San Francisco de Asís, Santa Rita, San José, San Antonio de Padua, San Pedro... contabilizar los santos que han sido así reconocidos por la Iglesia Católica es un trabajo arduo que nadie ha podido concretar, aunque se cree que la cifra supera los 2 mil.
De todo el catálogo de los inmaculados representantes de la cristiandad, Colombia posee una: la madre Laura, canonizada en mayo de 2013 por el papa Francisco en el Vaticano.
Quienes han llegado al máximo peldaño de la espiritualidad debieron cumplir una serie de requisitos, entre los que se cuenta hacer milagros, hechos que van más allá de la ciencia o la medicina y que deben ser comprobados por la iglesia.
Sin embargo, ignorados por la religión oficial, Cúcuta también posee su cuota de 'santos': un grupo de 'venerables' que poco a poco han establecido su leyenda, gracias al imaginario popular de la sociedad, sus creencias y su fe.
No existen escapularios ni medallas talladas con su rostro, pero a ellos también les piden milagros: poder comprar una casa, un carro, una moto, conseguir esposo o ganarse el chance.
Al menos eso dice Luis Humberto Cáceres, sepulturero y encargado del cementerio del barrio San Luis, quien ha visto en todos sus años de trabajo a cientos de personas ir y venir con plegarias y ofrendas ante las tumbas del lugar, esperando ser partícipes de una intersección divina que pueda mejorar alguna situación de su vida.
Sin embargo, entre todas las bóvedas, una resalta más que las otras: la de Henry, "el niño de los juguetes".
Ni siquiera Luis sabe con certeza cómo murió el infante un 1 de febrero de 1974, pero su nombre va de boca en boca, entre creyentes que le dejan regalos como agradecimiento por los 'favores recibidos'.
De ahí nació su apodo, pues su tumba parece un pequeño rincón de juegos, entre los que se cuentan carros, peluches y figuras.
Entre el cristal que divide su urna y protege una fotografía casi borrosa del pequeño, están las cartas con numerosas peticiones, en espera de un 'milagro'.
Luis Humberto asegura que algunos diciembres atrás, cuando la economía era más favorable en la ciudad, los obsequios eran tantos, que familiares del pequeño los empacaban y los regalaban a los niños pobres del sector, antes de que el paso del tiempo los dañara.
"Más que todo venían venezolanos", cuenta. "Aunque hay comerciantes en Cúcuta que creen en él y en navidad le traen su regalo".
Algunos incluso llegaron a dejarle dinero, por lo cual la tumba terminaba siendo saqueada.
"No sé quién empezó con lo de los milagros del niño de los juguetes, pero la historia se replicó. Le han puesto tantas placas de acción de gracias, que no cabían y se han caído", indica Cáceres.
Incluso, algunos 'devotos' le han mandado a hacer mejoras a su sepulcro.
"Para mí el muerto es muerto. Pero la fe mueve montañas y la fe de las personas es muy grande", asiente el encargado del camposanto.
La tumba del "niño de los juguetes" llama la atención de quien pasa por su lado. Luis ha visto a un centenar de fieles acercarse con paso cauteloso, golpear suavemente su urna y echarse la cruz. Pero nadie toca las ofrendas.
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El panteón de las ánimas olvidadas
20 metros más lejos de Henry, casi llegando a la entrada del cementerio, los restos de aquellos olvidados por sus familias ahora resguardados en el "panteón comunal", también son objeto de un fervor 'místico'.
Allí, más de 300 placas de acción de gracias visten la rústica estructura y cientos de flores le añaden color a su descanso.
"Es el más visitado por las personas, las creyentes de las ánimas benditas del purgatorio", explica Luis.
"Hay una placa para el Mono Jojoy, que le ayudó a ganar el chance a alguien. Así no estén enterrados aquí, igual vienen y piden los favores".
Un pequeño cuadro de metal en la base del panteón exhibe todos los números que han sido premiados por el azar, gracias a la 'ayuda divina' de estas almas en reposo.
Fabio Isaza: de 'Robin Hood' a 'mártir'.
En el Cementerio Central también reposan los restos de otros dos 'santos' apreciados por el pueblo.
Uno de ellos es Fabio Isaza, que en los años 60 era un reconocido ladrón que se la pasaba entre los barrios más populares de Cúcuta, como Gaitán, Alfonso López y Cundinamarca.
Sin embargo, se cuenta que el dinero hurtado era usado para ayudar a las personas pobres de estos lugares, quienes le pedían para pagar sus deudas o comprar mercado, a lo cual Isaza accedía.
Su muerte a manos de la policía el 24 de agosto de 1964 creó la leyenda de Robin Hood, explica Liana Ovalles, docente e investigadora.
Desde que fue enterrado en este camposanto, todas las personas beneficiadas con sus aportes cuidaron de su tumba, convirtiéndola hoy en un mausoleo al que ya no le cabe una placa más de agradecimiento.
Pueden ser más de mil las que se le han puesto.
Al 'Mico' Isaza le piden especialmente favores económicos. Rayando los límites de la credulidad, dicen que cada lunes una vendedora de chance llega hasta su tumba a esperar por clientes.
Antonio Yañez: 'Santo' hecho por el dolor
Casi junto a Fabio Isaza, reposan los restos de Antonio Yañez, cuya leyenda dice que fue un cucuteño del común que falleció en los años 70 a causa de la ira de su esposa, quien le prendió fuego.
Su pobreza no le permitió acceder a un tratamiento mejor en el hospital San Juan de Dios, teniendo expuestos los músculos de la cadera hacia abajo, relata Ovalles.
Por piedad o a solicitud de las enfermeras, la gente de la época empezó a llevarle algunas vendas, medicamentos, comida y cualquier ayuda que le proporcionara alivio. En el año que duró su padecimiento, Yañez pagaba con oración a todos aquellos que le colaboraban.
Al morir, la gente difundió su historia y cómo la oración del convaleciente era poderosa y efectiva. Hoy en día su tumba, compite con la de Fabio Isaza en placas de agradecimiento, de personas que llegan a pedirle su intersección ante Dios para solucionar algún problema.
"El fenómeno de crear personajes importantes que forman el imaginario popular de la ciudad es natural en todas las culturas. Ellos corresponden a la explicación de aquello que la razón humana no puede interpretar claramente", explica la investigadora.
"Antonio Yañez y Fabio Isaza fueron personas que tuvieron valores o actitudes mucho más alla de lo que es el común del cucuteño, una generosidad o resistencia al dolor fuera de lo normal", agrega Ovalles.
Así se afianzaron las historias del "niño de los juguetes", el 'Mico' Isaza y Antonio Yañez. Ellos conforman el grupo de los 'santos' que no fueron nombrados por la iglesia sino por la fe del pueblo, cuyos 'favores' otorgados vendrían siendo el equivalente de milagros, en la categoría más humilde de la religión.