Después de una larga trayectoria como economista en el sector público y privado que lo llevó a ser ministro de Hacienda durante el gobierno de Juan Manuel Santos y presidente de Ecopetrol entre 2015 y 2017, Juan Carlos Echeverry decidió dar el salto a la política y hace apenas unos días anunció que buscará ser candidato presidencial.
Aunque sus raíces son conservadoras, el también exdirector de Planeación Nacional, académico y consultor, optó por las firmas para cumplir con su propósito de meterse en la carrera por la Casa de Nariño, en 2022.
Considera que este es el mejor camino para quienes, como él, son poco conocidos y “una forma potente de iniciar un proceso político”. Según la más reciente encuesta de Invamer sobre intención de voto, Echeverry apenas aparece con el 0,5%. De ahí su insistencia en este mecanismo.
Su objetivo es recoger, al menos, un millón de firmas y para ello ya tiene organizados equipos de trabajo en 20 departamentos, incluido Norte de Santander, en donde estuvo la semana pasada para recoger apoyos personalmente y dar a conocer su propuesta.
La Opinión conversó con él sobre su proyecto político, sus principales apuestas y lo que propone para este departamento.
¿Por qué quiere ser presidente de Colombia?
Porque creo que lo que tengo es lo que se necesita ahora. Soy un manejador de crisis, sobre todo de crisis económicas, y considero que las crisis son grandes momentos que lo peor que uno puede hacer es desaprovecharlas. Las crisis nos ponen alerta, intuitivos, a preguntarnos ¿quién soy?, ¿qué hago bien y qué hago mal? y de las crisis uno saca las ideas para los siguientes 10 años.
¿Y por qué un economista es lo que necesita el país en estos momentos?
No diría que solo un economista, diría que la persona que tenga el liderazgo para conformar un equipo espectacularmente bueno y tener una estrategia. Pero creo que lo que más se necesita es una persona de carácter y que haga las cosas que hay que hacer, con disciplina.
Muchos cuestionan que la recolección de firmas les da cierta ventaja a los candidatos que se van por este camino, ¿cómo lo ve usted?
Cada cual tiene que evaluar su procedimiento. En el caso mío, no soy la persona más conocida, yo vengo de la técnica y hasta ahora mi cometido nunca ha sido ni ser popular, ni hacerme popular; ahora sí. La política sí es un tema de popularidad y de que la gente lo conozca, entonces, en mí caso sí es esencial hacer este proceso, porque espero competir con personas que ya tienen un posicionamiento altísimo en la recordación de la gente.
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Su apuesta central para hacerle frente a la crisis que afronta el país es una transformación económica y estatal de fondo, ¿cómo?
Por mi experiencia, entiendo muy bien el petróleo y el petróleo ya empezó a descender, y va a descender sin pausa en los próximos 20 o 30 años y esto implica que el país se va a despetrolizar. Esto representa una oportunidad histórica. Nos vamos a volver un país más agrícola, más industrial, más de servicios y menos petrolero. Entonces, lo que hay que hacer es darle centralidad a cada departamento. A Norte de Santander hay que pensarlo no desde Bogotá, hay que pensarlo desde Norte de Santander.
Usted habla de que Colombia tiene que ser de valores agregados, ¿cuál sería el de Norte de Santander y cómo explotarlo?
Cada municipio pobre es un penalti por patear en términos económicos. Entonces, lo que tenemos es que volcarnos y descentralizar el Gobierno Nacional. El ministro de Agricultura no tiene por qué vivir en Bogotá, tiene que vivir en las regiones donde se están produciendo los milagros agrícolas que son los que van a sacar al país al otro lado. Aquí se trata es de identificar esas grandes apuestas que permitan proyectar a Norte de Santander hacia el resto del mundo y de Colombia.
Pero, ¿de qué forma crear economía en una región tan golpeada como esta?
Lo primero es que hay que reconsiderar la relación con Venezuela. Lo que hay en estos momentos en la frontera es simplemente inhumano e irracional. Es imposible que dos gobiernos pretendan que es acertado que sus nacionales estén cruzando las más de 140 trochas cada día, alimentando unas mafias, sometiéndose al riesgo de morir o de ser atracado, o al sufrimiento de pasar su vida en una maleta. Colombia y Venezuela tienen que tener relaciones.
¿Y ve posible que se restablezca pronto esa relación, o definitivamente ya es un asunto para el próximo presidente?
El 22 de febrero de 2019, con la presencia del señor Richard Branson y otras personalidades, hubo el concierto más caro de la historia del país. Por los flashes y las cámaras, y hacer un evento mediático, se terminó poniendo a los colombianos y venezolanos, sobre todo a los de la frontera, que viven de su intercambio, a sufrir ya casi 900 días. Eso fue un error y cuando uno comete errores los reconoce y los rectifica. Ojalá se enmendara ese error, pero eso ya no depende de mí.
