En la tarde del pasado 16 de julio ocurrió un incidente sin precedentes en el gremio de la seguridad privada de la ciudad y su área metropolitana, que terminó con un minero muerto, un vigilante capturado, un hombre herido de gravedad, así como una menor de edad impactada en una pierna.
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En un video de seguridad, a la entrada del Ecoparque en Los Patios, quedó registrado como el vigilante Luis Rodolfo Rivillas Henao le disparó al minero Diomedes Bautista Mendoza, en un presunto acto desmedido de fuerza.
Minutos antes, Bautista le reclamó al guardia para que lo dejara ingresar, pero la situación se caldeó a tal punto que Rivillas Henao, sin pensarlo dos veces, desenfundó su arma y le disparó, muriendo enseguida.
Por estos hechos, a Rivillas Henao la Fiscalía le imputó homicidio agravado y tentativa de homicidio, recibiendo medida de aseguramiento privativa de la libertad en la cárcel.
Pese a que Rivillas Henao no aceptó los cargos de los que se le acusa, de ser hallado culpable podría enfrentar una pena de hasta 37 años de cárcel.
En el ojo del huracán
Los hombres de seguridad son los encargados de cuidar y mantener la calma en centros comerciales, casinos, supermercados, complejos acuáticos, parqueaderos, bancos, restaurantes, condominios, edificios, entre otros lugares donde los delincuentes podrían hacer de las suyas.
Su objetivo es ser una primera barrera para los delincuentes, pues sirven como un apoyo para la Policía en caso de un atraco, una riña u otro hecho violento, además de establecer una relación de seguridad y confianza con los visitantes, propietarios y empleados de los lugares que cuidan.
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El asesinato de Diomedes Bautista generó que muchos cucuteños se cuestionaran sobre lo que debe y no debe hacer el personal de seguridad privada.
La Opinión consultó a expertos en el tema para entender la preparación de los vigilantes, las falencias que habría en varias empresas, además de la responsabilidad al momento de desenfundar su arma de dotación.
El curso de vigilancia
Frank Castro Pineda, quien es instructor de vigilancia y seguridad privada, con 15 años de experiencia, explicó que los vigilantes deben tener una preparación para ejercer su cargo. Se trata de un curso en vigilancia y seguridad que dura 100 horas.
En ese curso el aspirante aprende defensa personal, manejo de armas, polígono, atención al cliente, manejo de situaciones violentas, uso de extintores, en el que se debe aplicar la psicología para evitar que las cosas pasen a mayores.
Jesús Martín Barrera Ortiz, abogado y consultor en seguridad, indicó que la normatividad establece cincuenta horas en un aula de clase, pero con un entrenamiento escaso en el uso de armas. “Esto es insipiente a la verdadera realidad de la profesión, se requiere un pénsum real, una cátedra verdadera, un tiempo suficiente para que una persona pueda portar un arma y realizar actividades de seguridad”, indicó.
Y añadió que para que las empresas de vigilancia presten un servicio de calidad deben tener una formación interna y una preparación completa al personal que pretenda ingresar a la profesión.
Eso se logra, según Barrera Ortiz, con el entrenamiento continuo, inversión en educación y apoyo de entidades como el Servicio Nacional de Aprendizaje (SENA), pues para tener guardas de seguridad de calidad debe instruirse mínimo seis meses.
Disparar, una decisión difícil
Cuando el atacante está armado el vigilante puede desenfundar su arma de dotación, apuntarle y buscar la manera que el violento se rinda. Si dispara es claro que tiene que salvar su vida, pero eso siempre como última opción.
En otras palabras, el hombre de seguridad no puede dispararle a alguien que está desarmado o no le ha apuntado. “Son pequeños detalles que se recuerdan en los entrenamientos y capacitaciones a los que los guardas de seguridad deben inscribirse cada año, pues disparar en este negocio no solo es salvar su vida y herir al rival, sino una acción extrema a la que muchos no quieren llegar”, dice el abogado.
Castro Pineda explicó que pese a que las armas son un extremo al que muchos vigilantes llegan porque es cuestión de vida o muerte, siempre está el diálogo. En los casos donde hay reclamos el personal de seguridad debe mantener la calma y tratar de concientizar a la persona.
“Imagínese usted trabajando en las urgencias de una clínica, donde todos llegan a reclamarle al vigilante. Lo primero es mantener la calma y tratar de ayudar a la gente, no sacar una tonfa (bolillo) y agredir, esa es la diferencia entre un guarda entrenado y el que solo pudo haber pagado para que le dieran el diploma”, añadió.
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Es de destacar que el vigilante debe llamar a la Policía para alertarlos de la situación, no tomar el rol de autoridad para controlar la situación violenta, pues los uniformados serán los que capturen y trasladen al atacante a un sitio de detención.
El apoyo policial es importante
El experto también indicó que los vigilantes deben trabajar en equipo para controlar las novedades. En una situación donde una persona es agresiva uno de los guardas puede mediar con ella, mientras su compañero llama a las autoridades o pide refuerzos.
“La gracia de los vigilantes es que entiendan que son un equipo donde se pueden ayudar. Si en un puesto hay un problema, el compañero más cercano puede ir a atender la situación también. La vida de las personas está en manos de ese refuerzo”, comentó Castro.
En Cúcuta existe una red de apoyo entre la Policía y las centrales de radio de las empresas de vigilancia, pues mediante ese canal de comunicación se informan las novedades donde los uniformados intervienen.
“Si no alcanzan a llamar a la central, en los puestos se debe tener números de clínicas, bomberos, ambulancias, los cuadrantes y Defensa Civil, para que haya un contacto en casos de emergencia”, comentó un experto.
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