‘Al que madruga Dios le ayuda’, así lo entendieron este jueves cientos de personas que llegaron muy temprano antes de que saliera el sol a pararse frente a la entrada de la Biblioteca Pública Julio Pérez Ferrero, donde se tenía programada una feria de empleo.
A las 8 y media de la mañana, cuando abrieron las puertas del lugar y se repartieron los fichos para que entraran las primeras 300 de las 700 personas que se atendieron, la fila de aspirantes con hoja de vida en mano era tan larga que alcanzaba a darle, por poco, la vuelta a la manzana.
Al final de la mañana, la masa, que se movía a paso lento, no perdía el número de integrantes, seguía igual de extensa. Ante la congestión y la incapacidad de atender a todos los desempleados, representantes de las entidades salieron y les dijeron, -palabras más, palabras menos- que se fueran y este viernes (hoy), si querían, podían acercarse directamente a las sedes de las agencias de empleo para hacer el procedimiento. Eran unas 1.000 personas las que hacían fila.
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El descontento fue generalizado. Un ingeniero agrónomo demostró su descontento y su frustración por este tipo de actitudes.
Adentro, estaban diseñados dos espacios. Uno, en la primera planta de la biblioteca, en donde las agencias de empleo de las cajas de compensación familiar (Comfanorte y Comfaoriente), el Servicio Público de Empleo, el Sena y el Ministerio de Trabajo, recibían con sus funcionarios a los aspirantes que llegaban con y sin estudios, a mirar si había alguna opción de trabajo para ellos.
Eran 901 puestos de trabajo disponibles para constructores, vendedores, mensajeros, mineros, auxiliares contables y administrativos, entre otros. Lo particular del caso es que la gran mayoría de las solicitudes hechas por las empresas eran para puestos operativos (técnicos y tecnológicos). Para los titulados de universidad y con especializaciones la oferta era muy baja, por no decir que nula.
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Las entrevistas duraban alrededor de cinco minutos. Las personas llegaban, los funcionarios les preguntaban sus datos para actualizarlos cuando estaban ya inscritos en el sistema o decirles cómo debían hacerlo. Aunque el objetivo era mirar directamente si sus perfiles se ajustaban a las vacantes disponibles, en muchas ocasiones los funcionarios se limitaban a informarles que debían revisar la página, por lo que se presentaron varias quejas.
En el encuentro con empresarios, voceros gremiales y líderes de las entidades oficiales, que se desarrolló en el segundo piso, lo más notorio fue la ausencia de la ministra de Trabajo, Griselda Janeth Restrepo.</