan operando. El panorama es favorable a los avances de paz en que se empeña el Gobierno.
¿Qué cree que falta por hacer?
Falta mucho, a pesar de lo que se ha hecho y de los avances consolidados. El desempleo y la informalidad laboral son problemas preocupantes. Es necesario mejorar la atención en salud y en el departamento se debe continuar el desarrollo de la infraestructura vial.
¿Y para beneficio de las víctimas?
En cuanto a las víctimas, creo que si ha habido reparación para un número significativo de estas estando en conflicto, en un escenario de posconflicto se consigue mucho más.
Lo que deja el conflicto armado
“Los desastres que medio siglo de guerra han dejado en Colombia han sido hasta ahora poco visibles. Muertes, destierros, destrucción y profundos dolores humanos son el legado que dejan los actores armados.
“La magnitud de los daños que ha producido el conflicto armado se confunde con las otras múltiples violencias que vive nuestra sociedad. Sin embargo, la guerra ha sido estremecedora, y tanto su larga permanencia entre nosotros, como su degradación merecen una reflexión.
“Basta con decir que ente 1958 y 2012 murieron 220.000 personas como consecuencia del conflicto armado. Esto equivale a toda la población de una ciudad como Sincelejo o Popayán. Esta cifra también permite confirmar que una de cada tres muertes violentas del país la produce la guerra y que durante cinco décadas, en promedio, todos los días murieron 11 personas por esta causa.
“Lo más grave es que 180.000 de estos muertos (el 81%) eran civiles. La guerra colombiana no ha sido una guerra de combatientes, sino que todos han enfilado sus fusiles contra quienes están desarmados. A veces de manera colectiva, con masacres, pero la mayor parte del tiempo de manera selectiva a través de sicarios o comandos que actúan rápido y casi siempre sin dejar huella”.
(Tomado de ¡Basta ya! Colombia: Memorias de guerra y dignidad, del Centro Nacional de Memoria Histórica)