Pero, ¿considera viable ese escenario o no?
¡Ay, Dios mío! Yo voy a misa todos los domingos. (Risas).
En un eventual gobierno suyo, ¿cuál sería ese primer paso frente a Venezuela?
Hablar. Colombia tiene tantos problemas, no solo con Venezuela, que se resuelven con lo primordial que es empezar a conversar.
Centralidad de las regiones
¿Cuál sería el mayor beneficio para Norte de Santander, concretamente, con el esquema de centralidad que usted propone?
Lo primero es que recursos hay, pero no los hemos ejecutado, y no los hemos ejecutado porque no nos hemos sentado presidente, gobernador, alcaldes, a decir cuáles son las prioridades. En regalías hay $30 billones a la espera de la competencia y la diligencia de los funcionarios, sobre todo de los número uno, porque cuando le dejan la decisión al quinto nivel, eso allá se enreda. Casi que si se ejecutan las regalías no se necesitaría una reforma tributaria.
¿Cómo generar trabajos buenos, dignos y bien pagados, especialmente en ciudades como Cúcuta que están siempre en los primeros lugares de desempleo e informalidad?
Creo que uno puede acabar la informalidad el primer mes de un gobierno, quitando la condición de que para ser formal se necesita pagar impuestos y seguridad social; suavizas ese escalón, de tal manera que la gente entre suavemente al sistema. En segundo lugar, haces que la gente pueda tener Sisbén, pero pueda emplearse y, tercero, permites el trabajo por horas. Esas tres cosas, primero, van a bajar el desempleo y en segundo lugar les quita a las empresas un peso, sobre todo a las del campo.
Hay, sin embargo, quienes cuestionan el trabajo por horas, ¿por qué cree usted que sí es una buena opción?
Cada cual es dueño de sus miedos, entonces, el miedo de las centrales obreras, que es un miedo injustificado, es que el trabajo por horas eliminaría el trabajo que es por meses y eso no es cierto. Hay empresas que tiene que contratar por meses, por estabilidad laboral, porque quieren tener a sus empleados por largo plazo, pero hay otras que lo que hacen es ofrecer servicios, un consultor, un abogado. Eso ya existe en Colombia; cinco millones de personas todos los días trabajan por horas, lo que pasa es que son ilegales. Hoy se tiene informalizado algo que ya existe en la economía.
Catatumbo
¿Hay un sitio más oscuro en estos momentos que la frontera con Venezuela, con unas relaciones diplomáticas rotas y a merced de los grupos al margen de la ley?
Hay un sitio más oscuro que este, que es el litoral de Nariño y Cauca, pero el de esta frontera es casi tan oscuro. El Catatumbo también es un sitio muy oscuro.
A propósito del Catatumbo, ¿cómo lograr esa transformación económica que usted propone en una zona como esta, tan sometida por cuenta de los cultivos ilícitos?
Creo que hay que cambiar la estrategia de la seguridad en Colombia. Primero, los militares, lo dicen, no sienten un direccionamiento estratégico claro; segundo, nos hemos puesto a pelear contra la mata de coca y económicamente es el eslabón más ineficiente. Entonces, no hay que pelear contra la mata, no pongamos al Ejército de enemigo del campesino y no empleemos mal la poca plata que hay; pongamos más dinero, pero enfoquémoslo de ahí en adelante: en los cristalizaderos, en la parte industrial, el contrabando. Se está gastando la plata en el sitio menos eficaz, políticamente inmanejable y humanitariamente insostenible.
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Pero, ¿eso es viable?
Creo que tenemos ya la autoridad moral para decirle al mundo que esto hay que legalizarlo. Otro elemento fundamental es que a la guerra contra las drogas hay que darle la vuelta 180 grados. Tenemos que librarla en las tardes de los niños y los jóvenes. Lo más importantes es ocuparlos con deporte, con cultura, con oficios, porque ahí es donde estamos perdiendo la guerra más importante.
Usted reconoce que la gente está agotada de la política y de que le echen cuentos, ¿por qué deberían comprarle su discurso, ¿cuál es la diferencia?
La gente está agotada de oír peleas. La gente quiere que uno no le quite el ojo al balón, y cuál es el balón: la pobreza, el desempleo, la falta de oportunidades de los jóvenes, la educación, la corrupción. Los políticos hoy en día le quitan el ojo a ese balón y se ponen es a pelear. La gente además está buscando caras nuevas, yo nunca he sacado un voto, nunca le he pedido un voto a nadie. Estoy aquí por un sentido de urgencia, porque pienso que estas son las elecciones más importantes de nuestra vida, porque si nos equivocamos en 2022, como se acaban de equivocar los peruanos, por 50.000 votos, van a perder el país y lo van a mandar por un desfiladero. Tenemos que decirle a la gente que es mentira que este país es un desastre.
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