En el centro de Cúcuta, justo diagonal al parque Santander, se erigió un edificio de color beige, que es pequeño en comparación con los que están a su lado, que guarda en su interior una de las antigüedades, de aquellas, que poco se ven en la actualidad.
Un pasillo pequeño con piso de mármol le da la bienvenida a las personas que entran a esta edificación, quienes deben subir un par de escaleras y de inmediato se chocan con una puerta de metal.
Cuando alzan la mirada, muchos visitantes piensan que la puerta color beige comunica a uno de los cuartos de servicio e incluso pasan derecho hacia las escaleras para subir a los otros pisos.
Mientras que a otras personas los vence la curiosidad y oprimen el botón que parece una brújula y se sorprenden cuando escuchan el sonido de una palanca y al ver que se abre la puerta, un hombre se asoma, pero nadie se imagina que él les dará un corto viaje al pasado.
Se trata de don Jesús Sánchez, más conocido como ‘Chucho’, de 60 años, de baja estatura, cabello canoso y piel trigueña, y que lleva más de media vida ahí, se ha encargado de darles la bienvenida a las personas que deciden ingresar a esta máquina metálica que se resiste a avanzar en el tiempo.
Su deslumbrante sonrisa y el fuerte “Buenos días, ¿Para qué piso va?”, retumban en la pequeña caja metálica con paredes amarillas.
Este hombre lleva 39 años trabajando ahí, cerrando y abriendo la puerta y la brillante reja de bronce, oprimiendo un botón y jalando una palanca para que el ascensor comience a subir o bajar.
Una casualidad
Para la década del 80, cuando ‘Chucho’ tenía 21 años, solo buscaba algo que lo distrajera y que además le diera unos ingresos adicionales, que a esa edad se vuelven muy necesarios.
Por esta razón, su hermano en las vísperas de sus vacaciones, le ofreció el empleo de ascensorista, que con todo gusto aceptó.
“Al principio daban nervios, aprender a manejar el ascensor y todo el cuento, luego le cogí la práctica y ya no quería que se terminaran las vacaciones de mi hermano”, cuenta don Jesús.
La sorpresa más grande se la llevó cuando su hermano le comentó que ya no quería estar más en ese trabajo, porque ya estaba agotado y que era mejor que el tomara su puesto.
Poco recuerda de su primer pago, solo sabía que era el salario mínimo para esa época, que según datos históricos, sería de $4.500, dinero que usaba para sus gastos personales.
Hincha del fútbol
Como amante fiel del balompié, los mejores recuerdos de todos estos años de trabajar como ascensorista, se remontan para cuando las figuras del fútbol profesional se montaban al ascensor.
Aún recuerda cuando abrió la puerta del ascensor y se encontró con el exjugador uruguayo Sergio Santín, que militaba en ese entonces en el Cúcuta Deportivo.
“Él venía seguido a este edificio y uno pues siempre se emocionaba, hablábamos lo que duraba el trayecto y yo ya sentía que lo conocía”, relata emocionado Sánchez.
Los ojos del hombre también se iluminan cuando cuenta que en este ascensor estuvo Arnoldo ‘El Guajiro’ Iguarán, exjugador de la Selección Colombia, y quien además lo saludó de forma amistosa.
A pesar de admirar a las leyendas del ‘Doblemente Glorioso’, Jesús Sánchez cuenta de forma jocosa que no es hincha del Cúcuta Deportivo, sino de Millonarios.
“Pero cuando jugaban los dos, rezaba para que empataran…”, dice en medio de risas.
¿Y cuando se para el ascensor?
Varias son las historias que tiene este carismático hombre sobre las situaciones que le ha tocado vivir cuando el ascensor se para.
La única forma de que este deje de funcionar, es que se vaya la luz y desafortunadamente varias veces se ha visto inmerso en esta situación.
“Una vez estábamos con un doctor, el hombre muy bien vestido, con camisa manga larga y corbata, íbamos subiendo, cuando se va la luz”, aseguró ‘Chucho’.
El hombre, al llevar tantos años en ese oficio, sabía que ‘el parón’ no iba a durar tanto, pero los minutos pasaron y la energía eléctrica no volvía.
“Fueron como diez minutos, hasta que tomamos la decisión de irnos por
la salida de emergencia (un cuadrito atornillado en el techo), lo abrimos y empezamos a hacer los esfuerzos para salir, pero evidentemente, eso estaba lleno de grasa negra y salir limpios no era una opción”, relató.
‘Chucho’ no aguanta la carcajada cuando recuerda que minutos después de que el doctor saliera, evidentemente todo manchado, la luz volvió y el ascensor volvió a funcionar con normalidad.
Un legado
La vida para este hombre ha sido como un chasquido de la mano, la mayoría de recuerdos que guarda en su memoria son del ascensor.
“La paciencia con la que nací es la que me ha mantenido acá, como nos encontramos con personas buenas, a veces personas malas, intentar dañar el buen ambiente, pero cada día es diferente y en eso estamos”, comentó don Jesús Sánchez.
Él espera en dos años pensionarse y le reza a Dios para que pueda seguir trabajando, porque es una de las cosas que más ama hacer.
Jesús es padre de dos varones, ambos mayores de edad, uno de ellos ya ha trabajado durante sus vacaciones, por lo que espera que en un futuro su legado continúe y este oficio no sequede perdido en el tiempo, pues la tecnología es su gran amenaza.